La idea surgió aparentemente por los problemas de comunicación que hubo durante la famosa crisis de los misiles, cuando los norteamericanos tardaron casi 12 horas en descifrar el texto de 3.000 palabras que Nikita Jrushchov había enviado. Cuando EEUU respondió, la URSS –que ahora ya no es la URSS– ya había enviado un segundo mensaje exigiendo la retirada de los misiles estadounidenses de Turquía. Después de ese incidente llegaron a la conclusión de que necesitaba una vía un poco más rápida. La línea directa fue creada en Ginebra, el 20 de junio de 1963, con la firma de un acuerdo sobre comunicaciones entre el Krem-lin y la Casa Blanca.
Dicen que el dichoso teléfono rojo era un telégrafo-teletipo que enviaba mensajes encriptados por un dispositivo que utilizaba un algoritmo único. Esos mensajes eran enviados a través de una línea que se extendía desde el Pentágono, cruzaba el Atlántico, atravesaba Europa y llegaba finalmente al Kremlin.
Ese teléfono era el símbolo de la Guerra Fría y, al mismo tiempo, era la esperanza para evitar una tercera guerra mundial, la destrucción mutua asegurada y la de toda la humanidad. Por cómo van las cosas en el mundo actualmente no se nota que haya mucha comunicación entre los dueños del mundo; en estos días, hay países aniquilando la población de otros países con toda impunidad, y encima de todo, persiste la amenaza nuclear.
LA ERA DEL CELULAR. Ahora, de la realidad actual y la sobrevivencia de la especie humana amenazada en estos días por esta gente que tiene el grave complejo de Thanos, vayamos a nuestra triste realidad cotidiana local.
Andando por la calle es fácil darse cuenta de un gravísimo riesgo que corremos todos por una especie de epidemia de la cual las autoridades no aciertan a tomar medidas. Se trata del extendido e indiscriminado uso del teléfono celular mientras se conduce un automóvil o una motocicleta, hay de todo. A esta gente superocupada las podemos ver en las calles, avenidas y rutas todo el tiempo enviando mensajes de texto desde una moto o hablando mientras maneja una unidad del transporte pública o un auto de esas plataformas tan populares.
Sabemos que los teléfonos celulares son una gran invención y, sin duda, para muchas cosas nos resuelven la vida. El problema es que si vas al volante se convierte en un mortal elemento de distracción. Repito, es una herramienta útil, pero no al conducir.
El hablar o mensajear distrae al conductor y en esas condiciones es frecuente que se comentan errores, y el usar manos libres tampoco ayuda. Se advierte que el uso del teléfono al volante hace que se pierda la capacidad de concentración necesaria para conducir, interfiere y afecta la capacidad de reacción ante eventualidades. Según datos de las aseguradoras, “tras minuto y medio de hablar por el móvil (incluso manos libres), el conductor no percibe el 40% de las señales, su velocidad media baja un 12%, el ritmo cardiaco se acelera bruscamente durante la llamada y se tarda más en reaccionar”; además, el nivel de peligrosidad se equipara a la conducción con exceso de alcohol.
A esos idiotas adictos a su teléfono celular, que no miden el riesgo de hacer daño a otros, les pregunto: ¿Qué es eso tan importante que no puede esperar a que lleguen a destino o que no pueden estacionarse un rato? O es que se creen que son Putin usando el teléfono rojo para llamarla a Kamala, digo yo…