27 sept. 2025

“La oralidad en la cultura de los guaraníes sigue siendo muy importante”

Días malditos (Neurosis colectiva), la novela de Victorio Suárez, narra un caso real de neurosis colectiva ocurrido en Torres Cué, en el Departamento de Caazapá, Paraguay, con el autor hablamos en esta entrevista.

Tapa Días Malditos_32787179_1.jpg

La más reciente publicación del escritor Victorio Suarez, Días malditos (Neurosis colectiva) narra un caso real de neurosis colectiva ocurrido en la localidad de Torres Cué, en el Departamento de Caazapá, Paraguay. Explica el autor que el payé está presente en la trama, pues “la influencia de esta aterradora cuestión castigó a todos”. Torres Cué se volvió un lugar peligroso de habitar, dice Victorio Suarez, y habla del éxodo, “los que quedaron sufrieron las consecuencias de una neurosis que se convirtió en una especie de maldición que tocó a todos”.

–Usted es periodista, narrador, poeta y ensayista, ¿cómo conviven y dialogan esas facetas en su obra?

–El periodismo se acerca al ensayo, el narrador al poeta. Más allá de todo creo que la labor de poeta y narrador se aproximan y conviven en mis cuentos y novelas. Esto ya demostraron grandes escritores como Borges, Cortázar, Rulfo, García Márquez, y nuestro máximo escritor: Augusto Roa Bastos. Solamente para citar a algunos y obviando casi arbitrariamente a los grandes clásicos de la literatura universal.

–¿Qué autores paraguayos o universales considera como sus principales influencias?

–No sé si se trata de influencia, sí de lectura sistemática y repetitiva de Roa Bastos, especialmente en su Trueno entre las hojas. No debería faltar Carlos Villagra Marsal, gran poeta y narrador (Mancuello y la perdiz), fue un intelectual de cuño. Me gustan Roque Vallejos, Elsa Wiesell, Óscar Ferreiro, Josefina Plá, Guido Rodríguez Alcalá. No puedo olvidar a Vicente Aleixandre, Juan Larrea, Rafael Alberti, Federico García Lorca y los restantes de ese poderoso grupo de 27 español, nombrado acertadamente como el Segundo Siglo de Oro. Sin creer que esto puede resultar desfasado, estimo que se trata de la base perfecta y perdurable para una buena literatura. El español Miguel Ángel Valente me parece genial. No debo olvidar a Homero, Shakespeare, el divino Dante. Goethe que, con su Werther, llenó de inquietud mi alma en plena adolescencia. El viejo Balzac (el de La comedia humana), Dickens (Oliver Twist), Stendhal (con su Rojo y negro), Tolstoi (Ana Karenina), Joyce (el de Ulysses), Hesse (con su Lobo estepario), Borges (y su Aleph), Beauvoir ( La semblanza del marqués de Sade), Eco (con su El nombre de la rosa), toda la generación Beat, abanderado por Ginsberg, y la posterior aparición del Exteriorismo con Cardenal en la punta y José Coronel Urtecho. Esa prosa-poesía Allen Ginsberg me parece muy interesante, igualmente los cuentos de Borges o las novelas de Paul Auster o García Márquez, Rulfo, Cortázar. Cómo olvidar al viejo Nicolás Guillén. Hay mucho más, pero me abstengo de citar para que la lista no sea tan larga, pues lo hago de manera muy desordenada, acorde a la estropeada memoria.

–¿Cuál diría que fue el libro que marcó un punto de inflexión en su carrera?

–Debo ser sincero en esto. Yo estaba cursando el primer curso en el Colegio Nacional de la Capital y buscando papeles descubrí en el viejo baúl de mi madre un libro de poemas muy ajado La amada inmóvil, de Amado Nervo. Fue un descubrimiento fascinante, desde entonces fui sustituyendo las revistas por la lectura de libros. Después descubrí a Vargas Vila y sus famosos lirios. De ahí en más ya no descansé, escuché y leí grandes obras con mi amigo poeta, ya fallecido, Alberto Antonio Kurth. Fue en una especie de taller que estaba a cargo de José Luis Appleyard, en la casa de este gran poeta nacional. Allí asistían consumados escritores, nosotros íbamos como oyentes tímidos, pero ávidos de aprender, de ahí la aparición de nuestras primeras obras en las páginas culturales enormes de La Tribuna, a cargo de nuestro mentor y maestro. Por otra parte, la lectura de la Biblia fue y sigue siendo muy importante para forjar valores y volar hacia el sendero de la poesía.

–¿Hay, a su juicio, narradores destacables entre los menores de 50 años?, ¿por qué son destacables?

