07 may. 2024

Rosso’i: El hombre que sembró el terror en San Pedro

En esta nueva entrega de Crímenes que dejaron huellas, Mario Rosso, alias Rosso’i, uno de los delincuentes más temidos en la zona de San Pedro.

Mario Rosso.

Detenido. Mario Rosso cuando cayó preso en el año 2007.

Archivo ÚH.

“Todo pasó rápido”, recuerda el comisario Julio Díaz, uno de los cuatro policías que se enfrentaron a tiros con Mario Rosso, uno de los delincuentes más temidos en la zona de San Pedro.

En la calurosa siesta de aquel 11 de febrero de 2009, el conocido por todos como Rosso’i viajaba en el asiento del acompañante de una camioneta Mitsubishi por un camino vecinal de la localidad de General Resquín, lugar en donde no abundan los automóviles y camionetas.

Por eso se sorprendió al ver que un automóvil con cuatro personas a bordo se haya cruzado en su camino. Enseguida supo que eran policías vestidos de civiles y gritó al conductor para que pise a fondo el acelerador. La suerte ya estaba echada.

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El silencio del lugar se rompió con el chillido de los neumáticos y los estruendos de los disparos de los oficiales vestidos de civiles que trataban de detener vivo o muerto a uno de los hombres más buscados en la zona, al que se le atribuyen alrededor de 11 homicidios, además de violaciones, asaltos y hasta secuestros.

“Teníamos la información de que estaba por General Resquín y le empezamos a seguir. Cuando nos encontramos hubo un enfrentamiento a tiros”, recordó el comisario Díaz, quien fue el que dirigió el operativo en el que Rosso’ i cayó abatido, con un disparo en la cabeza y dos en el pecho.

Con la muerte de Rosso’i terminaba una ola de violencia que había comenzado 13 años atrás, en el año 1996, cuando el pequeño Mario tenía tan solo 11 años y recibió la propuesta del destino para transitar el camino de la marginalidad y la delincuencia.

Una tía, hermana de su padre, fue asesinada en su casa, en Choré, y vio a sus familiares devastados y hundidos en el dolor.

Casi nadie le tomó en serio cuando en medio de su inocencia hizo un desafiante juramento: “No se preocupen, yo voy a matarlos a todos”, prometiendo así vengar la muerte de su familiar tan cercano.

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Mario pertenecía a una familia de ascendencia italiana que era muy reconocida en la zona, y que lo ayudó a resguardarse de la miseria que vive el departamento en donde le tocó nacer.

Sin embargo, fue el odio y no las carencias económicas lo que lo impulsó a realizar sus primeros golpes donde ya quedaba expuesta su sed de matar.

Uno de los más recordados por la policía fue el asalto a la gasolinera Jejuí, de la empresa Compasa, el 9 de setiembre de 2007, en Nueva Germania, donde luego de realizar el golpe, asesinó al guardia del lugar, Celso González, en medio de la huida.

Los intervinientes en este hecho no se explican el motivo del crimen, ya que Rosso y su cómplice ya se habían hecho con el botín y, sin embargo, le disparó igual, quién sabe si para no dejar testigos o si ya le había encontrado el gusto a la muerte ajena. Había versiones de que el hombre había sobornado al guardia momentos antes de realizar el atraco.

Luego de este hecho, fue perseguido por la Policía y terminó hiriendo al suboficial Rolando Santacruz, quien tuvo que ser trasladado a Asunción por la herida recibida.

A casi tres meses de este hecho, Mario cayó preso en una intervención policial que buscaba a los autores de un frustrado asalto a un local del Banco Nacional de Fomento de la ciudad de Choré.

Estando en manos de la Policía, aceptó dar declaraciones al periodista Carlos Marcelo Aquino y con sangre fría confesó que estaba en sus planes robar un banco. “A mí me llamaron para formar parte del grupo y me dijeron que ya se tenían las armas, los uniformes policiales y militares que íbamos a utilizar para el atraco”, relató en ese momento.

Parte de la población que se sentía en peligro con el temible Mario suelto recuperaba su tranquilidad cuando en las radios locales anunciaron su reclusión en la cárcel regional de San Pedro.

La calma duró exactamente hasta el 20 de abril de 2008 en que de vuelta el pánico comenzó a cundir por la noticia de la fuga de ocho reclusos de la cárcel regional, por un supuesto descuido de uno de los guardias.

El nombre de Mario Rosso figuraba en la lista de los fugados y ya nadie se sentía seguro en el lugar. Ni siquiera las principales autoridades.

El entonces gobernador de la zona, hoy senador de la nación, José Pakova Ledesma, denunció públicamente que recibió amenazas de muerte por parte de una banda liderada por Rosso, quien se mantuvo en la clandestinidad por cinco meses más, hasta febrero de 2009, día en que se cruzó en el camino con los agentes policiales.

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