CONCEPCIÓN
En tiempos en que los motores y la tecnología dominan el transporte aún sobrevive un oficio que parece sacado de otro siglo: La construcción y reparación de carros de madera. En Paso Urunde’y, a 7 kilómetros del casco urbano de Belén, se levanta el taller de don Silvio Grance Morilla, un hombre de 52 años que mantiene viva una tradición casi extinta en el Departamento de Concepción.
Silvio aprendió el oficio de su padre, don Félix Grance, quien lo introdujo desde niño en el arte de trabajar la madera y el hierro para dar vida a los vehículos que durante décadas movieron la producción y las familias de la zona rural.
“Yo me senté en el taller con papá, no necesité teoría, porque aprendí de la práctica”, recuerda con orgullo.
CLIENTELA FIEL. Aunque los carros de madera han perdido espacio frente a motocicletas, camionetas y tractores, don Silvio calcula que aún existen unos 2.000 clientes en el departamento que recurren a él para reparaciones o para la construcción de nuevas piezas.
Hoy, además, su trabajo trasciende lo utilitario: Recibe pedidos de comunidades menonitas, que encargan carros especialmente diseñados para desfiles y celebraciones tradicionales.
“Ahora mismo tengo cinco terminados y estoy construyendo uno gigante, de 13 metros de largo y 6,5 de alto en las ruedas. Ese va a ser el carro más grande de mi vida y lo voy a montar en el Chaco”, cuenta con entusiasmo.
TALLER FAMILIAR. En el taller no se escuchan muchas voces. La falta de interés de los jóvenes por aprender este antiguo oficio lo obliga a trabajar prácticamente en soledad, acompañado solo de su hijo, Álvaro Javier, médico veterinario, quien decidió apoyar a su padre en el taller.
“Es difícil trabajar con otra gente, porque nadie se interesa en aprender. Por eso estoy solo con mi hijo”, admite con cierta nostalgia.
COSTOS Y TIEMPO. Construir un carro requiere alrededor de dos semanas de trabajo, siempre y cuando se disponga de los materiales principales: Madera y retazos de hierro, insumos que se han encarecido notablemente en los últimos años.
El precio de un carro terminado, hecho a mano y con garantía de durar entre 15 y 20 años alcanza G. 8 millones.
TRADICIÓN Y RESISTENCIA. En Paso Urunde’y, comunidad cargada de tradiciones, la figura de don Silvio representa mucho más que un servicio; es un eslabón que conecta el pasado con el presente, una memoria viva de la cultura campesina.
Mientras el tiempo y la modernidad avanzan, su taller resiste como un símbolo de la identidad rural de Concepción, donde la madera, el hierro y el ingenio todavía marcan el ritmo de un oficio que se niega a desaparecer.