02 oct. 2025

El arte abstracto de posguerra firmado por mujeres halla su lugar en el MoMA

El trauma, la migración y la reconstrucción que marcaron la posguerra fueron detonantes creativos para un gran número de mujeres artistas que, si bien lo tuvieron difícil para destacar en un mundo hipermasculino, tienen ahora su espacio propio en el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York.

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La muestra se estrenará este martes en Estados Unidos. Foto: globedia.com

EFE

La exhibición “Making space: women artists and postwar abstraction”, que permanecerá en el museo del 15 de abril al 13 de agosto, contiene un centenar de obras de 50 artistas internacionales y pone en valor sus logros entre las décadas de los 50 y los 60, centrales para el movimiento abstracto.

La “cultura hipermasculina” que acompañó a esta corriente artística después de la Segunda Guerra Mundial “hacía más difícil para las mujeres, a las que se asignaba normas de género específicas, participar” en él, dijo a Efe una de las comisarías de la muestra, Starr Figure.

Más todavía si, además, estaban casadas con artistas: ese fue el caso de Lee Krasner, quien durante toda su carrera luchó contra la idea de que los fuertes gestos del expresionismo abstracto eran una “heroicidad” de los hombres y solo tras la muerte de su marido, Jackson Pollock, consiguió hacerse con un nombre propio.

En “Gaea” (1966) se aprecia cómo Krasner utilizó su cuerpo y su fuerza para expresarse a través de incisivos brochazos de pintura en tonos rosados, blancos y oscuros. “Quiero que el lienzo respire y esté vivo”, explicaba la artista en aquel momento.

“El expresionismo abstracto trata sobre cómo trabajar a gran escala con unos grandes ademanes, sobre la ambición y la bravuconería en la pintura”, aseveró Figura.

“Se pensaba que solo los hombres podían ser grandes artistas, y eso es contra lo que se plantaron” estas artistas, por lo que sus obras cuentan la “increíble historia de cómo persistieron y siguieron detrás de sus ideas durante aquellos años”, añadió..

Precisamente, el recorrido de la muestra, presentada hoy por el MoMA, comienza con un retrato dinámico y colorista del viaducto Shinnecock, en Long Island, obra de la estadounidense Grace Hartigan, una pionera en el género que en los años 50 firmó bajo el nombre de George para sortear los prejuicios de género.

Las mujeres que protagonizan la muestra encontraron medios de expresión en los gestos existencialistas, el orden racional de la geometría y el potencial disruptivo de materiales como la tela, pasando por la fotografía o el papel.

Entre los trabajos que atrapan la mirada está “Current” (Bridget Riley, 1964), una vibrante composición de líneas sinuosas en blanco y negro que participó en “The responsive eye”, una exhibición del MoMa que ayudó a definir el estilo “op art” en 1965.

Junto a otras obras destacadas de la abstracción geométrica, como las de la uruguaya María Freire o las venezolanas Gego y Elsa Gramcko, están expuestas algunas de las 40 obras adquiridas recientemente por el MoMA.

Entre ellas, la comisaria Sarah Meister distinguió las fotografías de la vanguardista brasileña Gertrudes Altschul por su “diálogo entre el impulso abstracto en la fotografía, incluso cuando se basa en una percepción muy cerrada del mundo, y en las pinturas y esculturas de otros artistas brasileños”.

A pesar de que la muestra no sigue un orden cronológico, sí es reconocible la producción de las artistas en los años 60 porque utilizan cerámica o tejidos, que “siempre se habían asociado con el trabajo de las mujeres”, para transformarlos “en algo radical”, señaló Meister.

Ejemplo de ello es la obra de Anni Albers, de la que se exponen varios separadores de habitación tejidos con materiales poco convencionales, como celofán o crin de caballo, y que bebe de la Bauhaus de Alemania, donde dirigió un taller de telas hasta que los nazis lo cerraron en 1933.

El tejido estructurado “Yellow Abakan” (1967-1968), de la polaca Magdalena Abakanowicz, roba la atención de una de las salas por sus imponentes tres metros de altura y el aspecto inquietante que le otorgan el color ocre de las fibras y su áspera textura.

Las comisarias señalaron que todas las obras, desde las recién adquiridas hasta las de los años 50 y 60, forman parte de la colección del MoMA, que tiene el objetivo de ampliar la representación de las mujeres artistas en el museo y en 2010 publicó un libro en torno a su legado.

“Estamos orgullosas de dar su espacio a los logros” de las artistas, pero la exhibición forma parte de un “esfuerzo a largo plazo”, así que “no es un comienzo ni un final, sino un paso más” en el camino, concluyó Meister.

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