21 jul. 2025

Refundar la capital

Hemos olvidado para qué fin hemos fundado la ciudad. La ciudad dejó de ser aquella creación que facilitaba los intercambios e interacción entre los ciudadanos, para convertirse en el espacio donde la infraestructura se diseña solo con el fin de “progresar” y ya no busca responder a las necesidades reales de la población. Esto resume gran parte de los problemas que enfrentamos hoy en Asunción.

Cada vez más, el suelo urbano crece de forma desordenada y con proyectos públicos aislados que no comprenden a la ciudad como un sistema vivo.

Los ciudadanos ya no viven en el centro urbano y esto se observa con claridad en la baja y alarmante densidad poblacional del Centro Histórico de Asunción. Estamos a pocos años de convertirlo en un museo y en ruinas.

La propia Asunción redujo su población de los 529.433 en el 2012 a 462.241 en el 2022 (según el Censo Nacional de Población y Viviendas).

Con certeza, una de las principales causas de la gentrificación es la poca o nula planificación y el crecimiento inmobiliario desorganizado. No hablamos aquí de la necesidad de restringir la inversión ni de limitar el crecimiento inmobiliario y económico de la ciudad, sino de gestionar los recursos públicos de manera que acompañen el crecimiento y guíen la inversión, de modo que tanto inversores como habitantes puedan beneficiarse del plusvalor generado por un suelo urbano planificado.

Poco se ha hablado de los grandes proyectos y estudios que se han realizado en pro de una Asunción modelo, y que han quedado archivados en gavetas, en el olvido. Urbanistas de talla mundial han dejado su visión sobre la Capital: Jan Gehl y Salvador Rueda han sido dos de ellos.

El primero, considerado padre del diseño urbano centrado en las personas, fue artífice de la transformación de Copenhague en una de las ciudades con mayor calidad de vida del mundo. El segundo, autor del urbanismo ecosistémico, impulsó la Barcelona de las supermanzanas, que han devuelto la ciudad a las personas.

Ambos autores han plasmado su conocimiento y percepción sobre Asunción, en trabajos presentados en el año 2014 y 2019, respectivamente. Coinciden en una premisa principal para la Capital: recuperar la ciudad para sus habitantes, para las personas.

Reestablecer la prioridad de repoblar Asunción es el catalizador que nos conducirá hacia una ciudad viva y, consecuentemente, a un crecimiento urbano ordenado.

El progreso de una ciudad no se mide en la altura de sus edificios, sino en la calidad de vida que ofrece. Esto no debería ser de interés solo para los habitantes, sino también para los inversores.

Un proyecto de inversión que no considera el plusvalor del suelo urbano –es decir, el valor agregado generado por la inversión pública en infraestructura y que repercute en cada lote–, es una inversión que pierde rentabilidad.

Ninguna edificación actúa aislada en la ciudad, aunque se piense autosostenible. En las calles congestionadas de tráfico e inundadas en días de lluvias, nos encontramos todos.

Cuando hablamos de inversión y pensamos en el valor inmobiliario sin evaluar las condiciones sociales del sector, estamos hablando de construir sin cimientos sobre la arena. La mixtura es ineludible para un verdadero progreso, tanto en el uso de suelos (comercial, habitacional, corporativo, cultural, etc.), como en la creación de ofertas de unidades habitacionales (viviendas) para todo público. Una ciudad sin habitantes, invadida por edificios en altura y cubierta en asfalto, no es más que una escenografía de un teatro barato.

Una ciudad sin personas se vuelve insegura, y una ciudad insegura termina quedándose sin personas. La actividad en las calles, la apropiación social por parte de sus habitantes y, naturalmente, la existencia misma de estos habitantes, son indispensables para una ciudad segura.

Esto ya lo sabían Jane Jacobs y Oscar Newman, especialistas en urbanismo en la década de 1970. La solución definitiva a la inseguridad urbana no son las fuerzas del orden, sino las personas en las calles. Necesitaríamos un policía junto a cada habitante para igualar el nivel de seguridad que se experimenta al vivir en comunidad.

Es momento de tomar conciencia, estamos aún a tiempo de refundar nuestra ciudad.

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