22 sept. 2025

Es fundamental en Paraguay el fomento del libro y la lectura

En un país que no dispone de datos fidedignos respecto a la cantidad de lectores, es necesaria la promoción del libro y de la lectura. Existe, sin embargo, la presunción, basada en el bajo nivel de inversión en educación, que el Paraguay es un país con bajo índice de lectura. Necesitamos políticas públicas que promuevan la lectura, y estas deberán ir acompañadas de acciones concretas, como, por ejemplo, dotar de bibliotecas a todas las instituciones educativas públicas. Se debe invertir en el futuro, pues un niño que lee es un niño que piensa.

El país se encuentra ante el desafío de cambiar su triste reputación de que es un país sin lectores. Asimismo debe asumir el reto de hacer posible que todos los paraguayos puedan acceder a los productos culturales y, entre ellos, el libro.

Hace un año, y después de 27 años de larga espera, el país finalmente pudo contar con una normativa actualizada en cuanto al libro. La Ley de Fomento de la Lectura y el Libro fue promulgada y el mismo día se instauró el 28 de agosto como el Día Nacional de la Lectura; claramente esta se presentaba como una gran oportunidad.

Aprender a leer y a escribir constituyen dos capacidades básicas y muy necesarias, pues son la base de todas las demás aptitudes vitales de las personas. Como reconoce la Unesco, la escritura y la lectura son fundamentales para que las sociedades puedan aspirar a lograr mejores niveles de desarrollo, combatiendo el analfabetismo y la pobreza, y enlazado a este principio, señala que los libros no solamente proporcionan información y educan, sino también crean el hábito de la reflexión y el análisis, recrean y entretienen.

Como sabiamente afirmaba Santa Teresa de Jesús: “Lee y conducirás; no leas y serás conducido”. Esta máxima debe ser considerada primordial, atendiendo a la realidad de nuestro país. Esa realidad nos habla de que los estudiantes en Paraguay, según el último informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en su informe PISA, han obtenido en Matemáticas, Lectura y Ciencias, puntuaciones inferiores al promedio de los países. Paraguay aparece penúltimo, en el puesto 80.

Estos resultados, concretamente en cuanto a lectura, son sumamente graves: alrededor del 34% de los estudiantes paraguayos alcanzaron el “nivel 2 o superior”, que contempla “como mínimo” la identificación de la idea principal en un texto de moderada extensión. El promedio de la OCDE es del 74%. Esta es la realidad que debe ser cambiada.

Al respecto, el ministro de Educación, Luis Ramírez, había señalado que es necesaria una importante inversión, ya que el déficit no se limita a la parte pedagógica, y hay factores asociados, como la alimentación e infraestructura. Se debe entender que un niño con hambre no va a poder aprender. Y, en esta misma línea, un niño y un adolescente que no tienen acceso a libros, a bibliotecas, difícilmente podrán desarrollar el hábito de la lectura. Mirando los resultados de PISA se hizo evidente la gran desigualdad que condena sin futuro a nuestros jóvenes, pues se nota mejor rendimiento en las instituciones privadas que las públicas. El Estado paraguayo debe invertir y esa inversión en educación y cultura debe ser de calidad.

Según Unicef, 8 de cada 10 hogares de Paraguay no cuentan con libros, y 6 de cada 10 niñas, niños y adolescentes no pueden acceder a la educación; y somos el país de América Latina que menos invierte en educación. Estos lamentables índices son la consecuencia de la dictadura de Stroessner, que reprimió todo pensamiento crítico y persiguió los libros. Posteriormente, en democracia nada se hizo para construir una cultura de la lectura y del libro. Esto es absolutamente necesario, pues es bien sabido que el libro es para una familia, que apenas sobrevive con un salario mínimo, un verdadero lujo, y por eso deben prescindir de ellos.

Para compensar esta situación, el Estado debe crear bibliotecas públicas, debería haber una completa biblioteca en cada escuela y colegio público, y cada niño y adolescente que asista a instituciones públicas debe tener acceso a libros.

Nuestra única esperanza para alcanzar desarrollo y bienestar es convertirnos en un país de lectores: más libros, más libres.

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