A esto se agrega la presión que ejerce el pago de la deuda, cuyos montos ya superan el gasto en salud, uno de los principales déficits del Gobierno. A pesar de que se anuncia un aumento en la inversión social destinada a esta importante función gubernamental, mientras se mantenga un modelo curativo, alejado de la atención primaria, basado en la expansión de la infraestructura edilicia, pero sin la dotación suficiente de recursos humanos, medicamentos e insumos y con altos sobrecostos, los resultados seguirán siendo insuficientes.
De igual manera, otro éxito macroeconómico, como el de la inflación promedio relativamente baja, se diluye al considerar el incremento de los precios de alimentos que afecta de manera sobredimensionada a más del 70% de la población.
El informe destaca el hecho de que Paraguay obtuvo finalmente el grado de inversión, un indicador exitoso para la macroeconomía, lo que posiciona al país como un destino atractivo para la inversión extranjera, especialmente en manufactura (maquila), energía renovable (solar, eólica) e infraestructura. Esto debería contribuir a la diversificación, pero el informe no da cuenta de las medidas específicas que Paraguay está implementando para garantizar que dicho logro se traduzca en los cambios que Paraguay requiere para mejorar la calidad del empleo, por ejemplo.
La dependencia del sector agroexportador y de la generación hidroeléctrica sigue siendo importante. No se percibe una estrategia clara, concreta y financieramente robusta para desarrollar la industria o servicios de alto valor agregado a gran escala que reduzcan la vulnerabilidad de los precios internacionales y del clima.
La agenda económica parece disociada de la ambiental. No hay una hoja de ruta clara para una transición hacia una economía verde o para mitigar de manera efectiva los impactos ambientales de sectores como la ganadería extensiva o la agricultura intensiva, más allá de declaraciones genéricas. Las medidas informadas son de pequeña escala, puntuales y destinadas en gran parte a mitigación y menos a adaptación.
Si bien el reporte hace referencia a programas que mejorarían el capital humano, como el almuerzo escolar o el empleo joven, estos son insuficientes en términos cuantitativos y cualitativos para lograr que el grado de inversión, la estabilidad macroeconómica y el crecimiento del producto interno bruto se traduzcan en mejores ingresos laborales y estos en una mayor calidad de vida.
Los logros en materia de formalización económica señalados en valores absolutos no se reflejan en los porcentajes. Por ejemplo, la informalidad continua en más del 60% de la población ocupada, incluso en sectores sumamente dinámicos y apoyados por la inversión pública como es el caso de las construcciones.
Paraguay está siendo poco ambicioso en sus metas, así como en los resultados esperados. Nos quedamos con bajas coberturas de programas, con políticas fragmentadas y sin aspiraciones de cambios estructurales.
El informe económico de Peña muestra una macroeconomía sólida y resiliente, un logro significativo. Sin embargo, los vacíos en diversificación, formalización, política social y sostenibilidad, sumados a las controversias sobre energía, tierra, transparencia e integridad, plantean serios desafíos. El éxito a largo plazo dependerá de abordar estos temas con mayor audacia, equidad y visión integral, más allá de los números macro.