A pesar de la enorme riqueza generada en el país en los últimos 20 años gracias a tasas de crecimiento promedio superiores al 4%, la pandemia encontró a un país totalmente desprotegido y sin espacio fiscal para proteger al menos en una emergencia como esta.
Por otro lado, un sector minoritario que logra pasar las crisis sin sufrir ningún efecto. Una mirada a las crisis pasadas nos debe recordar que los efectos siempre han caído sobre la clase media, los trabajadores y los de menores ingresos.
Paraguay llegó a tener a más de la mitad de su población en situación de pobreza, niveles inhumanos de desnutrición y trabajo infantil, coberturas casi nulas de jubilación o pensión, un abandono casi total a la salud y coberturas de educación solo en primaria. En 20 años hemos mejorado; sin embargo, ninguno de estos problemas ha sido erradicado, siendo problemas que no requieren mucho esfuerzo fiscal, tecnología o innovación.
En estos mismos 20 años, Paraguay ha sido llamado el “milagro económico” de la región. Entre los indicadores que manejan quienes se encuentran orgullosos de este título se encuentra estar entre los primeros países exportadores de alimentos.
Sin embargo, entre los problemas que persisten se encuentran la alta precariedad laboral y los bajos niveles de ingresos, niveles de desnutrición y malnutrición injustificables teniendo en cuenta los recursos con que cuenta el país para producir alimentos, altas tasas de mortalidad, bajos niveles de cobertura de agua en red.
Estos problemas separan a la sociedad en dos. Una mínima proporción de personas que tienen acceso a salud, educación, vivienda de calidad y activos para vivir en la vejez, mientras que una gran mayoría de familias y jóvenes que aun trabajando más de 40 horas semanales no logran subsistir dignamente ni acceder a servicios básicos de calidad.
Está ampliamente demostrado por la evidencia empírica que las desigualdades -no la pobreza- son un obstáculo para el crecimiento económico inclusivo y de largo plazo, para la convivencia social y la seguridad ciudadana y para garantizar la vigencia de un marco normativo e institucional que conduzca al desarrollo.
Los políticos y las autoridades no pueden desentenderse del problema, más aún frente al riesgo de una profundización de las brechas por la pandemia. Por lo pronto, el proyecto del Presupuesto 2021 no incluye medidas para mitigar el impacto del coronavirus en la desigualdad. Ya es una oportunidad perdida para el desarrollo.