Hay buenos escritores. Puedo mencionar a Javier Viveros, Blas Brítez, y Gloria Muñoz. No debo olvidar a Maricruz Méndez Vall, los integrantes del Taller Ortiz Guerrero que siguen produciendo afanosamente con gran calidad. La mayoría de los buenos escritores de hoy aparecen en mi libro 104 escritores de hoy. Una treintena reúne alta calidad. Y me gustaría mencionar, después de los nombrados, a Ricardo Loup, Juan Ramírez Biedermann, Diana Viveros, Gilberto Ramírez Santacruz, Genaro Riera, José Pérez Reyes, Lourdes Talavera, Chiquita Barreto, Esteban Bedoya, María Eugenia Garay, Lita Pérez Cáceres, Juan Manuel Marcos, Bernardo Nery Farina, Gustavo Laterza, Roberto Paredes, Gabriel Ojeda, Sebastián Ocampos, Mía Lujan Duarte Quintana, Milia Gayoso, Alicia Rizzi, Nelson Aguilera, y Tori Lubeka. Es cierto, algunos pasan los cincuenta, pero están allí como fieles representantes de una literatura que va creciendo.

–¿Qué lo motivó a escribir Días malditos y cómo nació la idea central?

Comenzó con unos pasajes contados por Genaro Riera, quien actuó como psicoanalista de un equipo conformado por buenos profesionales de la salud mental en Paraguay. Leyendo, investigando sobre el tema (que resulta apasionante), traté de entender lo que ocurrió en Torres Cué, lugar donde se produjo una feroz neurosis colectiva. Así comenzó a nacer Días Malditos.

–¿Qué simboliza este episodio dentro de la trama?

Por sobre todo está el “payé” que castigó a la comunidad. La influencia de esta aterradora cuestión castigó a todos. Una pequeña colectividad que se volvió extraña en difíciles días cuando la gente del pueblo se vio tocada por cuestiones que iban más allá de lo normal. Torres Cué se volvió un lugar peligroso de habitar y hasta se dio un éxodo, los que quedaron sufrieron las consecuencias de una neurosis que se convirtió en una especie de maldición que tocó a todos.

–¿Cómo investigó y se documentó acerca de los sucesos?

–Hay sucesos ocurridos y mucha ficción en la novela. Tuve a mano documentos que fueron proveídos por Riera Hunter, lo que ellos realizaron como profesionales sanitarios en el lugar. El resto es pura imaginación. El tema daba para crear una simbiosis de la realidad a la más descarnada ficción. Tal vez por eso José Vicente Peiró, intelectual y crítico español, en un análisis señala al referirse a la novela: De la ciencia al mito. Perfecto el título, pues, es el recorrido que hice.

–Freud, Lacan y el psicoanálisis ocupan un lugar central en la novela. ¿Por qué decidió articular la ficción con estos referentes teóricos?

Lo de Freud, Lacan y el psicoanálisis representan cuestiones concretas en el estudio del comportamiento humano, esta vez se trata de una neurosis colectiva bien estudiada por tan importante disciplina, todo esto en el marco de una realidad que, para ser una obra literaria, una novela, precisó de eso que denominas “articulación”. Dentro de esos parámetros la ficción se impone y tiene mayor sentido la teoría psicoanalítica. Al final un concepto del doctor Jacques-Alain Miller, llegó a salvar a Torres Cué: Falto lápida.

–La novela mezcla historia colonial, cultura guaraní y psicoanálisis. ¿Cómo logra entretejer esos planos para que funcionen armónicamente dentro del discurso narrativo?

–Tengo una gran pasión por la historia, especialmente la colonial y la cultura guaraní. Creo que es la base, de lejanos tiempos coloniales cuando el indígena fue sometido brutalmente por los españoles llega el “payé” primeramente como sanación que usaban los chamanes (así denominados), luego como hechicería para provocar el mal. En Torres Cué eso sucedió, una hendidura que conmovió a todos y si bien creo un grado de cohesión fue un daño doloroso para muchas familias. En este caso la historia no está separada del psicoanálisis, es más, se brindan apoyos fundamentales.

–En el libro aparecen figuras históricas como Juliana, la indígena rebelde del siglo XVI. ¿Qué buscó al incluirla?

–Efectivamente, la india Juliana fue una mujer guaraní del siglo XVI. Dotada de rebeldía y valor, la mataron. Aparece en tópicos de historia paraguaya colonial que contiene a la obra. Ella se hizo conocida por haber matado a un español y por incitar a hacer lo mismo. Este episodio formó parte de los primeros levantamientos indígenas en Paraguay. Está dimensionada como símbolo de resistencia contra los europeos.

–¿Considera que Días malditos es también una reflexión sobre el poder de las creencias populares en la vida contemporánea?

