“En el teatro está la artesanía del intérprete”, decía la afamada actriz de teatro española Amelia de la Torre que hoy traemos a la memoria para recordar el legado impoluto que deja tras su partida a la morada celestial María Elena Sachero, conocida como La dama del teatro paraguayo.
Con 95 años, emprendió un viaje eterno, donde la espera el infinito escenario que forman las nubes en el cielo y que prometen aplausos de pie ante una eminencia que marcó un antes y un después en la cultura paraguaya desde sus entrañables apariciones en el teatro, en sus divertidas clases y su inolvidable sonrisa.
TRAYECTORIA INTACHABLE. María Elena Sachero tenía seis décadas de trayectoria intachable en el mundo artístico, al cual, en numerosas entrevistas aseguró que se lo debía a su madre, la pianista Jacinta Lara Bareiro, quien la apoyo desde sus inicios. Pero no solo eso, toda la familia de Sachero estaba ligada al arte, por lo que el talento corría por sus venas.
Estudió danza, declamación y finalmente, teatro. Fue docente, directora de la Escuela Municipal de Arte Dramático (EMAD) y fundadora del Taller de Teatro Infanto Juvenil del Instituto Municipal de Arte (IMA), también fue docente de teatro en distintas instituciones del país, además de actriz es profesora de piano, vocalización, y literatura y contaba con el título de maestra y profesora, con Medalla de oro obtenida en 1963.
Sachero realizó numerosos cursos de especialización de pedagogía del arte y del quehacer teatral a nivel nacional e internacional. Destacó en obras como La casa de Bernarda Alba o Bodas de sangre. Obtuvo varios premios como los de Mejor Actriz tales como Premio Arlequín, Premio Molière, al Mejor Actor, entre otros.
Entre sus maestros destaca la influencia de Fernando Oca del Valle, a quien decía le debe muchísimo. Además, trabajó con directores estadounidenses, uruguayos y compatriotas, entre ellos, Carlos Aguilera, Gustavo Calderini, José Luis Ardissone, Agustín Núñez, de quienes aprendió mucho y aplicó en su vida artística.
VERSATIL. La ganadora de un Premio Molière (1991) abarcó en su carrera obras del repertorio universal, para ella todos sus trabajos eran especiales, nunca podía nombrar una en particular, ya que cada trabajo era “como parir un hijo” y tampoco tenía preferencia entre las tragedias, dramas o comedias, siendo así que nunca se encasilló en un solo estilo, destacando su versatilidad en todo lo que presentaba sobre el escenario y encantando a propios y extraños.
La primera obra que interpretó María Elena fue El vuelo de las cigüeñas, reemplazando a la actriz del elenco, quien había viajado. “Asistí a lo que hoy llaman casting, por traviesa, esperando a que mi padre me busque de mi clase de piano en el Ateneo. No pensé que quedaría”, recordó Sachero en una entrevista con Última Hora en 2016.
La dama del teatro, en aquella inolvidable y amena charla con nuestro medio, dejó un lindo mensaje para los jóvenes que buscan ser artistas, algún día. “En el arte hay que ir escalando sin saltar escalones, poco a poco, sea danza, teatro, etcétera. El talento puede surgir, pero hay que ir disciplinándose, estudiar, hasta llegar... y, sobre todo, conservar la humildad”, señalaba.
APASIONADA. Shirley Quesnel, directora del Taller de arte infantojuvenil María Elena Sachero, recordó a Última Hora que en 2001 a María Elena se le dio el espacio y la oportunidad de crear un espacio para enseñar teatro, luego de salir de la Escuela Municipal de Arte Dramático un año antes. En este lugar los niños y jóvenes de entre 10 y 17 años podían aprender teatro en un taller dedicado al mismo.
Shirley coincidió con María Elena en el 2006, cuando ingresó como profesora de expresión corporal, donde asegura que Sachero la recibió con los brazos abiertos y con todo el amor del mundo.
“Desde ese momento empecé a trabajar con ella, cuando era un taller de teatro independiente todavía no tenía su nombre. Fue Gloria Mazó quien propuso formalizar el taller, tener las clases como una escuela y que lleve su nombre por resolución de la Intendencia del 2007, desde entonces lleva el nombre de María Elena Sachero”, recordó.
Señaló que trabajar con ella fue un gran aprendizaje y una bendición.
“Cuando empecé a trabajar con ella, mi alma quedó amando al teatro porque ella elevaba el teatro, el teatro para ella era su vida y yo me empapé de todo eso. Yo le preguntaba todo, pero ella me decía ‘todo lo que haces con el corazón se convierte en realidad, tenés que querer al teatro’”, rememora. “Fue una profesora extremadamente exigente –prosigue–, pero su exigencia era con amor, eso aprendí de ella, además de la disciplina, el esfuerzo y la palabra que usaba mucho ella, la tenacidad, que hasta ahora uso también con mis alumnos, porque ella decía en el Teatro tenemos que ser tenaces”, explica. Por ello, para Quesnel el mayor legado de María Elena además de su vasta trayectoria actoral, es haber dejado el taller de teatro infantojuvenil en el IMA, que lleva hoy su nombre.