28 jun. 2025

Agustín Barboza: Tras la huella del Zorzal Guaraní de la Canción

Considerado uno de los más grandes cantantes paraguayos, Agustín Barboza, cuyo centenario se celebra, fue insigne compositor, con temas clásicos como Mi patria soñada y Reservista purahéi. Contribuyen a valorizar su vida y su legado artístico los maestros Diego Sánchez Haase, Juan Carlos Dos Santos y el joven músico Rolando Chaparro.

img agustin barboza

<h3>El gran melodista de refinado estilo</h3>

<strong>Por Diego Sánchez Haase</strong>

Músico

dshaase@gmail.com

Conocí a don Agustín Barboza en mis años de adolescente, hacia mediados de la década del 80, cuando yo estudiaba el arpa paraguaya con el celebrado arpista guaireño Cristino Báez Monges, quien en ese entonces me “adoptó" como discípulo para transmitirme su tan particular estilo de pulsar las 36 cuerdas de ese maravilloso instrumento.

<strong>Báez Monges y Barboza</strong>

Cada semana, venía de Villarrica --a veces acompañado de mi padre-- y me instalaba en la fábrica de arpas y guitarras “Pájaro Campana”, que don Cristino tenía sobre la calle República de Colombia, donde se desarrollaban mis clases. Y allí don Cristino, con su carácter jovial, sus famosos chistes y su infaltable tereré, recibía la constante visita de sus numerosos amigos. Así, en ese lugar pude conocer a leyendas vivientes de la música del Paraguay, como el celebrado tenor Emilio Vaesken, el guitarrista e investigador Cayo Sila Godoy, y, por supuesto, a don Agustín Barboza, quien aparecía frecuentemente por la fábrica de arpas.

Desde el principio pude notar su perfil de intelectual, su refinada manera de hablar y su carácter sereno. Luego, pasaron los años, falleció Cristino Báez Monges y mi actividad de arpista quedó relegada a un segundo plano, al dedicarme por completo al estudio de las disciplinas de la música académica, como el piano, la dirección orquestal y la composición. Pero, en la mayoría de los conciertos sinfónicos a los que yo asistía en aquella época, siempre lo veía presente a don Agustín, lo que me dio la pauta de que el maestro era también amante de la música erudita.

<strong>Singular vena melódica</strong>

Cuando empecé a conocer la música de Agustín Barboza, me llamó la atención su extraordinaria vena melódica, caracterizada no solamente por una construcción sólida de la línea melódica, sino también por un refinado estilo, que imprime un sello muy personal.

Y precisamente por este refinado estilo, que debe ser muy bien cuidado por el intérprete, muchas de sus melodías no son fáciles de cantar. Citemos el caso de Ruego y camino, en la que los movimientos cromáticos de la melodía generalmente son poco cuidadas por los cantantes. Este refinado estilo se encuentra también presente en melodías como Flor de Pilar y Mi Patria soñada, ambas con la poesía del gran poeta pilarense Carlos Miguel Giménez.

Vale señalar que este particular estilo melódico ofrece la ocasión para efectuar procedimientos armónicos poco convencionales en la música popular paraguaya.

<strong>Con Eladio Pérez González</strong>

A propósito de esto, quisiera comentar que en enero pasado he tenido la ocasión de acompañar, en un pequeño recital, al gran cantante paraguayo --residente hace años en el Brasil-- Eladio Pérez González, quien a sus 87 años sigue llevando una brillante carrera de cantante y docente. En esa oportunidad, Eladio ofreció una de las más bellas interpretaciones que he escuchado de Reservista purahéi, basada justamente en el cuidado del particular estilo melódico de Barboza y en una muy expresiva declamación del texto de Félix Fernández. Eladio, que es un gran admirador de Barboza, dio cátedra ese día, de cómo se debe cantar la música del maestro.

Finalmente, debo decir que hace pocos años he descubierto una de las más bellas melodías que ha creado Agustín Barboza, y que lastimosamente es poco difundida: la guarania Te vas, con textos del ovetense Ramón Mendoza, que tiene una hermosa línea melódica, muy propicia también para enriquecer los giros de la armonía.

Aparte de su fama de ilustre cantor, Barboza es uno de los grandes melodistas de la música popular del Paraguay, y su aporte al repertorio popular paraguayo es sumamente relevante.

Por todas estas virtudes que lo adornaban a Agustín Barboza, vaya desde estas líneas, mi homenaje de respeto y admiración al maestro, en el glorioso centenario de su nacimiento.

<strong>Sus memorias</strong>

El gran músico llegó a escribir sus memorias con la colaboración del médico guaireño Jorge Aníbal Duarte. El libro Ruego y camino, de 470 páginas, fue publicado en vida del artista, quien tuvo la satisfacción de prologar la primera edición. El volumen traza un panorama amplio, quizá el más completo hasta hoy, de su trayectoria personal, pero, a la vez, de las etapas de la música popular paraguaya, junto a figuras claves como José Asunción Flores, Félix Pérez Cardozo, Gumercindo Ayala Aquino y Luis Alberto del Paraná. También de Digno García, Hérib Campos Cervera, Emilio Bobadilla Cáceres, Carlos Miguel Jiménez y Mauricio Cardozo Ocampo. Y el contacto con grandes figuras internacionales.

