¿Cuánto falta para la salida? Es una de las preguntas más repetidas en la mente de los alumnos, desde inicio del año. Pero esa interrogante repiquetea de manera más acelerada y constante en la recta final del año.
También todo lo que queda por delante para superar el grado, curso o año universitario y así disfrutar de las vacaciones anuales hasta volver a la rutina de hámster en el aula en el siguiente año.
Desde el Instituto de Previsión Social (IPS), la psicóloga Liz Aguiar advierte que muchos alumnos llegan a esta altura del año con síntomas de saturación, como ausentismo, irritabilidad, llanto fácil, desinterés o bloqueos mentales durante los exámenes.
El estrés escolar es la respuesta emocional y física del niño ante demandas académicas que percibe como excesivas o difíciles de manejar.
La profesional de la salud mental explica que la ansiedad escolar aparece cuando esas demandas generan anticipación negativa, miedo al fracaso y pensamientos de incapacidad.
Ambas respuestas son comunes en esta etapa del año y si no son atendidas pueden afectar el rendimiento, la conducta y el bienestar emocional.
Agrega que es importante entender qué les ocurre y cómo se manifiesta este malestar para brindar apoyo oportuno a los estudiantes.
“Los padres y educadores deben estar atentos a los signos de estrés y ansiedad en los jóvenes y ofrecerles el apoyo necesario para que puedan manejar la situación de manera saludable”.
Problemas psicológicos y señales de alerta
La irritabilidad o cambios bruscos de humor; el llanto fácil, angustia o sensación de “no poder más”, ese miedo a ir al colegio o evitar tareas, el nerviosismo, preocupación constante o pensamientos negativos sobre sí mismo son algunas de las señales que se generan en este tiempo que resulta una etapa de angustia extrema para muchos estudiantes.
También aparecen manifestaciones físicas como el dolor de cabeza o estómago sin causa médica clara. Problemas de sueño. Falta o exceso de apetito. Tensión muscular o cansancio persistente.
A ellas pueden sumarse compartamientos conductuales como rabietas, explosiones emocionales o conductas desafiantes; dificultad para concentrarse; olvidos frecuentes bajo rendimiento escolar repentino.
En esta etapa del año es muy importante el acompañamiento familiar y escolar es fundamental. Acompañarlos en este periodo fortalece su autoestima, mejora su rendimiento y les enseña herramientas emocionales que utilizarán toda la vida, especifica la psicóloga.
Los adultos pueden dar ayuda en estos momentos realizando su acompañamiento de la siguiente manera:
- Validar las emociones del niño, sin minimizar sus preocupaciones.
- Organizar horarios de estudio con pausas y tiempos de juego.
- Ayudar a dividir las tareas grandes en pasos pequeños.
- Evitar presiones excesivas o comparaciones con otros niños.
- Reforzar logros y esfuerzos, no solo las notas.
- Mantener rutinas estables de sueño, alimentación y descanso.
- Enseñar técnicas simples de respiración o relajación.
- Comunicar a los docentes cualquier cambio emocional o conductual.
- Consultar con un profesional si las señales persisten o aumentan.