La Comandancia de la Policía Nacional se escandalizó recientemente porque un comisario desnudó la realidad de las comisarías del interior, al organizar una rifa para sortear una oveja y financiar con lo recaudado la reparación de la única patrullera que tienen en la Comisaría 3ª de Horqueta. La historia afecta a una unidad policial de la zona acuciada por el Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) para la que –según se ha venido informando– está destinado un presupuesto de alrededor de 35 millones de dólares por año.
Se da por descontado que esa suma contemple el rubro para mantenimiento de las patrulleras en esa parte del Norte, por lustros postergada.
El pecado del comisario a quien se le ocurrió buscar una solución participativa y transparente al problema suscitado fue no haber comunicado a la superioridad sobre esta actividad. Supongamos que lo hubiera hecho, ¿creen que lo hubieran autorizado?
Por supuesto que no. Lo tomarían como de hecho ocurrió, como una acción denigrante para la institución, que pondría al descubierto sus falencias, su mal manejo, sus debilidades, etcétera.
Sin embargo, no les resulta denigrante que un comisario personalmente, o a través de sus subordinados, ofrezca protección a cambio de dinero supuestamente destinado para el combustible, las eternas refacciones y mejoras de las comisarías que siempre alegan, y otros gastos varios.
Y de esto no se salva nadie: el aporte mensual debe proveer desde el almacencito de barrio a la flamante estación de servicio. El grupo de trabajadores sexuales ubicados en determinados puntos de la ciudad, hasta la confitería más concurrida. Todos deben dar la mensualidad, pese a que a través de los diversos impuestos los ciudadanos estamos aportando para el Presupuesto General de la Nación que asigna a la Policía Nacional (PN) el presupuesto para su funcionamiento.
La PN no se avergüenza de actuaciones como la del comisario y el suboficial de la Comisaría 4ª que el mes pasado dejaron parapléjico a un joven de 25 años a quien persiguieron porque circulaba en un vehículo sin chapa, golpearon, dispararon en la nuca, le obligaron a disparar un arma para alegar que él provocó la situación, y le plantaron droga para incriminarlo. La institución policial no se avergüenza de que el propio comandante haya prometido a los familiares de este joven que se harían cargo de los gastos médicos para, pocos días después, alegar falta de fondos y dejar abandonado al muchacho, víctima de la barbarie que, a juzgar por los hechos, está vigente y debería preocupar seriamente, por encima de las rifas y ovejitas.