<h3>Un héroe de la cultura paraguaya</h3>

<strong>Por Rolando Chaparro</strong>

Músico

Para mí, Agustín Barboza fue un héroe. Obviamente que para mucha gente lo fue. Alguien importante para la cultura paraguaya. Para mi experiencia personal, él fue una especie de visionario con respecto al arte, con una mirada progresista.

A mediados de los 90, hice un arreglo de Reservista purahéi, canción que íbamos a interpretar en el festejo de su cumpleaños, en donde estuvieron presentes roqueros y folcloristas, jazzeros, y yo como mi banda, en aquel entonces Krhizya. Tocamos en la Plaza de la Democracia. Por primera vez toqué en esa oportunidad mi versión de Reservista purahéi, una versión blusera.

Algo que demuestra la calidez de persona y su espíritu abierto, cuando terminamos de tocar, don Agustín se acercó. Yo temblaba viéndolo llegar al maestro. Pensando que vendría y nos mandaría a la China, porque --hay que ser sinceros-- yo tenía la idea hasta ese entonces de que era una persona tradicional. “A lo mejor no le gustará", pensaba yo. Pero, al contrario, se acercó y nos dio un abrazo a cada uno, una demostración de apoyo, una forma de alentar a unos chicos roqueros.

A partir de ahí, le invité para participar en la grabación de esa versión, lo cual aceptó. Tal es así que él canta, dice la primera parte de la poesía de Félix Fernández en el disco que grabamos: Pasajes al más acá (1997).

Además de haber apoyado de esa manera nuestro trabajo, él nos llevó a tocar en el Festival de Guarambaré. Era la primera vez que una banda de rock participaba de un tradicional evento musical folclórico paraguayo. Nos llevó a tocar ahí, y eso es algo que demuestra la amplitud de mente y de criterio musical de esta gran persona y gran maestro.

Creo que con aquella grabación de Reservista purahéi se marcó un hito en la fusión del rock y el folclore, al hacer una versión blusera de un clásico de la guarania, sin perder el criterio folclórico. Luego de aquello surgió una movida fuerte en esa dirección con Paiko, y su versión de Kurusu vera, o Violent Blue, entre otros.

<h3>Miembro de la más luminosa generación</h3>

<strong>Por Juan Carlos Dos Santos</strong>

Músico

El 5 de mayo es una fecha afortunada para la música del Paraguay, pues a lo largo de su historia varios de sus compositores más importantes vieron en esa fecha la luz.

Entre ellos aparece la figura de Agustín Barboza, de quien deseamos hacer una breve referencia, dado el hecho especial de que en este 2013 se cumplen los cien años de su nacimiento.

Tuve el privilegio de conocerlo y de tratarlo personalmente desde muy joven, dada la circunstancia de que tanto él como su esposa y compañera en el arte, Yberá, fueran cantantes de la Orquesta “Agustín Barrios”, formada y dirigida por mi padre, Carlos Dos Santos, en la década de los años 60. Era una orquesta de cámara de 22 músicos, formada con la firme convicción de difundir la música del Paraguay con un instrumental orgánico propio de la música erudita. Siendo que la orquesta ensayaba en la casa paterna, fui testigo de las largas horas de ensayo en las que --perfeccionistas los dos--, cuando los músicos se marchaban al final del ensayo, ellos se quedaban para repetir y depurar las canciones, sin cansancio, hasta que lograban el fraseo y las inflexiones perfectas. Dotado de una voz y de una sensibilidad absolutamente únicas, cobró notoriedad desde muy joven, ya desde sus primeras incursiones musicales en Asunción. Y muy pronto el poderoso llamado del arte lo llevó a tentar fortuna en Buenos Aires, ciudad que en ese entonces empezaba a reunir a lo mejor de la expresión musical del Paraguay. Toma contacto con otros jóvenes músicos paraguayos inquietos, quienes, como él, buscaban abrirse camino en la gran ciudad. Allí encontraremos los nombres rutilantes de los mejores compositores, instrumentistas, cantantes y poetas, entre quienes Barboza era uno de los más dotados. Entre todos logran conformar la más importante y luminosa generación de músicos paraguayos, quienes nos han dejado como herencia inmortales creaciones que, por su cantidad y calidad, hasta hoy constituyen lo mejor de nuestra música.

Barboza canta, compone e incluso escribe versos de maravillosas canciones que, aún hoy, son parte del repertorio vigente. Barboza es capaz de comprender cabalmente y de traducir en música poesías de alto valor literario, tanto en guaraní como en castellano: poesía y música se conjugan estrechamente como en un lied, penetrando profundamente en la esencialidad más íntima de nuestra música.

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