09 ago. 2025

Los bollos de San Bernardino: Dulce tradición de una familia

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Sello. Los integrantes de la familia aseguran que son los únicos vendedores de su producción.

DARDO RAMÍREZ

Como visitar el lago o visitar la ciudad, probar el auténtico bollo en San Bernardino es una de las actividades que sí o sí debe realizar el turista que va a la Ciudad Veraniega, sin importar el mes del año.
De dulce de leche, guayaba o crema, estos manjares son elegidos y ponderados por quienes han tenido el placer de degustarlos.

“No es como otros bollos”, “el gusto de la masa combina bien con su relleno”. “¿No puedo comer uno nomás?”, son algunos de los comentarios de quienes han probado los bollos de San Ber.

El hipnotismo que genera al paladar no es una casualidad. Los bollos están hechos por manos que saben del empeño y la dedicación para prepararlos desde hace años.

Esas manos son las de la familia que hace treinta años ha continuado la labor que inició la abuela Teresa.

Gabriel Benegas, integrante del clan familiar y uno de los que actualmente realiza la producción, contó que desde pequeños empezaron a trabajar en la empresa familiar.

“Cuando éramos chicos mirábamos cómo se hacía y nos dejaban ponerle el azúcar porque la masa no podíamos hacer. Luego cuando ya tenía más fuerza me enseñaron como hacer”, relata Gabriel.

Como él, varios de sus primos y otros familiares de pequeños cargaban en canastas e iban a realizar la venta por las calles y playa de San Ber.

Hoy tienen un puesto fijo en la esquina de la oficina de Copaco en la ciudad. Ahí, desde las 13:00 aproximadamente inician su venta.

El gusto de estos bollos tiene gran aceptación entre el público. Según contó Zunilda Torres, otra de las integrantes de la familia, venden alrededor de 700 al día.

“Vienen de todas partes a comprar. Desde Altos, Atyrá, Luque, Asunción y otras ciudades. Les gusta mucho nuestro producto”, cuenta.

Ambos dejan bien en claro que el auténtico bollo es el único que ellos venden. Incluso reciben reclamos por la mala calidad del producto adquirido en otra parte.

“Hay gente que usa el nombre sin permiso en otras partes. Pero nosotros nos diferenciamos porque estamos en nuestro puesto y nos identificamos con la remera”.

Dulce de leche, frutilla, crema y guayaba, son los sabores que atraen a los clientes en una calurosa tarde veraniega o en un atardecer de invierno.

Una Herencia. “Nosotros mantenemos la receta de la abuela. Ella era estricta en eso. Que si íbamos a hacer, teníamos que hacer rico, para que pueda recordarse toda la vida. Ese era su orgullo y nosotros seguimos manteniendo”, dice con orgullo Zunilda.

Vendidos a G. 4.000 cada bollo, su preparación artesanal ayudó a costear los estudios de los hijos. También ayuda al sustento diario y a mantener la memoria de la abuela Teresa que de sabores sabía. Y mucho.

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Variedad. Desde crema hasta frutilla y guayaba son los sabores que los adictos al bollo pueden elegir en San Ber.

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Nosotros empezamos a preparar todo a las cinco de la mañana y para el mediodía ya empezamos a repartir. Gabriel Benegas, familiar.

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Yo estoy feliz por este trabajo y gracias a él le hago estudiar a mis hijos. La abuela fue la gran maestra de la familia. Zunilda Torres, familiar.

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