08 nov. 2024

Por policías y fiscales como las conductoras de Bolt

El periodista y profesor colombiano Javier Darío Restrepo (+) decía que un profesional debe sentirse orgulloso de su profesión. Para lograr esa satisfacción, debe afanarse por alcanzar el mejor desempeño posible. Si yo fuera una fiscala o una policía en estos momentos en Paraguay, en lugar de orgullo, sentiría vergüenza, por más de que los responsables de ciertas conductas reprochables sean otros agentes, ya por omisión, ya por mediocre, desidia, insensibilidad, desinterés, corrupción, ineptitud, indiferencia, holgazanería o por una falta de amor propio. En fin, por lo que fuere que impacte en la confianza que depositan los ciudadanos en la labor que se espera que uno realice, cumpliendo determinado papel. Pero de la mejor manera posible.

Bueno, para mí los buenos policías y buenos fiscales deben sentir vergüenza de sus pares que no están a la altura de las circunstancias y permiten que el daño ocasionado por alguien crezca y haya más víctimas. Algo que, de haberse obrado con respeto y sencillamente haciendo bien lo que se les confía, hubiera impedido quebrar la vida de tantas mujeres, en esa ocasión. Me refiero concretamente al caso del violador serial que acechaba de madrugada a conductoras de la plataforma Bolt solicitando el servicio de traslado con el exclusivo objetivo criminal de abusar de ellas.

Algunas de las víctimas de este depravado, que actuaba siempre en la misma zona, siguiendo el mismo patrón, formularon la denuncia ante la policía y distintas fiscalías, pero estas instituciones sencillamente no hicieron el más mínimo esfuerzo para evitar que el depredador sexual continuara sumando víctimas, moviéndose con total impunidad, quizá consciente de que ni la Policía ni la Fiscalía otorgarían relevancia a la situación denunciada ni harían esfuerzo alguno por atraparlo.

Así que las compañeras de algunas de las víctimas se vieron obligadas a asumir el trabajo policiaco y fiscal para reunir información, analizar los datos e identificar ciertos patrones de conducta que facilitaran atrapar al delincuente. Hasta diseñaron un operativo para dar con el violador, capturarlo y entregarlo a la policía, como diciendo: “Aquí tienen, les ahorramos el trabajo”.

Muchos ponderaron el coraje y la voluntad de las afectadas por esta situación, quienes tuvieron el acompañamiento de sus colegas varones en el operativo que permitió dar con el depredador sexual.

Sin embargo, todo lo amargo de esta historia radica en que no se sabe cuántas mujeres resultaron víctimas evitables de este depredador que ha quedado demostrado, una vez más, que cuando se trata de denuncias de violencia formuladas por las mujeres, por lo general, las ignoran. Además de comprobarse que ni la Policía ni la Fiscalía funcionan o que funcionan muy selectivamente, según la cara del cliente, o solo actúan cuando hay alguna presión de ciertos grupos de poder. Cuando se trata de Juan o Juana Pueblo, simplemente no pasa nada.

Entonces, cómo sentirse orgulloso de la profesión de uno si no se la ejerce con un mínimo de exigencia. Esto es desmoralizante, hace que en la sociedad aumente el temor, la desconfianza hacia las instituciones y crezca la inseguridad. Si tu misión es proteger la vida y el patrimonio de las personas, como se espera de la Policía, pero resulta que no se cumple tal finalidad, entonces a qué están dedicando su tiempo y los recursos asignados. Cuántas vidas podrían salvarse, cuánta violencia se podría evitar si tuviéramos instituciones sólidas y si las personas que las dirigen se sintieran comprometidas con la comunidad, con el país.

Las conductoras de la plataforma Bolt nos demostraron, con su empeño, lo indefensos que nos encontramos todos y que mal actúan quienes están para defender a los ciudadanos. Por más de que ellas lograron el objetivo de atrapar al depredador que las estaba dañando, la sensación que deja este hecho es que ni la Policía ni la Fiscalía están del lado de la gente y no tienen de qué enorgullecerse.

Más contenido de esta sección