Es importante entender que cada uno de estos y cientos de líderes más se plantearon el desafío de generar la convergencia de “intereses” por encima del statu quo de sus realidades, en búsqueda de un resultado que provoque un cambio en las condiciones que vivieron sus comunidades. Algunos consiguieron cambios substanciales, otros parciales y otros resultados transitorios. Pero todos entendieron que su gran desafío estaba en pasar del discurso aspiracional a la práctica habitual, diaria, planificada de tareas y acciones que concretaran realidades.
Desde el sector privado, indiscutible actor en la transformación del Paraguay de esta década, tenemos nuestros desafíos inherentes a este planteo. Existen muchos líderes en el sector privado que se han planteado un desafío común, que compartimos entre muchos.
¿Cómo hacer del Paraguay un país con un índice de desarrollo humano mejor del que tenemos a la fecha? ¿Cómo hacer que el Paraguay sea un país con una capacidad de generar oportunidades de trabajo dignas a su población? ¿Cómo conseguir un gasto público con métricas de eficacia real sobre los beneficios a la población? Otro planteamiento básico –que nos hemos puesto un gran número de líderes del sector privado– es cómo cambiar el estatus de “ciudadanos de primera clase y el resto de la población”, entendiendo que funcionarios públicos, incluyendo los integrantes del Poder Legislativo y el Poder Judicial, están en un nivel de privilegio que el 80% de la población no lo tiene. Y para no dejar lugar a dudas solo expondré tres beneficios: horas trabajadas, salario asegurado más allá de las crisis y la jubilación. Tres beneficios que el resto de la población paga para estos ciudadanos de primera. Falta equidad en Paraguay, definitivamente, es un desafío y está allí, frente a nuestra realidad día a día.
La convergencia debe darse en enfocarnos entre todos los actores en dos desafíos para sentarnos a construir un Paraguay mejor. El primero es que no importa lo que discutamos, no podemos más negociar o aceptar no poner el filtro de la “probidad” ante todo. El cumplimiento de normas morales y éticas básicas no puede ser negociada y menos lo que dice la ley.
Es espantoso sentarme a discutir un hecho concreto en un grupo humano y escuchar una frase como “en la aplicación de la ley todo se interpreta” como una ligereza que solo atiende el interés coyuntural de la situación. Desde la aparición del Código de Hammurabi, la humanidad supo que había que poner un marco que nos permita tener claridad y convergencia para permitir la convivencia y construcción de la humanidad.
Debemos poner a la honestidad y la transparencia como el principal pilar de nuestra decisión de cambiar el Paraguay. ¿Cómo se puede hacer esto? No negociando más su aplicación. Lo que está mal, está mal, no importa si hay un colectivo que lo acepta. Tenemos desafíos en todos los colectivos de la sociedad, algunos mucho más que otros. Poderes del Estado que deben entender que si no ponen este objetivo como un “no negociable” en sus posiciones de gestión de poder no solo podemos demorar años en ser la nación que queremos ser, sino que tendremos que lidiar con las consecuencias de la ineptitud básica del ser humano, ser responsables con lo que se nos dio como oportunidad en nuestra corta, cortísima vida.