16 feb. 2025

La zanja delimita territorio y traga todo a su paso

Irene Rodas Mendieta tiene cincuenta años y vive desde que tiene memoria en el Barrio Obrero. Su casa, por fuera un cuadrado de madera con techo de zinc, está amenazada por la zanja que alguna vez fue el arroyo Salamanca, entre las calles caso Pucú y Paraguarí.
Irene, ama de casa, y madre de cinco hijos, de 33, 30, 28, 25, 23, tiene el piso de baldosa de su habitación partido en dos. “Pero no se me ocurre ir a otro lado, no tengo otro sitio donde vivir”, cuenta asustada tras la última tormenta que desbordó la zanja que tiene por vecina, y que bordea toda su propiedad, habitada por ella, tres de sus hijos y dos nietas pequeñas.
“Pensábamos hacer una casa de material, pero está demostrado que no se puede construir nada de material, sería dinero tirado”, dice Rodolfo López, el único de los hijos de Irene que tiene un trabajo fijo en un almacén.
En la parte delantera de la vivienda hay un empedrado y un puente construido recientemente por la Municipalidad, recuerda Rodolfo. “Desde que se hizo esta obra, cuando llueve todo se desborda”, dice.
Irene habla de la necesidad de hacer una construcción, en el otro extremo, para salvar sus electrodomésticos, heladera, lavarropas, televisor, ventiladores, si las cosas empeoran, pero explica que para ello necesitan ayuda.
Al hermano de Irene, que vive en la casa contigua, le ocurrió algo peor, cuenta ella. Después de gastar millones en una construcción, su vivienda se le partió desde el cimiento, cuenta, mientras le sugiere a su sobrina, Cinthia Mendieta (21) que hable de su caso.
Cinthia, que se encarga de la casa y del cuidado de sus hermanos durante el día, mientras sus padres salen a trabajar, narra que toda su familia está en zozobra desde la última tormenta. “Cuando llueve nos juntamos todos a rezar”, dice esta joven, embarazada de cinco meses, que se casa este fin de año.
La parte delantera de la casa de Cinthia se desmoronó hace unos días, con la última tormenta. “Mi hermano duerme adelante, y nos dimos cuenta de que algo pasaba porque nuestra perrita no paraba de ladrar. Como estaba amaneciendo mi mamá se despertó y vio que la pared estaba desprendida. Despertó a mi hermano y antes de que se partiera el piso, conseguimos sacar nuestras cosas”, recuerda la joven, apenada porque las veces que su madre va a pedir a la Municipalidad que se haga un muro de contención, le dicen que quién les mandó construir en una zanja.