15 jun. 2025

Remando a contracorriente

Primero le enseñaron a dirigir el bote sentado, como timonel. Luego aprendió a remar por una cuestión de tradición familiar. Arturo Rivarola, medalla de oro de los XVIII Juegos Bolivarianos Santa Marta 2017, hoy reposiciona al remo como un deporte local.

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Por: Daisy Cardozo

Fotos: Fernando Franceschelli

Hace unas semanas, el atleta Arturo Rivarola recibía orgulloso su primera medalla de oro, en los XVIII Juegos Bolivarianos Santa Marta 2017, donde integró la delegación que representó al país en las aguas de la bahía Taganga, de Colombia. Este reconocimiento se suma a otras cinco medallas de bronce que ya tenía en su haber.

La competencia se realizó en una distancia de 1.000 metros. Arturo se presentó en la categoría Remo Corto Masculino, logrando hacer el recorrido en tres minutos, treinta y cuatro segundos, y cincuenta y seis milisegundos. Un resultado logrado con años de entrenamiento.


La pasión por el remo la lleva en la genética. Su abuelo Trappe y un tío materno fueron remeros. Su padre, Andrés Antonio Rivarola, también lo fue. Incluso llegó a obtener importantes reconocimientos: fue campeón sudamericano en el 76. Actualmente, dos de sus cuatro hijos siguen sus pasos: Arturo y Rocío. Ella fue abanderada en la ceremonia de apertura en los Juegos Olímpicos de Atenas, en el 2004.

“De pequeño yo no remaba los botes, hacía de timonel”, cuenta. Fue a los 11 años cuando el actual campeón empezó a remar. Su madre decidió enviarlo a él y a su hermana a las prácticas del Club Mbigua. Pero por varios motivos, en el 2009 decidió abandonar. “El remo de aquel entonces no era el mismo de ahora, porque no había mucha gente haciéndolo, había pocos atletas. Además, venía un poco cansado de remar en mi infancia. Entonces empecé a encargarme de una granja familiar que teníamos, y ya me quedó poco tiempo para lo demás, cambiaron mis prioridades”, justifica.

Arturo era muy joven y sintió que había tomado la mejor decisión. Hasta cambió de carrera: dejó los estudios de Bioquímica que había iniciado para cursar Administración Agraria. Hoy tiene todas las materias aprobadas y solo le queda pendiente la tesis de grado.

Pese a estas ocupaciones, aún percibía un vacío. “Sentía que me faltaba algo”, recuerda. Por ese motivo, en 2013 –cuatro años después– volvió a su antiguo amor. Y a partir de entonces fue becado por la Secretaría Nacional de Deportes, gracias a lo cual hoy puede entrenar a tiempo completo.

Vida de atleta

“Ahora mismo, los entrenamientos son mi rutina del día a día”, dice con tono seguro. Sus días arrancan a las 5.30, hora en que se levanta para ir a la bahía de Asunción, en cuyas aguas entrena hasta las las 9.30, aproximadamente. A veces, por la tarde, toca un poco de lo mismo. Si no es así, corre, hace bicicleta o algo de gimnasia en la Federación de Remos o en el local del Comité Olímpico.


Con todas estas actividades, considera que es necesario tomarse un tiempito en el día y descansar, para tener un buen rendimiento en los siguientes entrenamientos. “Es necesario dedicarse plenamente para conseguir buenos resultados”, subraya.

Gracias al remo, Arturo tuvo la oportunidad de conocer varios lugares del mundo. Pero la bahía de Asunción es su lugar favorito. “Da gusto estar ahí, porque es como tu hogar”, piensa. Explica que en ese lugar se puede remar perfectamente, como también en las aguas de Encarnación.

Aunque su única actividad actual es el remo, cada vez que puede hace trabajos de carpintería, herrería o construcción. “Tengo un taller en mi casa y ayudo con algunas cosas en la granja de mi familia, donde antes trabajaba a pleno, cuando no remaba”, relata.

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Escuela de remo


En el 2014, Arturo, su hermana Rocío y otros amigos con los que comparten la misma afición fundaron la primera escuela de remo, a la que llaman en alemán: la Paraguayish-Deutsche Ruderschule. Una iniciativa que, según él, ayudó a reactivar nuevamente este deporte en clubes sociales del país, en los que anteriormente se fomentaba y promocionaba. “Son los aficionados del remo quienes están luchando por esto y quienes también quieren que crezca”, enfatiza.

Antes de que se creara la escuela, los aficionados al remo solo podían aprender y practicar en el Club Mbigua o en el Deportivo Sajonia, que también fueron escenarios de competencias locales.

Como la escuela está ubicada en la costanera José Asunción Flores de la capital, allí se puede hacer remo por recreación o afición. “Tenemos remo recreativo, que es para quien no necesariamente compite. Hay gente que va a primera hora, antes del trabajo o después, para hacer una actividad física. Esta práctica está dirigida a cualquier persona, sin límite de edad. Aunque si es para lo competitivo, lo ideal es empezar entre los 12 o 13 años”.

Arturo es un colaborador de la Comisión Directiva de la escuela. No forma parte de ella porque no puede asumir la responsabilidad mientras se desempeñe como atleta de alto rendimiento. Sin embargo, no descarta la posibilidad de integrarla a futuro.

Para él, haber conquistado la medalla de oro por Paraguay significó mucho. “Es algo muy lindo, que te prepara para los desafíos que vienen. Ahora mismo ya estoy pensando en los Juegos del Sur, en Cochabamba, para el próximo año”, proyecta.

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MINIBÍO
Arturo Enrique Rivarola Trappe (28) nació el 2 de noviembre de 1989 en Asunción. Sus padres son paraguayos, y sus abuelos maternos, alemanes. Gran parte de su infancia la vivió en la granja de su familia, en Paraguarí. Cuando pasó al primer grado se mudó a Asunción. Aprendió a remar a los 11 años, en el Club Mbigua, impulsado por su madre. Desde entonces, el remo se volvió su mayor pasión.