Este año se conmemora el 60 aniversario de la obra cumbre de Julio Cortázar, Rayuela, publicada en junio de 1963, considerada una de las novelas más importantes de la literatura del siglo XX, con la que se inició el llamado boom latinoamericano.
La galería madrileña Marlborough se hace eco de ello y, hasta el 18 de noviembre, expone una singular muestra titulada Rayuela/El orden falso, que reúne un total de 15 artistas iberoamericanos bajo la inspiración del complejo y vasto universo de la obra.
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Comisariada por Octavio Zaya, la exposición “es una oportunidad para reunir a un destacado grupo de artistas plásticos latinoamericanos, de tan diferentes estilos y procedencias, bajo el paraguas de Rayuela, en este aniversario que no hace falta que sea redondo —25, 50, 75— pero sí una ocasión para volver al padre de la contranovela”.
Zaya buscó una excusa para reunirlos a todos: como una rayuela, te podés saltar una sala y hacer tu propio recorrido. No tiene un orden convencional, lineal: “Yo no planteo una guía, eso sería contradictorio. Cada uno camina como quiere y crea su exposición. Cada quien hace lo que le parece conveniente, no hay orden”, porque como dice La Maga, protagonista de la obra de Cortázar, “el orden falso disimula el caos”.
Es un aniversario que no es redondo, ni 50, ni 75, ni 100 años, ni hace falta porque Rayuela es desde su publicación un clásico moderno en la literatura en castellano. Para su comisario se trata de una agradable, y siempre bienvenida, excusa para mostrar cómo se accede al proceso de creación artística y se llega a la obra. Cada uno parte de un tema similar, con un resultado distinto, por su propio orden, por su propio caos…
Entre estos artistas, y a modo de introducción, cuando entramos a la exposición nos encontramos con el peruano Fernando Bryce, que ejerce de periodista, casi de notario de una época, que con una obra en blanco y negro, reproduce portadas y artículos de periódico de esos años, para dar fe de esa convulsa época que nos sitúa en el tiempo y el espacio —golpe militar contra Salvador Allende, Fidel Castro, muerte del Che Guevara, Kennedy…— con piezas hechas para esta ocasión con las que introduce al espectador a los años 60 y 70, a través de la prensa de aquellos días, y así relaciona al público con el mundo de la novela: un plano de París, una calle de Buenos Aires, los personajes de Rayuela y otros inventados, como el propio Bryce, que se autorretrata.
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La obra de Bryce, con piezas hechas exprofeso para Marlborough en torno a la novela, expresan su interés por los hechos históricos a través de la prensa y los documentos para reinterpretarlos, como la que ilustra el mapa de París y los personajes. Lo que se ha venido en llamar “un análisis mimético, el método de trabajo que consiste en copiar meticulosamente a mano, en tinta sobre papel, textos e imágenes tomadas de revistas, panfletos políticos, carteles y periódicos de archivo. Así, plasma momentos de la historia del siglo XX como la Revolución Cubana, la Guerra Civil Española o la Segunda Guerra Mundial”, explica a EFE el jefe de prensa de la galería, José Ángel Lorente.
También está presente el uruguayo Luis Camnitzer, el artista conceptual vivo más importante de Latinoamérica, a cuya obra le dedicó una amplia retrospectiva el museo Reina Sofía de Madrid; y el argentino Guillermo Kuitca, con dos destacados cuadros de gran formato, quizás los más sobresalientes de la exposición. Uno de ellos tiene precio de venta —nos dice Lorente— de USD 500.000 dólares; el otro, que además sirve de cartel de la muestra, de USD 400.000 dólares, pues hoy él es uno de los artistas vivos latinoamericanos más valorados internacionalmente.
Coloridos vibrantes, en formas geométricas, de la argentina Amalia Pica, con el poder hipnotizador del venezolano Alexander Apóstol; la cubana Sandra Ramos y sus enigmáticas ensoñaciones, o la representante de la Geração 80 Artistas brasileños, Leda Catunda, con una delicada pieza textil hecha a capas, que dan ganas de tocarla suavemente para descubrir lo que esconde o simplemente por el placer de acariciarla.
Rivane Neuenschwander, artista brasileña presente en colecciones como las del Tate, el MoMA, el Guggenheim y el Thyssen, presenta una pieza audiovisual que se exhibe por primera vez en Europa. La instalación sonora de la mexicana Tania Candiani se basa en el cuaderno de bitácora de Rayuela, o log book, como lo llamaba Cortázar, manuscrito en el que él anotó el proceso de creación de la novela, posibles núcleos narrativos, propuestas de organización y ordenación, citas y textos relacionados.
También destacan las piezas antiguas del ceramista mexicano Antonio Vega Macotela, basadas en letras tartésicas, cultura muy antigua del sur de España, cuyas grafías han sido volteadas para crear un volumen del que salen esas cerámicas negras. Completan esta selección: Marilá Dardot, Mariana Lacerda, Fabio Morais y Valeska Soares.
Rayuela, la contranovela
Cortázar se propuso hacer una novela que rompiera con todas las estructuras de lo tradicional, a la manera de eso que se ha denominado una contranovela. Pero como el escritor Mario Vargas Llosa señaló, Rayuela no es una obra “experimental”, puesto que no se trata de un experimento, un mundo de probetas y cálculos, disociado de la vida, del placer, sino que rebosa vitalidad por todos los poros; es una conquista, un mundo realmente nuevo de posibilidades literarias e interpretativas.
Y como sucede en la obra de Cortázar, “en la exposición los artistas abordan diferentes temas, situaciones y estilos, como el amor, el absurdo de la existencia, la literatura, el lenguaje, la política, la autobiografía, el monólogo interior, la discontinuidad, el desplazamiento, el juego y los días del año”, explica el comisario canario, Octavio Zaya.
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Para ello, Cortázar divide los 155 capítulos que componen la novela en tres partes: Del lado de allá, Del lado de acá y De otros lados, y nos sugiere leerla de dos maneras: progresivamente, de la manera tradicional, del capítulo 1 al 56 o “saltando” (a la manera de la rayuela) todos los capítulos con orden aleatorio. Incluso existe la opción de que el lector elija un trayecto propio a través de la narrativa. Y, al igual que como ocurre en la obra, en la exposición no existe un núcleo principal, una esencia como cualidad indispensable para la exposición. Lo que destaca esta muestra es la fusión de sus formas —o sus no formas— con toda la diversidad y las contradicciones del mundo representado como cambio, como juego, como un auténtico rompecabezas.
Y, al igual que en Rayuela, en la exposición no existe un núcleo principal, una esencia o cualidad indispensable: “Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos”, como decía La Maga, uno de los personajes principales, y que sería la frase completa que da título a la exposición: “El orden falso disimula el caos”.
Se trata, pues, como en la obra de Cortázar, de una exploración con múltiples finales, de una búsqueda incesante a través de cuestiones sin respuesta, aunque, sin duda, lo más evidente, matiza Zaya, no es la ruptura de la linealidad de la narrativa, sino hacer del lector —del visitante, en este caso— el agente principal de este universo interactivo “de este argentino —decía Gabriel García Márquez— que se hizo querer de todos”.
Por Amalia González Manjavacas. EFE Reportajes.