Dr. Luis C. Benítez Aguilar
Secretario de la Sociedad Paraguaya de Inteligencia Artificial
La presentación organizada por la Embajada de Chile en Paraguay dejó un mensaje claro que no debería pasar desapercibido para quienes toman decisiones en nuestro país: Chile no improvisó su entrada al mundo de la inteligencia artificial, sino que construyó un modelo serio, colaborativo y con visión de futuro. Mónica Soto, representante del Centro Nacional de Inteligencia Artificial de Chile (CENIA), compartió cómo su país logró desarrollar una política pública concreta desde cero, articulando al Estado, la academia y la sociedad civil, para convertir a Chile en un referente regional en el desarrollo ético y aplicado de esta tecnología.
Es una experiencia que Paraguay debe estudiar con atención y considerar seriamente como punto de partida para su propio camino.
Todo comenzó en 2019, cuando el Gobierno chileno convocó a un comité de expertos provenientes de distintas áreas para diseñar una hoja de ruta nacional. A diferencia de los enfoques reactivos que predominan en la región, esta decisión dio lugar a una política con fundamentos reales. En 2021, se promulgó oficialmente la Política Nacional de Inteligencia Artificial de Chile, con tres pilares fundamentales: Formación de talento humano, construcción de infraestructura y desarrollo de marcos éticos. En 2024, esta política fue actualizada para incluir un cuarto eje sobre gobernanza, y se presentaron dos proyectos de ley al Congreso, pero lo más importante es que estas iniciativas fueron consecuencia de un proceso previo de planificación, no su punto de partida.
De manera paralela, cuatro universidades chilenas postularon juntas a un fondo estatal para crear una institución especializada en inteligencia artificial. Así nació CENIA, un centro sin fines de lucro que combina financiamiento público con recursos propios provenientes de servicios técnicos y licencias de uso. Este centro ya agrupa a más de setenta investigadores y equipos que desarrollan soluciones prácticas en temas como transporte, energía, agricultura y educación. A diferencia de otros modelos dependientes, el CENIA debe alcanzar autosostenibilidad: Al quinto año de operación, la mitad de su presupuesto debe generarse por medios propios. Esto garantiza que los desarrollos tecnológicos respondan a necesidades reales y no queden encerrados en laboratorios académicos.
Uno de los proyectos más destacados de este modelo es Latam-GPT, el primer gran modelo de lenguaje construido con datos de América Latina, para América Latina. Actualmente participan doce países y más de cuarenta instituciones en una iniciativa abierta y colaborativa. ¿Por qué esto es importante? Porque hoy los modelos más conocidos, como ChatGPT, están entrenados casi exclusivamente con datos en inglés, lo que hace que las respuestas que ofrecen ignoren o malinterpreten nuestras realidades culturales, lingüísticas e históricas. Latam-GPT busca corregir este sesgo, incorporando el español, el portugués y, especialmente, lenguas no hegemónicas como el guaraní, que podría convertirse en una de las próximas prioridades si Paraguay decide involucrarse activamente.
La presentación dejó claro que este tipo de desarrollo no puede surgir solamente desde el escritorio de un legislador ni desde decretos sin contenido técnico. Primero, se diseñó una política nacional, luego se creó una institución robusta, se formaron alianzas con múltiples actores y recién entonces se abordó la cuestión normativa. Esto contrasta profundamente con lo que ocurre actualmente en Paraguay, donde se está discutiendo una ley de inteligencia artificial sin un proceso de consulta técnica serio, sin participación real de las universidades, y en un contexto de total paralización de la Agenda Digital. El Ministerio de Tecnologías, en lugar de liderar este proceso, está concentrado en construir edificios bajo el rótulo de “distrito digital”, mientras el país sigue sin dirección clara en ciencia, tecnología y datos.
Soto fue muy clara en su invitación: Paraguay tiene todo para sumarse a Latam-GPT. Se necesita apenas una coordinación mínima, la designación de un punto focal para canalizar los datos que ya existen en nuestras universidades, bibliotecas e instituciones públicas.
A cambio, se abre la posibilidad de participar desde el inicio en una herramienta que no solo permitirá acceso anticipado a modelos de IA adaptados a la región, sino también visibilizar el guaraní y otras fuentes documentales nacionales en el espacio digital. Esto beneficiaría a estudiantes, empresas, agricultores y a toda la administración pública. Un modelo así permitiría, por ejemplo, desarrollar asistentes virtuales que entiendan a una persona que habla solo guaraní o crear herramientas para que las pequeñas empresas del interior del país accedan a tecnologías diseñadas con conocimiento del contexto paraguayo.
Pero para que esto ocurra, es necesario asumir que antes que leyes, el país necesita construir un ecosistema. Un entorno que permita generar datos, formar talento, y articular a las instituciones que hoy trabajan de manera dispersa. El conocimiento y las capacidades ya existen en Paraguay, pero están desconectados. Con una convocatoria nacional bien organizada, estos actores podrían alinearse detrás de una estrategia común que dé sentido, dirección y continuidad al esfuerzo.
El Índice Latinoamericano de Inteligencia Artificial, elaborado por CENIA junto con la Cepal, ubica actualmente a Paraguay en el puesto 14 de 19 países. Si bien el informe destaca avances como la participación de mujeres en investigación y algunos progresos en ciberseguridad, señala también las brechas profundas en inversión, gobernanza y marco normativo. Persistir en un camino aislado, reactivo o simbólico solo profundizará estas brechas. Más aún, si se aprueban leyes sin capacidad de implementación ni respaldo institucional real.
La experiencia chilena muestra que otro camino es posible. Una política pública coherente, construida desde abajo hacia arriba, con participación genuina de la sociedad, sin depender de intereses comerciales ni presiones externas. Un modelo donde el conocimiento generado en nuestras universidades se transforma en soluciones concretas para la ciudadanía. Donde la tecnología no borre la identidad cultural, sino que la amplifique y la preserve. Donde el Estado, en lugar de quedar rezagado, lidere los procesos de innovación con reglas claras y visión de país.
La inteligencia artificial no es solo una herramienta técnica. Es también una forma de poder. Define qué problemas se priorizan, qué voces se escuchan, qué lenguas se conservan, qué decisiones se automatizan. Por eso, el Paraguay no puede permitir que otros tomen estas decisiones por nosotros. El Estado tiene el deber de actuar con responsabilidad, visión y coraje. No para copiar modelos externos, sino para construir el propio, basado en nuestra historia, nuestros saberes y nuestras necesidades.
Por ello, Paraguay debe rechazar cualquier intento de legislar apresuradamente sin debate técnico ni diálogo ciudadano, como ocurre actualmente con proyectos que pretenden regular la IA sin antes construir las condiciones materiales, institucionales y humanas para hacerlo. El primer paso sensato es crear una mesa de diálogo amplio y representativo. El segundo paso es frenar la tramitación de leyes que carecen de fundamentos sólidos y abrir, en su lugar, un proceso nacional de consulta y planificación. El tercer paso, indispensable, es elaborar colectivamente la estrategia paraguaya de inteligencia artificial, inspirada en la experiencia chilena, pero ajustada a nuestras realidades, prioridades y valores.
Paraguay necesita, ahora más que nunca, una dirección tecnológica orgánica, coherente y construida desde sus propias instituciones y comunidades. Una política que priorice la pertinencia cultural, la equidad social y la sustentabilidad democrática por sobre las modas tecnológicas o los dictados del mercado. Solo así la innovación dejará de ser una promesa vacía y se convertirá en una verdadera política de Estado al servicio de la soberanía, la justicia social y el bienestar colectivo.