04 may. 2024

En la mismísima madre

Existe algo en común entre el filósofo italiano Antonio Negri y el electo presidente brasileño Lula da Silva —además de que ambos actúan bajo la herencia del amplio arco de la izquierda política y cultural de los años 60 y 70—: sus madres fallecieron cuando estaban en la cárcel, por la misma época, en Italia y Brasil respectivamente. Para ambos la figura materna es inseparable de la filosofía y de la política que emprenden

Negri, activista y profesor de la Universidad de Padua, en 1978 había sido acusado falazmente de planear el atentado en el que las Brigadas Rojas asesinaron al dos veces presidente italiano Aldo Moro. Fue apresado en abril de 1979, acusado por otros tantos crímenes sospechosos de ser operaciones de falsa bandera de los servicios secretos y la ultraderecha. Finalmente, sin más pruebas que su “responsabilidad moral”, es decir, por ser docente y militante sin conexión alguna con el terrorismo, el democrático Estado italiano lo condenó a treinta años de cárcel. Estuvo allí cuatro, hasta que fue elegido diputado y la inmunidad lo liberó. Antes se le murió la madre.

Lula estuvo mucho menos en la cárcel por aquel tiempo, treinta y un días contando desde el 19 de abril de 1980. Durante los dos años anteriores, como presidente del Sindicato de Metalúrgicos de São Bernardo do Campo e Diadema, en el Gran São Paulo, había liderado huelgas inmensas e inéditas en un contexto de dictadura militar. Imágenes y audio de sus discursos ante las muchedumbres pueden espigarse en la web. Fue acusado en 1981 de desobediencia civil e incitación al desorden, luego de liderar una de aquellas movilizaciones. Condenado a tres años de prisión, la sentencia nunca se sostuvo. No volvió a estar encerrado hasta la operación de fiscales y jueces en el caso Lava Jato. Pero justo en aquel escaso mes dentro de la cárcel, falleció su madre.

La diferencia entre estas muertes maternas es que mientras a Lula los militares lo escoltaron hasta donde yacía Eurídice la costurera; a Negri no lo dejaron asistir al velorio de su progenitora, la maestra de escuela Aldina. Ambas son esenciales para el político y para el filósofo. Les transmitieron ciertos ritos y valores de la cultura católica que está en la faceta evangélica del discurso de Lula, en la teoría política de Negri traspasada por el libro de Job: en el centro de la infancia de ambos.

Las respuestas del Estado autoritario o democrático sobre el asunto de la muerte de la madre durante el encarcelamiento político tienen mucho que ver aquí con el catolicismo italiano y brasileño, a pesar de la influencia protestante y pentecostal. Esta cultura católica es también la manera en que el poder ejerce la venganza. Negri fue presa del terror sicológico típico de la Inquisición medieval, vigente placer de siglos; Lula descargó su tristeza de cuerpo presente solo gracias a la religiosa magnanimidad militar, el placer de ver al enemigo (si no morir) al menos llorar la muerte de un ser querido, humillado públicamente.

Negri reflexionó sobre la relación entre la crueldad y el catolicismo. Dijo: “Mi madre murió cuando estaba en la cárcel, no me permitieron salir, ni siquiera una vez, para verla antes, ni para su entierro. Italia es un país católico, y por lo tanto cruel. E hipócrita. Les tiembla la voz al anunciarte que tu madre ha muerto, pero ni hablar de dejarte salir media jornada, porque la cárcel no es solo el encierro, es también el sufrimiento. Si no se sufre, no se expía”.

Llamó “sociedad de los jueces” a lo que precursoramente en Italia, país natal del fascismo y de la espectacularización posmoderna de la política, hace décadas se constituyó como un entramado conservador lleno de crucifijos e intereses corporativos. Esta sociedad no tan secreta, al servicio de plutocracias enmascaradas, encerró en democracia al filósofo, en dictadura y después también en democracia al político: es una sociedad versátil.

Hace culto de la madre purísima, pero solo si trae al mundo y cría ciudadanos sumisos: que no piensen por sí mismos, ni se atrevan a transformar filosófica y socialmente su entorno. O esta sociedad de delatores, jueces y fiscales te dará en la mismísima madre.

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