09 nov. 2025

Curso rápido para ganar un cargo público

Todos hablan en estos días sobre el galopante nepotismo y tráfico de influencias en el Congreso. Cual pregoneros, anuncian sin decirlo, que hay varias maneras de ingresar a la función pública.

Pero solo un camino garantiza encontrar la puerta sin llave, es decir, entrar sin concurso y apuntar a un jugoso salario como lo hicieron hijos y esposas de parlamentarios: Ser colorado es el requisito y, no pocas veces, también sirve ser liberal.

Al inicio de su mandato el propio presidente de la República, Santiago Peña, confirmó algo que ya sabíamos. El dijo que no alcanza con ser guapitos o tener colgados títulos universitarios por la pared y destacar académicamente, sino que basta con ser seccionalero u operador político de la ANR. Ser del entorno o familiar de alguien en situación de poder alcanza para destronar a un PhD en la carrera por un cargo público

Debe saber usted, que ya no hace falta pasar horas quemándose las pestañas y trasnochar para aprenderse un libro o buscar la solución a una fórmula matemática o intentar destacar académicamente en busca de un prestigio que asegure un buen trabajo. La primera lección, anótelo, es ir a la seccional más cercana, hablar con el dirigente local y congraciarse; también estar disponible las 24 horas para el líder en sus pegatinas y caminatas con fines políticos o arrastrarse por el fango si la ocasión lo requiere, pues eso será luego recompensado.

Al final, la gente joven que está acostumbrada al vertiginoso cambio de las cosas, sabe que es una cuestión de cálculo y tiempo. Ser hurrero no necesita años de estudios ni título. Nada de eso necesita, sí la convicción de reconocer al Estado como un botín y el menor de los males es apelar a un puesto de trabajo por la ventana. Hay que entrar a toda costa y no dar pie o paso a la “mala costumbre” de estudiar, recibirse e incluso hacer posgrados. Eso no debe entrar a tallar para conseguir un puesto, pareciera ser la lógica actual. Eso déjenlo para el sector privado.

El Estado es nuestro pareciera retumbar entre las hordas de correligionarios, parafraseando a los fanáticos fascistas de las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial.

Alliana, Ovelar, Latorre, Roya, Cleto tienen algo en común. También los diputados Germán Solinger, Benjamín Cantero, sumado a ellos el jefe de su clan, diputado José Domingo Adorno. Otros diputados y senadores se unen al festín, también hay espacio para que abyectos funcionarios desangren el erario, como los Vaesken liderado por el director de Recursos Humanos, Ricardo, devenido a guardia de seguridad de la funcionaria colorada Montserrat Alliana, hija del vicepresidente.

Todos ellos saben que el sistema por ellos mismos diseñado dentro de la función pública en lo que respecta al personal, no conviene cambiar. Hay que desechar y negarse tenazmente a subir la vara académica y de la meritocracia para llegar a un cargo, pues según la lógica en la que transita esta casta de privilegiados, cualquier mínimo cambio sería patear contra su olla, puesto que de ese modo su parentela –de dudosa preparación, a las pruebas me remito– tendría que entrar a competir con las reglas del mundo libre y allí sí, allí sí se vendrían los problemas.

Mientras este pantagruélico festín con el pan público se da a cara descubierta y sin rubor, la ciudadanía está atenta. Si bien el partido de gobierno ganó claramente a través de su candidato, ha repetido vicios y los ha multiplicado en muy corto tiempo. Ya existen señales de desgaste prematuro. Se vienen ya las municipales. Si bien hoy la oposición está muy dispersa, cualquier individuo o grupo que esté dispuesto a confrontar con este modelo seguramente será bienvenido. Está claro, que incluso por no seguir con los mismos, muchos están dispuestos a transitar la delgada línea entre la democracia y el autoritarismo, siguiendo la receta payista. A veces, hasta me animo a pensar que sus propuestas delirantes son más digeribles que la injusticia y abuso de los que hoy nos gobiernan.

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