ITURBE, GUAIRÁ
-Sí, los carpincheros del cuento todavía existen, pero casi ya no quedan carpinchos... -afirma Silvio Rodas, conocido como Piliki, también ex carpinchero, mientras nos conduce en su precaria canoa por las aguas del Tebikuarymi.
Parado y con el torso desnudo, impulsándose con un rústico pértigo, se parece a un personaje fugado del cuento Carpincheros, el primero del libro El trueno entre las hojas de Augusto Roa Bastos, publicado en 1953.
Silvio Rodas es el último de los carpincheros en el Tebikuarymi
Aunque nacido en Asunción, el 13 de junio de 1917, Augusto llegó aquí con 3 años de edad, en brazos de su madre Lucía Bastos. Su padre, Lucio Roa, ya llevaba un par de años trabajando en el ingenio azucarero y la familia habitó en una pequeña casa, sobre un barranco a orillas del río.
La casa original de los Roa ya no está. Solo quedó un desvencijado portón de madera que el escritor encontró en 1994, cuando regresó de visita a Iturbe, luego de casi medio siglo de ausencia. Él lo llamó “el portón de los sueños”, que le permitía escapar desde allí a las aventuras infantiles para descubrir el mundo. Ese mismo portón se mantiene como monumento junto a la antigua estación del Ferrocarril, hoy convertida en museo y Casa de la Cultura.
REALIDAD Y FICCIÓN. Gran parte de lo que el niño Augusto vivió en Iturbe aparece reflejado en varias escenas de sus cuentos y novelas.
“Su papá le prohibía salir, pero él se escapaba a las siestas y a las noches para vivir aventuras con sus amigos, los mita’i campesinos. Fue así como vio a los carpincheros pasar con sus canoas por el río, como describe en su cuento Carpincheros. Con los de su pandilla colocaban obstáculos en las vías del ferrocarril, como se lee en su cuento Pirulí, para que el tren se detenga y ellos puedan subir y viajar gratis”, relata la ex maestra de literatura Reina Gallinar, en cuya casa se alojó Roa Bastos cuando regresó a Iturbe.
El portón de los sueños, lo único que quedó de la casa de Roa Bastos.
“Iturbe es para Roa Bastos su aldea literaria, a la que llama Manorá, al igual que Aracataca es Macondo para García Márquez. Mucho de lo que él vivió en este lugar aparece en su literatura y muchas cosas que hay en sus cuentos todavía se pueden hallar aquí”, destaca la profesora Reina.
RELIQUIAS. Un ajado pupitre de madera se guarda celosamente en el museo La Estación de Iturbe.
Un cartelito informa que se trata del mismo pupitre escolar en que se sentaba el niño Augusto, cuando cursaba los primeros grados en la Escuela Rigoberto Caballero, entre 1924 y 1926.
Después, Augusto se fue a seguir sus estudios en Asunción, pero regresaba en las vacaciones y así se puso de novio con Ana Lidia Tota Mascheroni, hija de una de las familias tradicionales de Iturbe, con quién se casó en 1942. La casona y el antiguo almacén de los Macheroni se mantienen altivos, cerca de la Estación.
El antiguo pupitre en el que se sentó Augusto Roa Bastos
La casa de la administración, de la Azucarera Iturbe, en el lugar donde vivían los Roa Bastos
“Yo he leído sus obras y está clarísimo que este es el lugar que él cuenta, donde vio pasar a los carpincheros en la noche de San Juan y un poco más allá estaba el lugar por donde pasaba la balsa, antes de que exista el puente. Es probablemente el lugar donde tenía su balsa ese líder sindical de los cañeros, que se quedó ciego y después se hizo balsero”, dice Piliki, mientras sigue remando con el pértigo.
A 100 años de su nacimiento, Roa Bastos y su obra siguen vivos en Iturbe.