Nuestra representación del Nacimiento de Jesús se distingue por su “ropaje local’’, explica el destacado académico e investigador, David Galeano Olivera. En lugar de los tradicionales obsequios de oro, incienso y mirra ofrecidos al Niño Jesús, los Reyes Magos paraguayos llevan frutos de estación como sandía, melón, piña y banana.
“Yo creo que, dentro de tantas manifestaciones de la Navidad, el pesebre es una de las que hasta ahora se mantienen de manera muy intensa. Más allá de que hoy en día aparezcan figuras como Papá Noel o el árbol de Navidad con fines comerciales, el pesebre sigue siendo lo más fuertemente instalado”, indica.
Además, los materiales utilizados para construir las grutas y figuras tienen un fuerte arraigo de lo nuestro, de lo antaño. Impresiona, señala el docente, que en el mercado se sigan vendiendo las ramas del ka’avove’i o ka’avorogue’i una planta común en el interior del país que se recorta para formar las estructuras del pesebre, que pueden ser chicos, grandes y extragrandes, según el sentimiento y la promesa que se hace al Niño o por tradición.
También entre otros elementos que rodean a nuestro ‘‘establo’’ en tierra guaraní está la flor de coco como distintivo que evoca el espíritu navideño con su aroma característico. “Solo basta con oler el mbokaja poty para hablar de Navidad’’.
Estas piezas autóctonas que rodean a los variopintos y creativos establos hacen más rica y atractiva la expresión de la fiesta, y se tienen grandes ejemplos de los pesebres gigantes de las familias Sabaté, en Luque; y Sánchez, en Itauguá, que reciben visitantes de todos lados e incluso del exterior.
Una característica de este pesebre paraguayo es el proceso de armado, que varía según las familias y las regiones. El profesor Galeano dice que algunas lo comienzan a principios de diciembre, mientras que otras lo hacen después de la festividad de Caacupé o incluso el mismo 24 de diciembre. Sea grande o chico el pesebre es el corazón del hogar. Incluso se destaca la tradición que se traspasa de una generación a otra con piezas del pesebre, especialmente del Niñito que tiene décadas en la familia, dice Galeano. ‘‘Es hermoso por todo lo que implica’’.
Tradición. ‘‘El pesebre creció con la ciudad’’, comenta Julia al presentar el pesebre gigante de la familia Sánchez en Itauguá que tras cuatro años vuelve a abrir sus puertas para explorar la tradición que comenzó como un montaje familiar sencillo hace 75 años a cargo de la abuela Liberata, que evolucionó hacia un pesebre hace 30 años revitalizado con el crecimiento de la familia alrededor del niño Jesús con más de 100 años.
Este año la organización enfrentó desafíos, principalmente por los problemas de salud de su hermana Ramona, quien lideró la creación del pesebre durante décadas.
La responsabilidad recayó en Elsa, cuñada de la familia, quien, junto con Guillermo Acosta y el apoyo de otros miembros, asumió el reto. El pesebre está abierto al público de martes a domingo de 10:00 a 21:00 hasta el 6 de enero.
La familia Sabaté en la ciudad de Luque presenta su tradicional pesebre hidráulico, que estará disponible para el público desde hoy hasta el 30 de diciembre, de 18:30 a 23:00.
Este año, el gran establo colorido y repleto de plantas, que incluye más de 100 figuras animadas por agua, incorpora como novedad una figura de un albañil, en homenaje a los trabajadores que contribuyen al desarrollo del país. El pesebre cumple 71 años, exhibiendo ya el trabajo de la cuarta generación de la familia Sabaté.
En Reducto San Lorenzo, doña Obdulia Fernández, de 85 años, también hace gala de su gran pesebre tradicional con plantas de kokü de más de tres metros de altura.