El bloque colorado hizo pesar su mayoría y dio media sanción a un proyecto de modificación de la ley de financiamiento político que finalmente no servirá para obtener la transparencia y la trazabilidad de los fondos que se utilizan en las campañas electorales. La aprobación se concretó con ayuda de los votos de tres liberales del sector de Blas Llano, actual titular del Congreso.
Con estos cambios no solo se elimina la responsabilidad individual de los candidatos, además consiguieron sacar del circuito de control a la Secretaría de Prevención de Lavado de Dinero o Bienes (Seprelad) y evitaron que el Tribunal Superior de Justicia Electoral (TSJE) cuente con una unidad especializada para la prevención del lavado de dinero.
El resultado es, sin dudas, la fórmula perfecta de la impunidad: no hay ninguna manera de ejercer algún tipo de control en el dinero sucio, del crimen organizado y del narcotráfico que se utilice en las campañas políticas. El resultado es este auténtico desastre para el país en serio que muchos tratan de construir.
El presidente, quien se había mostrado tan comprometido con los requerimientos para la evaluación del Grupo de Acción Financiera de Latinoamérica (Gafilat), ahora echa por tierra los avances que se pudieron haber logrado, y se erige en el principal responsable, a partir de ahora, del uso indiscriminado de dinero del crimen organizado y del narco en la política paraguaya.
Mario Abdo Benítez habla mucho de transparencia, pero todo queda en el discurso, pues su mismo partido boicotea cualquier intento de que el Paraguay se convierta en un país serio y confiable. Estamos muy lejos de ser un país serio, seguro y predecible, como esa imagen que quieren vender al exterior para lograr inversiones que beneficien a nuestro desarrollo.
Los narcotraficantes, criminales y delincuentes en general tienen la vía libre para “invertir” en candidatos que se adapten a su gusto y presupuesto; pero las consecuencias las pagara el pueblo paraguayo, porque seguiremos siendo un país atrasado donde impera la ilegalidad; y, en lugar de recibir inversores serios, con capacidad para contribuir al desarrollo del país, vamos a atraer a corruptos, que buscan aprovecharse de la impunidad que impera y de la debilidad de nuestras instituciones.
El presidente de la República ha afirmado –con grandilocuencia– en varias ocasiones, que apoya la transparencia. Si esto es cierto él debe demostrar liderazgo; y ser consciente de que no se puede hablar de transparencia, mientras sus correligionarios de la Asociación Nacional Republicana (ANR) siguen postergando el control del uso del dinero sucio en las campañas políticas. La clase política paraguaya ya no puede seguir asociada a sospechas de vínculos con el lavado y el narcotráfico. El país se merece mejores políticos.