Un espectador recién llegado, que nada supiera, vería tres hombres, cada uno cargado con su cruz, camino de la muerte. Pero solo uno es el Salvador del mundo, y una sola la Cruz redentora.
Hoy también se puede llevar la cruz de distintas formas. Hay una cruz llevada con rabia, contra la que el hombre se revuelve lleno de odio o, al menos, de un profundo malestar; es una cruz sin sentido y sin explicación, inútil, que incluso aleja de Dios.
Es la cruz de los que en este mundo solo buscan la comodidad y el bienestar material, que no soportan el dolor ni el fracaso, porque no quieren comprender el sentido sobrenatural del sufrimiento. Es una cruz que no redime: es la que lleva uno de los ladrones.
El papa Francisco, en la audiencia general en la Plaza de San Pedro, el miércoles 27 de marzo de 2013, dijo: “¿Qué quiere decir para nosotros vivir la Semana Santa? ¿Qué significa seguir a Jesús en su camino al Calvario hacia la Cruz y la Resurrección?
Jesús no vive este amor que conduce al sacrificio de modo pasivo o como un destino fatal; ciertamente no esconde su profunda turbación humana ante la muerte violenta, sino que se entrega con plena confianza al Padre. Jesús se entregó voluntariamente a la muerte para corresponder al amor de Dios Padre, en perfecta unión con su voluntad, para demostrar su amor por nosotros. En la Cruz, Jesús «me amó y se entregó por mí» (Ga 2, 20). Cada uno de nosotros puede decir: Me amó y se entregó por mí. Cada uno puede decir esto: «por mí».
(Frases extractadas del libro Hablar con Dios de Francisco Fernández Carvajal y de la http://www.vatican.va/.../holy week/2013/index_sp.htm – Semana Santa 2013.)