Sigue calando muy hondo en Paraguay, especialmente en el interior. Más que una reflexión es una mirada sobre lo que puede provocar una creencia que nos llega de tiempos inmemoriales. Se trata de una sacudida muy fuerte sobre una práctica que sigue como en silencio socavando los cimientos de una realidad tangible y amarga.

–¿Qué lugar ocupan el payé y el chamanismo guaraní en la trama de la novela?

–Se percibe en todos los ámbitos, lugares y cuerpo de la novela. La gente de Torres Cué está colmada de la creencia que viaja hasta en sus sueños. Y, peor aún, cuando en terna de ficciones aparece una lluvia torrencial que dura siete días desmoronando hasta el cementerio, y se veía los ataúdes flotando por las calles, al octavo día el sol y los batracios y cuervos llenando el paisaje. Un pasaje para no olvidar.

–En la obra se alternan voces narrativas y registros discursivos distintos (ensayo, diálogo, relato histórico). ¿Cómo trabajó esa polifonía discursiva?

–Polifonía discursiva, me gusta esa expresión. Todo entra en Torres Cué, son varias voces que hacen una sola. Es una especie de Babel que se consolida y consuela en el hoy y el ayer de manera persistente.

–¿Qué estrategias narrativas empleó para mantener el equilibrio entre erudición y ficción?

–No es fácil contar cuando hay un despliegue muy grande de síntomas de conocimiento y ficción. Hay que dosificar y dejar que la imaginación vuele. Es la mejor estrategia, dos más, dos puede que no sean cuatro. La ficción es inconmensurable, no tiene ataduras.

–La novela está llena de citas, referencias y reflexiones teóricas. ¿No temió que eso alejara a ciertos lectores?

–Siempre creo que el lector es inteligente. Además, creo en la fuerza ficcional de la novela. Todo está contado con entusiasmo inaudito y una fuerza poética recreativa, se compaginan la historia, el psicoanálisis, y la literatura. La cuestión está en leer está viva historia de lo que ocurrió en Torres Cué, Departamento de Caazapá.

–¿Cómo cree que recibirán Días malditos las nuevas generaciones de lectores paraguayos?

–Espero que bien. Los lectores de nuestros días son exigentes, creo que esta obra se ajusta a lo que desea la gente de hoy.

–¿Qué importancia tuvieron la oralidad y la tradición guaraní en la construcción de esta historia?

Mucho y muy notable.

La oralidad en la cultura de los guaraníes fue y sigue siendo muy importante. Hablaban para decir y mantener la memoria, se transmitían hechos y dichos, alguien hablaba constantemente hasta el silencio y las pausas tenían voces y algo que comunicar.

Esa oralidad es transmitida a los pobladores de Torres Cué, también a nuestra cultura en general.

UH20290101-038aws,ph01_12542.jpg

Victorio Suárez, autor de Días malditos y portada del libro.

–¿Cumple algún papel la literatura en la sanación o comprensión de fenómenos colectivos como los que narra?

–Hay suficiente literatura que definitivamente tiene la intención de sanar.

Yo no escribí en ese sentido. Además, hay ciencia curando y entrando en la comprensión de lo que ocurre en nuestras sociedades. Creo que no es función de la literatura la sanación.

–¿Qué otros proyectos literarios tiene tras la publicación de Días malditos?

Ahora estoy en reposo, después de un ACV, pero estoy bien y recuperado, menos mal estoy jubilado.

Este año terminé tres novelas Días malditos, El y ella (en impresión, esperando), La lujuria de Maruja, todas novelas.

También culminé un extenso poemario Desde el principio, con lenguaje diferente, me parece muy interesante. O sea, puedo descansar un año e ir publicando.

Además, tengo planes de seguir con la revista Arte y Cultura, de muy buena aceptación por la calidad de los columnistas.

Una revista de 100 páginas con excelente diseño hecho por Cecilia Rivarola.

Más contenido de esta sección
Esta dramática historia de una pareja de guaireños oriundos de Villarrica tuvo lugar durante la época de la gran tragedia, coincidente con las recias batallas de Tuyutí. Por entonces, Villarrica contaba con una población de 700 almas más o menos según Ernesto Meaurio, autor del libro Villarrica Contemporánea y su Municipio.
Setiembre ha sido un mes de contrastes en la historia paraguaya. Fue escenario de gestas gloriosas y también de hechos que dejaron profundas cicatrices.
Paraguay acogerá por primera vez una cumbre de la ultraderechista Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) los días 15 y 16 de setiembre, con la asistencia del presidente argentino Javier Milei. El presidente Santiago Peña pronunciará un discurso inaugural, confirmando la creciente identificación de su gobierno, el Partido Colorado, con el movimiento ultraconservador global.