Construyó su casa, a un costado de la reserva boscosa que rodea el espejo de agua y desde allí, junto a los vecinos, monta guardia. Hoy con 89 años, sigue firme, contra los inescrupulosos que buscan talar los añejos árboles que bordean el famoso lago. Es madre de cinco hijos, tres mujeres y dos varones; cuatro de ellos están en el departamento y uno vive en Asunción. Es oriunda de Yuty, Departamento de Caazapá, pero junto a sus hermanos crecieron en Encarnación y de allí migraron al Alto Paraná. “Frenamos la tala de árboles, peleamos duro junto a mi familia y los vecinos para que esto no desaparezca. En nuestra página en el Facebook van a encontrar un video de cómo mi hija les enfrentó. Muchos cortaron, pero hubiera sido peor si nos callábamos”, recuerda.
Siempre elegante y con su distintivo sombrerito, desde su casa, ubicada frente al bosque de la reserva, se la nota con una vitalidad envidiable.
“Cuando me instalé en esta zona con mi familia, nadie quería vivir aquí. Este empedrado que bordea la reserva de una cuadra a otra yo construí”, relata al asegurar con orgullo lo lindo que se mantiene el espejo de agua.
“Está lindo nuestro lago. Hay zonas donde se puede cruzar a pie, porque se acumuló mucho barro. Su origen siempre fue un misterio. Porque no va a ningún lado y tampoco termina y esto ya estaba aquí en el tiempo en que los indígenas dominaban la selva paranaense”, agrega.
Doña Leopoldina dice que el lugar tiene mucha actividad de animales menores, además de aves de diferentes especies. “A casa suele venir un teyu (largarto) a recorrer la casa y después regresa a su bosque. Hay muchos animalitos. Por lo visto vienen de otros lugares, donde ya no queda selva”, reflexiona al asegurar que mientras tenga fuerzas seguirá defendiendo al lago Yrendy y todo el bosque que lo rodea.