Los datos oficiales de los primeros siete meses de este 2025 son sin duda preocupantes. También resulta un hecho alarmante la posibilidad de que estemos normalizando la violencia contra las mujeres y contra niños, niñas y adolescentes. Cada muerte, cada situación de abuso que no ha sido evitada es una falla del Estado. Contamos con herramientas, leyes, programas y proyectos, pero no se está logrando contener la epidemia de violencia. Urge un cambio estructural, y necesitamos instituciones más eficientes para lograrlo.
La sociedad paraguaya no debe normalizar las situaciones de violencia, y las instituciones del Estado deben hacer más que publicar sendos comunicados. Las cifras oficiales son preocupantes. De acuerdo con los datos de la plataforma Datos Abiertos del Ministerio Público, entre los meses de enero y julio, ingresaron un total de 12.943 denuncias por hechos punibles contra niños, niñas y adolescentes. El dato implica un promedio de 61 casos por día, e incluye dos niñas víctimas de feminicidio y tres de homicidio.
En cuanto a los casos, todos ellos fueron tan brutales como mediáticos. El primero de ellos fue el crimen de María Fernanda Benítez, una adolescente de 17 años que fue hallada sin vida y quemada en un patio baldío, el 31 de mayo pasado. El presunto autor del feminicidio habría sido la pareja, quien la habría asesinado luego de enterarse de que la adolescente estaba embarazada, y al parecer el autor del crimen le habría obligado a abortar.
El segundo caso se trata de una niña de 12 años, quien falleció después de haber sido abusada, y finalmente golpeada con un objeto contundente. La niña fue una de las víctimas del triple feminicidio ocurrido en la ciudad de Capiatá, a mediados del mes de julio, suceso en el que también fallecieron su madre y su abuela.
El terrible cuadro se completa con tres homicidios en los que fueron víctimas menores de edad; aquí se encuentra Melania Monserrath, una niña de 11 años que murió estrangulada, un bebé de diez meses y un niño de cuatro años.
Continuando con los datos oficiales, de los 12.943 hechos punibles contra niños, niñas y adolescentes, lideran las denuncias los casos de abuso sexual infantil, teniendo un promedio de nueve denuncias por día. De ellos, el 72% de las víctimas fueron menores de 14 años de edad; también hubo ocho denuncias de abuso por medios tecnológicos, nueve casos de abuso en personas bajo tutela. Asimismo, hay denuncias de hechos de coacción sexual y violación, maltrato de niños y adolescentes bajo tutela, casos de estupro, denuncias por pornografía relativa a niños y violación del deber de cuidado, así como hechos de incumplimiento del deber legal alimentario, siendo el mayor, con 4.259 denuncias.
A menudo, los casos reportados generan gran conmoción en la sociedad y, tristemente, cuando las autoridades intervienen ya es demasiado tarde para evitar el crimen o el abuso, que sin lugar a dudas deja profundas huellas en las víctimas.
Ante eso, se impone una profunda reflexión y asunción de responsabilidades en primer lugar de parte de las autoridades. Contamos en el Paraguay con todos los instrumentos legales, con instituciones, funcionarios y programas; por lo tanto, ¿cómo es posible que se sigan dando los terribles hechos de violencia?
No podemos negar que las condenas a los feminicidas y a quienes abusan de niños y niñas son importantes, como también lo es la denuncia, pero vemos que esto no está siendo suficiente para cambiar la realidad.
Necesitamos que se formulen políticas públicas que apunten, en primer lugar, a que las acciones de las instituciones sean más efectivas, porque es esencial prevenir las muertes y los abusos.
La ciudadanía debe comprometerse ante los casos de potenciales abusos a niños, niñas y adolescentes, creando espacios de protección, con un claro mensaje de que no están solos. Al mismo tiempo, se debe trabajar desde el Estado y con la sociedad para construir relaciones menos desiguales, para, desde la cultura y la educación, erradicar la violencia y los abusos contra niñas y mujeres, apuntando a cambios culturales, cambios en la educación y en las relaciones.