25 abr. 2024

Un acuerdo que apaga el conflicto, pero que no resuelve el problema

Por Estela Ruiz Díaz

Hace 23 días que los campesinos y cooperativistas marchan por Asunción reclamando reivindicaciones que pasan por la condonación de deudas y la aplicación del IVA a los actos cooperativos.

Planteado así linealmente genera alto rechazo. El resto de la población que honra sus deudas aunque quede sin trabajo y paga impuestos aunque no quiera (nadie lo hace con agrado), se opone frontalmente. Y con razón. Consideran una discriminación odiosa que el Gobierno apriete el cogote a unos y condonar a otros. El debate en las redes es que si los campesinos y cooperativistas logran sus objetivos, los que adeudan al banco por su casa o electrodomésticos también se manifestarán para lograr los mismos beneficios.

Sin embargo, los problemas sociales no se pintan en blanco y negro ni se reducen a la fría matemática.

Los datos sobre pobreza en Paraguay siguen siendo una herida sangrante y hasta tanto no se trabaje en su reducción en planes serios, transversales y sostenibles en el tiempo, superando incluso los Gobiernos de turno, las movilizaciones serán permanentes espasmos que de tanto en tanto afectarán al país. Sobresaltos que son normales cuando a pesar de la reducción de la pobreza, sigue siendo alta en un país pequeño y con tanta riqueza. Aun hay más del millón de pobres y medio millón de pobres extremos.

LA DESIGUALDAD. Dicen los expertos que es más fácil resolver los problemas de un país pobre que un país desigual. En el primero el diagnóstico y las recetas están a la vista y las soluciones se aplican a todos por igual: salud, educación, alimentos, etc.

Sin embargo, en un país desigual, el enemigo no solo es la pobreza sino los poderosos sectores privilegiados, los que tienen las riendas en la trastienda del poder para usurpar el poder con muchos derechos y pocas obligaciones. Las soluciones son más complejas porque requieren de liderazgos políticos fuertes, capacidad negociadora y alto sentido social para modificar las estructuras.

Y este es Paraguay, donde las cifras señalan que un 2% de la población maneja el 80% de las tierras. El resultado, campesinos sin tierra o con tierra pero sin apoyo estatal que ante su frágil economía abandonan el campo y migran a las ciudades donde se convierten en zombies urbanos en los cinturones de pobreza.

El país tiene el sistema tributario menos equitativo de la región. Según Cadep, “el sistema tributario de Paraguay se caracteriza por una baja presión tributaria –compensada por ingresos no tributarios provenientes principalmente de la renta de las hidroeléctricas–, la elevada incidencia de impuestos indirectos, la inequidad tributaria, y una alta elusión y evasión impositiva”. Esto significa desigualdad en la distribución de la riqueza, de la tierra y de los ingresos, en el marco de una escasa tradición democrática, el círculo vicioso del Estado débil, corrupto e ineficiente.

El escenario plantea una pintura equívoca de la realidad que obliga a mirar más al fondo de la simple confrontación.

Otro problema es la calidad del réfere: el Estado corrupto, ineficiente, discriminador, que despilfarra el dinero público en la política clientelar y los placeres no tiene la capacidad ética para exigir a ninguna de las partes. A los pobres les dice que no hay dinero, pero cada día hay pruebas del descarado robo, y cuando las pocas veces intentó cobrar impuestos a los más ricos, estos responden que no quieren pagar más impuestos para mantener al ejército de planilleros, familiares y amantes de los políticos y burócratas del Estado.

Según datos de la UGP entre 1992 y 2007, el Estado transfirió al campo 4.480 millones de dólares, sin que tales recursos hayan aportado mejoras significativas.

Y a pesar de cabalgar siempre sobre los errores de Gobiernos anteriores, a Horacio Cartes le explotó una granada con su ministro de Agricultura, Jorge Gattini, cuya gestión está salpicada con indicios de corrupción y él no ha hecho nada diferente a los otros Gobiernos: destituir y esconder la basura bajo la alfombra.

FALTA UN NUEVO PACTO. Ayer se realizó el cuarto encuentro entre la coordinadora que aglutina a los pequeños productores y los cooperativistas en la residencia presidencial sin la presencia del anfitrión, quien habrá estado oteando la reunión. Al final de acuerdo, estampó su felicitación en un tuit. Más virtual que nunca.

Luego de 23 días de movilizaciones y una maratónica discusión de más de 9 horas, anoche arribaron a un acuerdo. Con los cooperativistas, el Gobierno cedió un poco: se suspende la aplicación del IVA hasta julio y la promesa de reformar la ley.

Los campesinos se llevan la copa con una amplia refinanciación con olor a condonación.

El acuerdo resuelve el conflicto coyunturalmente. Pero si no se empieza a modificar la perversa estructura de la desigualdad y el Estado no inicia un proceso de autodepuración eliminando la pornográfica grasa del despilfarro público, no hay solución posible.

Mañana serán otros los que tomarán las calles y el Gobierno solo apagará incendios... hasta que se le acabe la plata.

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