Las de mayor adhesión, según las cifras de la Policía, fueron las de Río de Janeiro, en donde unas 600 personas se reunieron en el paseo marítimo que bordea la playa de Copacabana, y la de Brasilia, que atrajo a unas 500 personas frente a la sede del Congreso.
También se registraron manifestaciones con al menos 400 personas en ciudades como Belo Horizonte, Juiz de Fora, Belén y Salvador.
Los manifestantes protestaron contra la creciente corrupción en Brasil en al menos una veintena de ciudades, pero algunas de las marchas convocadas en 127 municipios de 25 de los 27 estados del país no atrajeron ni a una veintena de participantes.
La mayoría de los manifestantes vistieron ropas con los colores verde y amarillo de la bandera y portaron letreros para defender la investigación del gigantesco escándalo por los desvíos en la petrolera Petrobras que ha salpicado a más de un centenar de políticos, incluyendo seis ministros.
La baja adhesión de las manifestaciones contrastó con la multitud de las reivindicaciones, ya que, además de defender la lucha contra la corrupción y pedir el fin del fuero privilegiado que protege a los políticos investigados, algunos grupos aprovecharon los actos para manifestar sus propias reclamaciones.
Algunos manifestantes pidieron el regreso de los militares al poder en Brasil, otros la suspensión del estatuto que limitó el porte de armas en el país y algunos se centraron en las críticas a la reforma a las jubilaciones impulsada por el Gobierno.
En Río de Janeiro, en donde los manifestantes se congregaron indistintamente alrededor de tres camiones equipados con altavoces, un grupo de defensores de la monarquía pedía desde uno de los vehículos un cambio de sistema político en Brasil.
Los menos numerosos, sin embargo, eran los que pedían la renuncia del actual presidente, Michel Temer, que sustituyó en agosto pasado a la destituida Rousseff y que también ha sido salpicado por denuncias de corrupción.