A corto plazo tenemos el problema de la deuda cuyo pago ya implica destinar recursos en conjunto superan, por ejemplo, el gasto público en salud. Una consecuencia adicional es la casi ausencia de políticas dirigidas a la agricultura familiar lo que afecta a la oferta de alimentos y sus precios. Estas dos políticas son fundamentales para la salud y el bienestar de la población; sin embargo, tienen baja prioridad fiscal debido a las restricciones presupuestarias que están dirigidas a garantizar el repago de la deuda.
El acceso a salud pública y a alimentos sanos y a precios justos son fundamentales para el presupuesto familiar.
Las deficiencias en ambas políticas conllevan el deterioro de los ingresos familiares y, por supuesto, de la calidad de vida.
El pago de la deuda externa ya condicionó la inversión en infraestructura física que había aumentado en los últimos años, pero también la inversión en capital humano –salud, educación, protección social– que fue históricamente baja. Estos dos factores son los determinantes para la producción y productividad presentes y futuras.
Cuando los motores del crecimiento de las últimas décadas están enlentecidos, es estratégico aumentar las inversiones necesarias para aumentar la productividad.
Este momento coincide con una transición demográfica. En Paraguay está cayendo la fecundidad y aumentando el envejecimiento.
Es fundamental mejorar sustancialmente las capacidades y oportunidades del bono demográfico, pero también de la niñez, adolescencia y juventud que son los grupos etarios a quienes les tocará garantizar la sostenibilidad del crecimiento, de la deuda y de la seguridad social.
Pero más allá de las necesidades en términos del crecimiento y de la calidad de vida, otra justificación para hacer más justo nuestro sistema tributario a través de su progresividad es la persistente alta desigualdad.
Si bien algunos índices de desigualdad económica muestran reducciones en los últimos años, estas han sido lentas y volátiles, con retrocesos en algunos años.
A pesar de este comportamiento positivo, Paraguay sigue ubicándose entre los países más desiguales del continente.
La desigualdad es un problema para el crecimiento económico, ya que las brechas económicas conducen a otro tipo de brechas como las educativas y productivas. La desigualdad está asociada también a la inseguridad ciudadana y a la conflictividad social, factores determinantes del desempeño económico. Los altos niveles de corrupción imperantes no pueden paralizar un debate necesario para garantizar el desarrollo presente y futuro de nuestro país.
El bajo peso del impuesto a la renta personal es uno de los problemas principales, lo que deriva en bajos ingresos tributarios y persistencia de una política fiscal que no contribuye a reducir la desigualdad económica.
No hay país que haya avanzado en la calidad de vida de su población con una presión tributaria baja y un sistema impositivo injusto. La población y, las élites, en particular, deben ser conscientes de que debemos aspirar a un país mejor para todos y para lograr este objetivo es indispensable discutir la política tributaria.