Esto, durante la misa dominical en la Catedral Metropolitana de Asunción y con ocasión del saludo a los adultos mayores durante la conmemoración de la III Jornada Mundial de los Abuelos y de los Adultos Mayores instaurada por el papa Francisco y que ‘‘quiere ser un pequeño y delicado signo de esperanza para ellos y para toda la Iglesia’’.
“Muchos de estos adultos mayores viven en el límite de sus recursos, sin techos, sin alimentos, sin medicinas, sin suficiente seguridad social ni atenciones médicas adecuadas. Necesitados de mayores garantías en su bienestar”, indicó el cardenal y recordó que ‘‘ser favorables a la vida, o provida, lo debemos ser y enfocarnos en todas las etapas de la vida humana’’.
En este sentido, señaló que el Estado defensor y protector de la vida humana debe serlo a lo largo y en todo el desarrollo integral de las personas, en todas sus etapas vitales, desde el nacimiento de la vida hasta su último tramo de la muerte natural y que ningún ciudadano del país puede ser considerado descartable o desechable por falta de los recursos necesarios para la atención y protección privilegiada o necesaria.
También sostuvo que se debería garantizar que los recursos para este fin no terminen desviados en las arcas o bolsillos deshonestos de la corrupción.
‘‘La impunidad hace crecer la cizaña de la corrupción. La lucha contra la corrupción, contra la impunidad es un imperativo de la justicia social. La inmisericordia que hemos usado hacia los demás será usada también con nosotros’’.
El purpurado clamó por un país mejor, más humano, más hermano, con justicia y equidad y pidió cuidar de los abuelos que no se pierdan nuestras raíces.