19 may. 2024

“La historia de mi padre se inició y se benefició con la prohibición”

El heredero de quien fuera en su momento el narcotraficante más poderoso del mundo habla de la necesidad de revisar las políticas de lucha contra las drogas. Asegura que la legalización puede ser el camino para derrotar al narcotráfico.

Nueva vida.  Como Sebastián Marroquín, ahora vive su vida lejos de Colombia, residiendo en Buenos Aires, Argentina.

Nueva vida. Como Sebastián Marroquín, ahora vive su vida lejos de Colombia, residiendo en Buenos Aires, Argentina.

Por Virgilio Cáceres

En twitter: @virgilioCceres

A unos días de presentar en el país su libro Pablo Escobar, mi padre, Juan Pablo Escobar Henao, que por razones de seguridad cambió su identidad a Sebastián Marroquín, concedió una entrevista a ÚH desde Buenos Aires, Argentina.

–Sabe usted más que nadie que el narcotráfico innova y se profesionaliza...

–Hoy hay más corrupción, más tránsito de armas y drogas en el mundo, ha empeorado todo. En los años ochenta se conocía entre 5 a 10 drogas, hoy día superan los 100 o más; se ha hecho muy profesional el negocio. Hay una escala de crecimiento sin precedentes.

–¿Qué salida se puede buscar a esto?

–No una salida temporal. Eso significa no mostrar dos o tres detenidos, o dos o tres organizaciones que aparentemente son desbaratadas, que cada tanto nos muestran cargas de drogas, pero el problema sigue creciendo a paso firme. Cuántos grupos fueron ya desmantelados, siguen cayendo los capos, pero la droga sigue llegando a su destino. Con el sistema de lucha, lo que se tiene es muerte y guerra y no soluciones de fondo.

–¿Terminará alguna vez al narcotráfico?

–No. Ha existido siempre y seguirá existiendo. Tienen más recursos de lo que imaginamos.

–¿Falta mayor visión de políticos sobre el tema de la lucha contra el narcotráfico?

–La historia de mi padre ya sabes que se inició y se benefició con la prohibición. El que no quiera optar por la vía de la paz, no es sensato. Los políticos, los líderes deben cambiar su forma de ver esta situación. Hay que revisar la política de lucha. No sé qué salida, habría que buscarla.

–¿Cómo evalúas las políticas de lucha contra el narcotráfico?

–Las políticas prohibicionistas son las mayores patrocinadoras de la violencia, de la corrupción y la aparición de nuevas drogas de manera sistemática y permanente, y del crecimiento exponencial del tráfico. La prohibición es la que ha garantizado su supervivencia.

–¿Cree que se debe despenalizar la droga?

–Lo que creo es que ya sabemos lo que no funciona, y declararle la guerra a las drogas con educación, información, amor de los padres, del Estado y educadores, así podemos ser más eficaces que solucionar problemas de salud pública a punta de metrallas.

–¿Qué se necesita para despenalizarla?

–Inteligencia y valentía. Es un acto de paz y de soberanía. Prohibir genera violencia, hay que encontrar la manera diferente de abordar el problema. No tengo la fórmula mágica para eso, pero hay que buscarla.

–¿Qué sucede cuando en un país existe el problema de la narcopolítica?

–El Estado pierde su autoridad moral al no dar el ejemplo. Eso ocurrió en Colombia y sigue ocurriendo en la mayoría de los países de América Latina. Los funcionarios que están para dar el ejemplo y no lo hacen. Es una realidad; no queremos que así lo sea, pero es así. Los valores humanos no se tienen en cuenta como debe ser en la sociedad y todo les está dando rienda suelta a sus ambiciones.

–¿La falta de credibilidad en las autoridades genera un problema social?

–Sí. Ya no sabes de dónde viene el peligro cuando las instituciones entran con esa lógica de alianza con la delincuencia. Ya no sabes quién te protege y quién te puede dañar. Al ser ejemplo, los ciudadanos tampoco toman en serio a las autoridades, aparecen personas como mi padre que terminan desafiando a la democracia porque no cree en ellas, porque los que las promueven terminan dando peores ejemplos y eso termina sirviendo de excusa para que los delincuentes hagan de las suyas.

–¿Qué más costó enfrentar durante este tiempo de llevar a cuestas?

–El prejuicio, la discriminación, la exclusión por ser portador de un apellido que no le es agradable a algunos; entonces, eso resta posibilidades en llegar a lugares para dejar mensajes positivos a los jóvenes. Me costó transformar mí historia a pesar de las ruinas que dejó la violencia de mi padre en algo positivo para que aprendamos no repetir la misma historia.

–¿El círculo de perdón se cerró?

–No. Eso nunca se va a cerrar. A las últimas de las víctimas habrá que visitarla con mucho respeto para que se consolide la reconciliación. Empezó con el documental Los pecados de mi padre y ahora con el libro Pablo Escobar, mi padre. Nunca me voy a cansar de pedir perdón.

–¿El libro que presentas no hace apología al delito?

–Lo que está ahí es revelador. Cuenta la verdadera historia. Todos los demás pueden tirarse a la basura porque hay intereses de potencias que han querido manipular la historia. No es apología, es un recuento descarnado y crudo de la violencia generada en esa época y contradice a las versiones oficiales y resultan incómodas para muchos.

–¿Qué destacas de Pablo Escobar?

–La familia, el amor, la lealtad por sus seres queridos. Dio la vida por todos nosotros. Muchas de las cosas buenas y de valores humanos aprendimos de él, aunque parezca paradójico, pues lo aprendimos de él. Eso no significa que resto su responsabilidad sobre sus actos. En mi libro lo muestro como un personaje diferente al que le quieren pintar en otros libros.

¿Con quién estrechó más vínculos tu padre?

–Con los norteamericanos, sus grandes socios; fueron ellos los que le dieron el poder y el dinero y las armas y son los que más lo persiguieron.

–¿Guardas rencor hacia los que atacaron y mataron a tu padre?

–No. No ando con eso, no nos deja vivir en paz. Siempre ando contando experiencias positivas e invitando a la reflexión y a hacer lo posible para tener un mejor mundo en el cual vivir.

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