La desesperanzada familia del suboficial Edelio Morínigo solo espera un milagro. Tal vez, suponen, una intervención del papa Francisco, durante su inminente visita al Paraguay, logre sensibilizar a los violentos del Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) y decidan la liberación del policía, que cumple el secuestro más extenso de la historia de nuestro país.
Y seguramente será un milagro el que genere ese feliz desenlace, ya que de parte del Gobierno y de la Fuerza de Tarea Conjunta (FTC) no se han percibido ni se perciben acciones contundentes para propiciar la liberación o generar las condiciones que faciliten el rescate del agente Morínigo.
Contrasta el caso con el del joven Arlan Fick, quien tuvo a su favor dos elementos claves: la constante movilización ciudadana y una sostenida presión internacional ejercida fundamentalmente desde el Gobierno del Brasil para que el adolescente retorne sano y salvo a su hogar.
Infortunadamente, Morínigo, por ser únicamente ciudadano paraguayo, no despierta el interés de ninguna gran potencia, ni a nivel mundial ni regional; por lo tanto, el Gobierno no siente sobre sí esa importante presión destinada a brindar resultados para salvaguardar la vida de sus ciudadanos.
Pero la falta de acción no es solamente atribuible a las autoridades; la sociedad también se ha mostrado tibia y desmovilizada en torno al caso de Edelio Morínigo. Los reclamos ciudadanos han sido mucho menos numerosos e insistentes que los que tuvieron lugar con Arlan y mucho más focalizados al entorno familiar del suboficial o a la zona donde se despliega la insidiosa acción del EPP.
Cabe preguntarse: ¿Esta falta de prioridad del Gobierno y de la FTC en torno a la situación de Edelio será también un reflejo de su actitud en lo atinente al combate a los irregulares? Esperemos que no. Y ello no solamente por la terrible situación que atraviesa el Norte del país, sino también por la realidad de inseguridad que afecta al conjunto de la República. Últimamente –se han visto–, los “logros” del Gobierno con relación al tema se limitan a algunas acciones puntuales contra la ACA, pero el EPP sigue con su siniestra actividad, como si mayormente nada sucediera; tan campantes ellos.
Resta, pues, esperar que el papa Francisco se haga eco de la tremenda realidad que se vive en los departamentos de Concepción, Amambay, Canindeyú y San Pedro, no solo por la acción del EPP, sino también por el infausto incremento de la actividad delictiva vinculada con el tráfico de drogas, realidad tan propicia al poderío económico de los guerrilleros. Esperar la palabra elocuente del Pontífice y que se posibilite, de esta manera, una reacción de las autoridades nacionales, civiles y militares, para que despierten de su letargo y hagan algo más contundente para que el pobre Edelio pueda también regresar prontamente al calor de un hogar del que nunca debió haber sido apartado.