Por Justiniano Riveros | Concepción
Es media mañana del miércoles 12 de octubre de 1931 cuando arranca el baile y van llegando paulatinamente los trabajadores de la fábrica de tanino, quienes se disponen a aprovechar el feriado por el Día de la Raza.
En medio de la fiesta aparece Mateo Gamarra, uno de los empleados de la comunidad, pide un tema musical y se dispone a disfrutar de la polca junto a “una tal” Emilia Ortiz.
Minutos después se presenta Delfina Servín, la esposa del hombre, tal vez alertada por vecinos sobre la escena. Luego de confirmar el engaño, la mujer le reclama su actitud al “Don Juan”, quien a su vez expresa no estar dispuesto a disculparse o excusarse siquiera y se apresta a seguir con la amante.
Lo que Gamarra no se imagina es que su respuesta acabaría con la paciencia de su pareja, quien llegó preparada para la ocasión.
“Che ha’e Delfina Servín, ne'írâ chekuaapa. (Yo soy Delfina Servín. Todavía no terminás de conocerme)”, expresa la mujer ya humillada y despechada antes de desenfundar un revólver y efectuar los cinco tiros certeros.
Malherido, Gamarra cae y luego de pedir auxilio, ya en agonía, reclama el motivo del ataque, a lo que Delfina contesta: “Reikuaáma, Gamarra, ku Delfina oje’eha. Anichéne rejekeha, si a tiempo roavisa (Ahora ya sabés quién es Delfina. No te quejes, que bien se te avisó)”.
Esta es la historia recogida en la letra de la polca “Mateo Gamarra”, uno de los temas que se popularizó de manos del dúo conformado por Carlos Quintana y Martín Escalante.
El compuesto inicialmente era considerado de autoría desconocida, aunque posteriormente se supo que fue registrado por Estanislao Báez.
En Autores Paraguayos Asociados (APA), Luis Melgarejo, uno de los encargados del Departamento de Registros, confirmó que el poema corresponde a Báez mientras la melodía a Eladio Martínez.
La letra fue registrada ya en la década del 70 en la Sociedad Argentina de Autores y Compositores de Música (SADAIC), de acuerdo a los datos manejados por la institución.
Historia real
El ingeniero Carlos Vergara Báez, nieto de Estanislao Báez, asegura que la historia narrada en el compuesto es un hecho real.