Nos sorprendimos todos.
Pensábamos que sería una jornada normal de sábado.
Es que a quienes nos toca trabajar los fines de semana sabemos a la perfección cuál es la rutina cuando no surgen imprevistos –el estado del tiempo, alguna que otra declaración de un ministro, una notita de color –, pero el hallazgo de ese túnel que pretendía llegar hasta la bóveda del Banco Continental me hizo click e hizo que viera el panorama de forma distinta, créanme.
Vida normal. La primera reflexión que tuve después de que pasara todo el desmadre fue en todo lo que no sabemos que se está haciendo bajo tierra mientras caminamos tranquilamente por las calles, haciendo nuestra vida normal, yendo al laburo, haciendo trámites, pagando cuentas y llevando a nuestros chicos al colegio.
No pude evitar pensar en los topos excavando mientras esperaba un colectivo que me llevara de vuelta a casa en esa esquina de las calles 15 de Agosto y Presidente Franco.
Una metáfora. Me tomo el atrevimiento de afirmar que el túnel al banco es la metáfora perfecta de los fatos, los arreglos bajo la mesa y los chanchullos que se hacen por lo bajo en la política y otros planos (y ni qué decir en el submundo del tráfico de drogas).
Después de esto: ¿Quién no se habrá imaginado en todo lo que pasa en ese mundo subterráneo que yace bajo la ciudad?
Y pasa lo mismo con todo lo que se transa y se vende entre cuatro paredes.
Todos nos imaginamos, todos rumoreamos, comentamos indignados, pero lo más probable es que no dimensionemos ni siquiera un cuarto de lo que pasa ahí abajo.
También me tomo el atrevimiento de vaticinar que este tema del túnel se va a terminar como cuando se le destapa la olla a un actor político.
La prensa va a hablar un par de días, se anunciarán sendas investigaciones y posiblemente la cosa se enfríe y acabe en el tan conocido oparei.
Después, todos volveremos a la rutina de intentar sobrevivir, mientras tanto ellos seguirán moviendo los hilos y tramando millonarios asaltos bajo nuestros pies.
Espero estar equivocado.