Dicen que erradicar la corrupción es imposible. Sin embargo, existe por el mal uso del dinero público, la prepotencia de los tres poderes que se compran y venden al mejor postor.
Dicen que la desigualdad es inevitable. Pero 250 familias o empresas ocupan las mejores tierras. Viven mejor que en los Estados Unidos, porque gozan de todas las comodidades de allí, y aquí casi no pagan impuestos. Y en frente de ellos, más de tres millones de paraguayos y paraguayas empobrecidos o en la pobreza sueñan y luchan por un Paraguay mejor.
Dicen que la reforma agraria integral no se puede hacer. Aceptamos que sean pocos los que tienen los grandes latifundios, sintiéndose dueños del Paraguay. Cercanos a ellos existen trescientos mil campesinos sin tierras.
Dicen que ni pensar en una salud preventiva, eficaz y con los medicamentos necesarios. Porque no hay presupuesto. Se teme romper el favoritismo a la industria privada de los sanatorios y las farmacéuticas.
Dicen que no hay seguridad porque los motochorros, ladrones caseros y asaltantes que van armados son audaces. Pero nadie se pregunta cuáles son las circunstancias que llevan a un ciudadano común a convertirse en un delincuente.
Dicen que no hay más trabajo. Por supuesto que permiten que las ganancias se inviertan en los EEUU y el Ministerio de Trabajo apoya la economía sumergida.
Y hay otras más “presuntas” imposibilidades. Y el resultado de todas ellas es que el Paraguay anda mal. No en la cumbre de las 250 familias “amos” del país, sino en los millones de empobrecidos. Pero el fanatismo y el clientelismo, ayudados por los dólares dados bajo la mesa, parece que pueden más.
Lo imposible es posible si se quiere y hay honestidad.
¿Pero dónde están los/las patriotas?