28 mar. 2024

Los violentos no merecen el honor de la reelección

Estela Ruiz Díaz

“Como sociedad hemos observado que el proyecto de enmienda no logra generar consenso. Somos testigos de la crispación y tensión que ha generado, no seré partícipe de este camino”. La frase corresponde al presidente Horacio Cartes y lo dijo en octubre del año pasado después que el Senado rechazara en agosto la enmienda para la reelección presidencial. Fue uno de los momentos políticos más lúcidos en el que asomaba un perfil estadista.

Él, como sus antecesores, sabía que la aprobación brutal de la reelección como sucedió en el Senado, generaría episodios sangrientos. Por eso, ningún ex presidente llegó a los límites hasta donde llegó Cartes.

El extenuante proceso de un año tuvo el viernes su punto más álgido con la toma e incendio del Congreso y el asesinato de un joven dirigente liberal durante inaceptable atraco policial a la sede del PLRA.

El proceso de enmienda constitucional cuyas cabezas visibles son Horacio Cartes y Fernando Lugo, con el apoyo de Blas Llano, agrietó la sociedad y fraccionó en dos el PLRA y la izquierda. Los partidos de oposición vienen dando un patético espectáculo entre acusaciones de golpistas y vendidos.

Cartes no solo logró dividirlos. Los rebajó al nivel más ruin de la política.

Los aliados cartistas, luguistas y llanistas prendieron la mecha de la violencia el pasado martes cuando instalaron una sesión paralela en el Senado para aprobar un reglamento interno para allanar el camino de la enmienda. Pero eso no fue todo.

El viernes replicaron el irregular procedimiento modificando el punto más polémico de la Constitución. Un debate que consumió 25 años, lo despacharon en minutos y a puertas cerradas.

LA ENMIENDA. Los hechos violentos dejaron en segundo plano los puntos modificados que pretenden ser aprobados con la política de los hechos consumados. Además de habilitar un periodo más para el presidente y los gobernadores, levantar la prohibición para la candidatura de legisladores, hay un punto sumamente llamativo que debilita las atribuciones del Congreso.

En un trueque acordaron que el presidente que pretenda la reelección renuncie 6 meses antes de las elecciones “siendo suficiente para ser candidato en tal caso, la comunicación de su renuncia a los demás Poderes del Estado y al TSJE, en el plazo mencionado”. En la redacción actual, la renuncia debe ser aceptada por el Congreso. Con este artículo, Cartes evita traiciones de último momento de sus aliados.

En una evaluación rápida se puede sentenciar que los aliados fueron derrotados, a pesar de su “victoria” en el Senado.

FRENTE GUAZU. El partido de Fernando Lugo se lleva la peor parte. Es que este pacto apunta al corazón de su propia existencia . En primer lugar, la postura cínica de Lugo, que votó en contra de la enmienda en contraposición a su movimiento. ¿Cómo se puede confiar en un partido cuyo líder guía hacia un camino, pero su tropa va de contramano?

El acuerdo con el Gobierno es el punto menos digerible de su discurso: afirman luchar contra la oligarquía, pero se alía con la más rancia derecha para aprobar la reelección alegando “intereses comunes coyunturales”. Esa aludida oligarquía fue su verdugo en el juicio político del 2012.

Otro error craso del FG es que cuando decidió pactar con Cartes, exigió el compromiso de instalar la enmienda con reglas claras y transparentes. Necesitaban formalidad y legitimidad. “No vamos a atropellar como ellos hicieron con el juicio a Lugo”, decían los voceros. Sin embargo, tomaron el mismo camino del atropello institucional. No solo prestaron su bancada como aguantadero ; también prestaron un vocero. Carlos Filizzola hizo el ridículo papel mientras los colorados, más duchos en estas lides, lo dejaron solo para justificar tamaña contradicción. “Lo hago por Lugo, no por Cartes”, vociferaba.

Y finalmente, el propio FG se encargó de derribar la fariñesca teoría semántica de que Lugo está habilitado sin necesidad de enmienda.

PLRA-LLANO. Esta sea tal vez la hora más delicada para el sector liberal que lidera Blas Llano. Como jugador de segunda línea y con la imagen destrozada por su postura, el senador recuperó aliento con su apoyo a la reelección de Lugo. En la última semana sumó a su causa a Yoyito Franco y Blanca Lila Mignarro, un giro que levantó demasiadas sospechas.

Pero el asesinato del joven dirigente liberal los deja al borde del precipicio. ¿Cómo van a justificar los diputados el voto que puede beneficiar al presidente de la República cuya policía atracó la sede del partido y asesinó a uno de sus dirigentes?

“Les pesa, pero siguen con nosotros”, dijo ayer aliviado un legislador cartista.

YO, HORACIO. El presidente, al igual que Lugo, sigue jugando a las escondidas con el tema de la reelección. Pero esta crisis lo sacudió violentamente de su cómoda posición de titiritero.

Un hecho sumamente llamativo es la manera en que el Gobierno permitió que la ANR planteara la enmienda la semana en la que Paraguay estaba en la vidriera económica mundial por la asamblea del BID, que volvía a reunirse en el país después de 50 años. Cartes estaba en su mejor momento: a pesar de la crisis con el Senado había logrado colocar bonos soberanos en condiciones inmejorables y había ganado una batalla jurídica clave por la deuda Gramont Berres. Y el viernes iba a lucirse en la habilitación del superviaducto de Madame Lynch, la obra emblema de su gobierno.

Entonces ya tenía los 25 votos en el Senado para aprobar la enmienda. Podía esperar una semana más y arremeter apenas se fuera el último visitante del BID. Pero no. “Compró la pelea”, como gusta decir y dio luz verde al atropello porque “para qué esperar si tenemos la mayoría”, sin importarle las consecuencias.

Lo único que logró es aparecer en el mundo como un presidente mentiroso que rechazaba la reelección que ahora impone a costa de sangre, que el BID sesione en medio de la humareda de la crisis, y sin poder salir de su residencia para inaugurar su obra cumbre.

La granada que él mismo desactivó explotó en su rostro, pero fiel a su estilo autoritario, salió a culpar a “un grupo de paraguayos empotrados en la política y en medios masivos de comunicación que no escatimarán esfuerzos para lograr el objetivo de destruir la democracia y la estabilidad política y económica del país”, sin un ápice de autocrítica.

Y aunque en su soberbio comunicado quiso despegarse de la crisis, al día siguiente intentó poner paños fríos al destituir al ministro del Interior y el comandante de la Policía.

Era la segunda derrota oficial: la primera fue la suspensión de la sesión de Diputados, que ayer debía finiquitar el atropello.

Sin embargo, ni Cartes ni la ANR, ni el PLRA/llanista ni el Frente Guasu desactivaron la bomba de la enmienda, que se suspendió momentáneamente por la crisis.

El plan seguirá con la aprobación de los diputados y el llamado a referéndum del TSJE. El camino de los hechos consumados seguirá su curso arrastrando instituciones a su paso.

Lo cierto y claro es que por la brutal forma que eligieron para imponer la enmienda, ni Cartes ni Lugo merecen el derecho y el privilegio de la reelección.

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