El cristiano de hoy tiene necesidad de modo particular de la virtud de la fortaleza, que, además de ser humanamente tan atractiva, resulta imprescindible dada la mentalidad materialista de muchos, la comodidad, el horror a todo lo que suponga mortificación, renuncia o sacrificio...: todo acto de virtud incluye un acto de valentía, de fortaleza; sin ella no se puede ser fiel a Dios.
Todos los días se nos presentan muchas ocasiones para vivir estas virtudes: para superar los estados de ánimo, para evitar las quejas inútiles, para perseverar en el trabajo cuando comienza el cansancio, para sonreír cuando nos encontramos con menos facilidad de hacerlo, para corregir lo que sea necesario, para comenzar cada labor en su momento, para ser constante en el apostolado con nuestros familiares y amigos...
En una homilía, el Papa Francisco dijo: “Herodes hizo matar a Juan para contentar a la amante Herodías y el capricho de su hija. Dios lo había enviado para preparar el camino a su Hijo. Y Juan termina mal su vida, en la corte de Herodes, que se encontraba en el banquete”.
Cuando se está en la corte es posible hacer de todo: la corrupción, los vicios, los crímenes. Las cortes favorecen estas cosas...
A Juan se le había dado la posibilidad de decir ‘Yo soy el Mesías’, porque tenía mucha autoridad moral, todo el mundo iba donde él. Era un hombre recto. Le preguntaban si era él el Mesías. Y, en el momento de la tentación, de la vanidad, podía poner una cara de circunstancia y decir: “Pero, no lo sé...” con una “falsa humildad”. Sin embargo ha sido claro: “¡No, yo no lo soy! Detrás de mí viene uno que es más fuerte que yo, del que no soy digno ni de atarle la correa de sus sandalias”...
(Frases extractadas del libro Hablar con Dios, de Francisco Fernández Carvajal y http://es.catholic.net/op/articulos/5483/cat/330/la-muerte-de-juan-bautista.html).