La Nochebuena y la Navidad son momentos de encuentro que no hay que empañar con episodios ingratos prevenibles, productos de conductas imprudentes que derivan en situaciones lamentables. La prevención es la mejor receta para evitar que la alegría se nuble con episodios ingratos.
El consumo de bebidas en exceso es uno de los típicos desbordes de esta temporada. La ingesta de alcohol modifica el comportamiento de las personas y puede llevar a cometer actos irreparables, imposibles de modificar una vez que se recupera el pleno uso de razón.
Conducir vehículos en ese estado es una de las transgresiones más graves y peligrosas que pueden aparecer entre hoy y mañana, así como el fin e inicio de semana. Los que manejan en estado de ebriedad se exponen a la muerte y ponen a otras personas a idéntica situación.
Sobrepasar los límites de velocidad en ruta –110 kilómetros por hora–, no respetar las franjas amarillas de faja continua o realizar adelantamientos arriesgados, aun sin estar alcoholizado, son conductas que conllevan temeridad que pueden resultar fatales.
Los accidentes ocurren no solo por fallas mecánicas de los rodados, sino también por la irresponsabilidad de los conductores y por el silencio cómplice de sus acompañantes que no les exigen cumplir con las normas de tránsito.
Otro factor de riesgo constituye la manipulación de juegos pirotécnicos, bombitas y cohetes por parte de los niños. Los daños pueden ir desde la amputación de las manos y diversos grados de quemadura, hasta graves daños en el ojo y sordera.
Los padres tienen que buscar concienciar a los niños para que no manipulen ningún tipo de petardos. A menudo los menores no dimensionan a cabalidad el riesgo a que se exponen o se apeligran excesivamente sin tomar las precauciones mínimas que les impidan sufrir daños derivados de lo que manipulan con inocencia.
Los disparos de armas de fuego por parte de los adultos son otra causa de situaciones lamentables en Nochebuena y Navidad. Demás está decir que nadie puede argüir que libera balas de su revólver jalando el gatillo porque está contento. Ninguna alegría razonable llega al extremo de adoptar conductas que ponen en peligro la vida de sus semejantes.
Para evitar hechos dolorosos que muchas veces son irreversibles hay que tomar a tiempo conciencia de que los excesos y las situaciones que conllevan peligro deben ser evitados. Inútil es lamentarlos cuando ya se han producido situaciones que no admiten vuelta atrás y dejaron saldos que derraman lágrimas.
Demás está decir que la Patrulla Caminera, los policías de tránsito municipales, la Policía Nacional, la Fiscalía y el Ministerio de Salud tienen que vigilar y estar alertas para intervenir según sus atribuciones legales. Ello no será suficiente si es que los padres de familia y sus hijos no se ciñen a los dictados de la prudencia actuando responsablemente para evitar desgracias que lamentar.