18 may. 2024

Santísima Trinidad

Hoy meditamos el Evangelio según San Juan 16,12-15. «Recibe de lo mío y os lo anunciará». La acción del Espíritu sobre la iglesia no consiste en suscitar ni enseñar cosas distintas de las manifestadas por Jesucristo, sino en favorecer la plena comprensión de todo lo que el Hijo oyó del Padre y nos dio a conocer (cf. v. 15).

En la última cena, Jesús explica a los apóstoles las verdades más profundas acerca de sí mismo y de su relación con el Padre y el Espíritu Santo, a la vez que les asegura que no se quedarán solos porque contarán con la ayuda del Espíritu Santo, que continuará su misión guiando a la iglesia a lo largo del tiempo.

Los Apóstoles han sido testigos de la predicación y de las acciones de Jesús, así como de su trato filial con Dios, al que siempre se dirige llamándole “padre”, incluso en ocasiones, con la forma infantil abbá, “papá” (cf. Mc 14,36). Ahora, les habla de la ayuda que les prestará el Espíritu Santo: “Recibirá de lo mío y os lo anunciará” (v. 14). La acción del Espíritu sobre la iglesia no consiste en suscitar ni enseñar cosas distintas de las manifestadas por Jesucristo –ya que la verdad no cambia con el tiempo, las opiniones, ni el parecer de las gentes–, sino en favorecer la plena comprensión de todo lo que el Hijo oyó del Padre y les dio a conocer (cf. v. 15).

Jesús ya les había anunciado que “el Paráclito, el Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, Él os enseñará todo y os recordará todas las cosas que os he dicho” (Jn 14,26), y ahora añade que “os guiará hacia toda la verdad, pues no hablará por sí mismo, sino que dirá todo lo que oiga y os anunciará lo que va a venir” (v.13). Su tarea consistirá en orientarnos hacia la verdad en las nuevas y cambiantes situaciones de la historia y de la vida de las personas, con la mirada puesta siempre en lo que Jesús nos ha enseñado.

Jesús habla con naturalidad del Padre y del Espíritu como personas distintas a él y entre sí, a la vez que insinúa que comparten lo mismo: “Todo lo que tiene el Padre es mío” (v. 15), y lo que anuncia el Espíritu es lo que “recibirá de lo mío” (v. 14). Solo hay un Dios, una sola naturaleza divina, que subsiste en tres personas distintas, el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo.

El Catecismo de la Iglesia Católica, utilizando la fórmula de la antigua confesión de fe llamada Quicumque, afirma que “la fe católica es esta: Que veneremos un Dios en la Trinidad y la Trinidad en la unidad, no confundiendo las personas, ni separando las substancias; una es la persona del Padre, otra la del Hijo, otra la del Espíritu Santo; pero del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo una es la divinidad, igual la gloria, coeterna la majestad” (1).

Esta verdad de fe no es algo bonito, pero lejano, sino que nos habla de nuestra relación personal con Dios y con cada una de las personas divinas: “En efecto –recuerda el papa Francisco–, mediante el Bautismo, el Espíritu Santo nos ha insertado en el corazón y en la vida misma de Dios, que es comunión de amor. Dios es una ‘familia’ de tres personas que se aman tanto que forman una sola cosa. Esta ‘familia divina’ no está cerrada en sí misma, sino que está abierta, se comunica en la creación y en la historia y ha entrado en el mundo de los hombres para llamar a todos a formar parte de ella. El horizonte trinitario de comunión nos envuelve a todos y nos anima a vivir en el amor y la fraternidad, seguros de que ahí donde hay amor, ahí está Dios” (2).

Hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, por eso, es parte de nuestra propia naturaleza fomentar la unidad y el amor recíproco con el Señor y con los demás, en la gran familia del mundo y de la iglesia, en las relaciones sociales y domésticas, en la amistad y el entorno de trabajo. “La fiesta de la Santísima Trinidad nos invita a comprometernos en los acontecimientos cotidianos para ser fermento de comunión, de consolación y de misericordia” (3). (Frases extractadas de https://opusdei.org/es-es/gospel/2022-06-12/).

Más contenido de esta sección
Demasiados episodios grotescos en una semana como para no dedicarles unas líneas.
Tras las impactantes revelaciones que se obtuvieron con la operación Dakovo, que logró exponer tan explícitamente los alcances del crimen organizado en cuanto al tráfico de armas, sobrevino una situación por de más escandalosa: la implicación de altos militares en actividades criminales. Esta fue sin dudas una dolorosa comprobación del elevado nivel de infiltración del poder mafioso dentro de las instituciones del Estado paraguayo. Además de ser profundamente vergonzoso, esto implica un ataque a la democracia.
El Congreso Nacional rompió récord esta semana con el proyecto de la ley de superintendencia; los senadores tardaron 15 minutos para aprobar; los diputados 11 minutos. En una convulsionada jornada, los diputados también aprobaron ley que suaviza penas para corruptos y los senadores salvaron al cartista Hernán Rivas, acusado de tener un título falso de abogado. Y como les quedó tiempo, también mutilaron la ley de puerta giratoria. Este es el espantoso combo navideño que el Parlamento le ofrece al pueblo paraguayo.
Los impactantes resultados de la operación Dakovo lograron exponer en forma explícita los alcances del crimen organizado en cuanto al tráfico de armas. En nuestro país, logró la detención de más de una decena de personas involucradas en un esquema de tráfico internacional de armas y una nota gravísima, entre los detenidos están un militar de alto rango así como ex funcionarios de la Dimabel. Es muy preocupante la manera en que la mafia y el crimen organizado están socavando nuestra soberanía y nuestra democracia.
No fabricamos armas, pero las comercializamos en cantidad industrial. No producimos cocaína, pero el país es depósito, ruta y puerto de embarque de cantidades industriales que llegan a los principales mercados del mundo.
Eduardo Nakayama abandona el PLRA. Solo y apresuradamente, dicen. Quién sabe. Explica que no ve ninguna posibilidad de que su partido pueda desprenderse de la infiltración cartista. Desde adentro ya no hay nada que hacer, sostiene.