Wilson Ferreira
ALTO PARANÁ
El aire tenía perfume a tierra húmeda y hojas recién agitadas por el viento. El bosque respiraba en verde mientras el sol, con modales de invierno, filtraba su luz entre los árboles del Refugio Biológico de Mbaracayú, uno de los espacios verdes bajo el cuidado de la Itaipú Binacional, ubicado en la ciudad de Saltos del Guairá, Canindeyú, límite con Alto Paraná.
Un murmullo diferente se apoderó del lugar: no era el sonido de la motosierra, ni de ciudad lejana, era el zumbido paciente de una esperanza alada. En medio del silencio del monte, se inauguró oficialmente el Refugio de Abejas Melipónidas y Solitarias, un nuevo espacio dedicado no solo al turismo, sino al cuidado urgente y vital de las abejas nativas, esas pequeñas arquitectas invisibles del equilibrio ecológico. Además de ser un espacio de educación.
El acto, sencillo y cargado de sentido, reunió a autoridades locales y representantes de la Itaipú Binacional. “Este espacio no es solo un atractivo turístico. Es una herramienta educativa y una acción concreta de conservación”, señaló el ingeniero César Mendoza, encargado del Refugio Biológico de Mbaracayú.
Con la voz cargada de entusiasmo, no exageraba. Se trata de un espacio que asiste pasivo a sus polinizadores, en un rincón del Bosque Atlántico del Alto Paraná (BAAPA), que se convierte en un faro de conciencia.
Participaron de la habilitación Diana Centurión, asesora de Turismo; Carlos Flores, jefe de la División de Áreas Protegidas, y Claudia Solaeche, en representación de la Superintendencia de Gestión Ambiental. También dijeron presente vecinos que, atraídos por la novedad, encontraron mucho más que un evento: una historia por contar y defender.
PROTAGONISTAS. Las melipónidas –abejas sin aguijón, muchas veces confundidas con mosquitas– encontraron un hogar donde antes había solo maleza. Y no están solas. Otras especies solitarias, que viven fuera de colmenas y trabajan sin pausa en los pliegues del ecosistema, también son protagonistas de este refugio.
No hacen ruido, no hacen miel en grandes cantidades, pero sostienen con su trabajo silencioso buena parte de la biodiversidad del bosque. “Desde este lindo lugar, doy gracias a todos los que han puesto su grano de arena para que esto sea una realidad. Tenemos una belleza, una riqueza en este departamento y debemos valorarla”, expresó Diana Centurión.
Se espera que este modelo sirva como referente replicable de educación ambiental, fortaleciendo el vínculo entre ciencia, naturaleza y comunidad educativa. Además, contribuirá a la valoración de las abejas nativas del BAAPA y su rol importante en el equilibrio del ecosistema.
Con esta iniciativa, el Refugio Biológico de Mbaracayú no solo se consolida como espacio de conservación, sino también como centro de aprendizaje y turismo sustentable, en una región de gran valor ecológico y cultural.
El proyecto también tiene un objetivo ambicioso, que esta iniciativa sirva como modelo replicable; que escuelas, comunidades rurales y otros refugios tomen la posta. Que la conservación deje de ser un discurso y se convierta en un gesto cotidiano.
Más que paseo se trata de una experiencia inmersiva
El recorrido por el nuevo espacio ofrece más que un paseo. Es una experiencia inmersiva: pequeñas casitas de madera diseñadas para las abejas, paneles interpretativos que explican su comportamiento, zonas de observación para niños y adultos. La idea es que uno no solo mire, sino que entienda. Que no solo admire, sino que aprenda a respetar.
Claudio González, presidente de la Junta Municipal de Saltos del Guairá, también celebró la apertura de este importante espacio natural. “Esto es sembrar futuro. Proteger a estas especies es proteger nuestros alimentos, nuestro suelo, nuestro clima”.
Y es cierto. Lo que pasa en una colmena escondida afecta la vida en los mercados, en las chacras, en los platos que comemos. El refugio de Mbaracayú, en ese sentido, no es pequeño. Es inmenso, y forma parte de espacios similares que están bajo el cuidado de la entidad binacional.
En un tiempo donde todo parece urgencia y cemento, en un rincón verde de Canindeyú florece una iniciativa serena y sabia, entre flores silvestres y zumbidos suaves. Las abejas nativas tienen su refugio y con ellas, también la esperanza.