EFE
La fiesta en honor a Iemanjá se celebra cada 2 de febrero y, aunque en las costas de Brasil o Uruguay tiene más arraigo, en Paraguay también hay personas que se acercan a los ríos para ofrecer un ritual a la diosa y agradecerle los favores recibidos, explicó Mamacha de Ogum, sacerdotisa del culto africano en Paraguay.
Así, los creyentes ubican la imagen de la diosa en una pequeña barca, la cubren de flores, joyas, espejos, peines, comida y otras ofrendas, y la lanzan al río hasta que la corriente la hace desaparecer.
Mamacha de Ogum señaló, en su templo ubicado en el centro de Asunción, que la veneración a Iemanjá es común a los practicantes del culto umbandista, del yoruba o del candombé, algunas de las diferentes ramas de los cultos africanos presentes en América, cuyos santos se denominan orishás.
La sacerdotisa añadió que estas religiones llegaron a América con el tráfico de esclavos africanos, pero su fe fue perseguida y se vieron obligados a camuflar sus creencias ante la mirada de los colonos blancos para quienes trabajaban.
“Los esclavos traían sus cultos y religiones, pero no podían practicarlos frente a la gente blanca. Entonces tomaban las imágenes católicas y detrás de ellas tenían las imágenes correspondientes a su culto. En la celebración daban a entender que veneraban a imágenes católicas, pero en realidad continuaban siguiendo su religión original”, declaró.
La práctica clandestina y el sincretismo con la religión católica alteró los rasgos de Iemanjá, que pasó de representar a una mujer negra vestida de azul con un espejo en la mano, a adoptar una figura similar a la de las vírgenes católicas, y se convirtió en una mujer de piel blanca, cubierta con una larga túnica, y por cuyas manos resbalan puñados de perlas marinas.
La diosa desembarcó en Paraguay, junto con el resto de rituales y cultos africanos, hacia el siglo XX, de la mano de sacerdotes brasileños, y actualmente tiene en el país muchos seguidores que no siempre se identifican como descendientes de africanos, según Mamacha de Ogum.
Persiste, sin embargo, una persecución que lleva a que todavía hoy muchos de los practicantes de religiones africanas en Paraguay oculten su fe, debido a la discriminación social, el desconocimiento y la influencia de la Iglesia católica en el país, aseguró la sacerdotisa.
“La discriminación la hemos sufrido siempre. Gente de otras religiones, incluso del ámbito político, acude a pedir socorro a los templos del culto africano, pero después no quiere que los demás sepan que están solicitando esta ayuda o que frecuentan nuestros servicios”, expuso.
La falta de conocimiento provoca además que muchas personas sientan “pánico” y piensen que “el culto les puede destruir o arruinar, cuando la verdad es que esta religión está para ayudar y no para dañar”, según Mamacha de Ogum.
Entre quienes creen que esta fe puede ayudarles, la sacerdotisa encuentra personas que piden principalmente “trabajo y familia”, y también a otras que “han adoptado las imágenes, como la de Iemanjá, y las consideran protectoras de sus hogares”, dijo la sacerdotisa.
En algunos casos, incluso los fieles acuden a la diosa de las aguas para pedirle protección frente a las inundaciones que periódicamente anegan cosechas y carreteras en el interior de Paraguay, y desalojan barrios enteros de la ciudad de Asunción.
El culto a Iemanjá y la tradición religiosa umbandista son considerados como patrimonio cultural inmaterial de Río de Janeiro (Brasil), donde el homenaje a la diosa se celebra el último día de cada año en la playa de Copacabana.
Según el último censo oficial (2010), Brasil contaba con 407.332 practicantes de umbanda, que representan menos del 1 % de la población.