La más reciente actualización de Salud Pública refiere que nuestro país está atravesando una “epidemia infantil” de dengue. El 32% de los casos de dengue confirmados se dan en niños de entre 5 y 10 años, mientras que el 40% tienen menos de 15 años. Esto se debería a que en el Paraguay actualmente están circulando los serotipos de dengue DEN1 y DEN2, que ya afectaron a la mayoría de los adultos jóvenes, mientras que los niños son infectados por primera vez con estas cepas.
Lamentablemente, esta epidemia está teniendo un costo alto, de acuerdo con las informaciones de los medios, el dengue ya habría costado la vida incluso de una beba que nació prematuramente; la enfermedad le había sido transmitida a través de la placenta y falleció después de estar internada casi dos semana en terapia intensiva.
Además del costo personal para las personas y para las familias, el dengue deja asimismo un impacto a nivel económico. Una de las áreas donde esto se hace evidente es en el mundo laboral. De acuerdo con los datos de la Dirección de Riesgo Laboral y Subsidios del Instituto de Previsión Social, se recibió en apenas 46 días, desde diciembre del 2023 al 15 de enero de 2024, un total de 5.181 certificados de reposos para el subsidio por enfermedad por los casos de dengue y Covid-19, que representan una liquidación de G. 386.796.894. Al mismo tiempo, se informó que los certificados de reposos por dengue representan el mayor porcentaje de demanda y, en segundo lugar, está el de coronavirus. El promedio de descanso por ambas enfermedades es de cuatro días por cada solicitud. En dengue es una enfermedad que tiene consecuencias sociales y económicas.
Niños enfermos, bebés que fallecen, trabajadores con reposo son la consecuencia de nuestra falta de políticas públicas en salud y la imposibilidad de planificación y trabajo coordinado desde el Estado. El dengue ya es bien conocido en las instituciones del área, el mosquito es también un viejo conocido pues el mal ya es endémico en el Paraguay, o sea que circula durante todo el año, y pese a todo un mosquito, el Aedes aegypti, sigue causando estragos.
Básicamente, se puede afirmar que la culpa no es del mosquito, sino de las autoridades que son incapaces de lograr resultados a la hora de combatirlo. Como reconociera la ministra de Salud, doctora Teresa Barán: “Nosotros sabemos que este es un problema social, un problema grave, que se repite todos los años. Tenemos más de 30 años de historia del dengue en Paraguay”.
En ese tiempo, dicen las autoridades, la población no ha incorporado el hábito de eliminar los criaderos. Esto es importante, sin duda, porque el mosquito que transmite el dengue y la chikungunya es un mosquito urbano, que vive dentro de los hogares y en el entorno para poder multiplicarse necesita agua estancada y recipientes con pared para desovar. Precisamente, por eso, el pequeño acto de dar vuelta las botellas y otros recipientes en desuso en los patios ayuda a bajar los índices de infestación larvaria.
La cuestión es que, algo falla en la transmisión de información y la labor educativa desde las instituciones. No se trata simplemente de que la gente no limpia jardines o patios o que no haya adquirido hábitos sanitarios, sino que se trata de que no tenemos políticas públicas que abarquen el problema de forma universal.
Para que el mosquito deje de causar estragos, el Estado a través de sus instituciones debería crear todas las condiciones para que la población sepa donde disponer sus desperdicios, y también debería tener acceso al agua potable. Combatir al mosquito debería ser el eje, y esa es una responsabilidad de las autoridades y de los funcionarios, en primer lugar.