Paula Regueira Leal
Este arte llamado “wayang” y declarado patrimonio inmaterial de la Humanidad por la Unesco, lucha por su supervivencia en tiempos en los que los ciudadanos prefieren otras formas de entretenimiento rápido y dinámico.
Cada día son menos los indonesios que quieren aprender el manejo de las marionetas o convertirse en “dalang”, el conductor de este espectáculo cultural de hasta 300 marionetas.
Los niños indonesios han pasado de fantasear con los relatos de las epopeyas clásicas hindúes como el “Ramayana” y el “Mahabharata” a soñar con futbolistas de éxito o con personajes ficticios como Bob Esponja o Spiderman.
“Los titiriteros son ahora menos hábiles que hace unos años a pesar de que su labor requiere un gran conocimiento, controlar la orquesta, contar la historia, cantar e interpretar a decenas de personajes”, explica a Efe Henky Suryodilogo, un artesano de marionetas de Yakarta.
El moribundo estado en el que se encuentra el teatro de las sombras hace que el “dalang” no pueda vivir de su arte y tiene que buscar otros empleos para mantenerse.
Uno de los aspectos que merman el interés por asistir a los espectáculos de “wayang” es que las representaciones suelen durar más de ocho horas.
“Cuando empieza la función siempre tenemos muchos espectadores, entre ellos jóvenes y niños, pero a partir de la mitad de la historia solamente se quedan los mayores de cuarenta años”, reconoce Suryodilogo.
Entre las epopeyas más escenificadas figura el relato del matrimonio entre el príncipe Rama y la princesa Sinta, la abducción de esta por parte de un rey enemigo y las batallas libradas para conseguir rescatarla.
En estas representaciones de dioses, gigantes, bestias o guerreros, las protagonistas son las estilizadas marionetas articuladas, cuyos rasgos están diseñados para transmitir emociones y estados de ánimo.
Las marionetas del “wayang”, un vocablo javanés que significa sombra, son planas y están hechas generalmente con piel de búfalo. Las más elaboradas son obras de artesanía que han sido modeladas de forma cuidadosa con punzones y después pintadas con tintes naturales.
Bajo la tenue luz que da una bombilla, los titiriteros proyectan las siluetas de los “wayang” sobre una tela blanca, detrás de la que también están el “dalang” y los integrantes de la orquesta que con su música acompañan al relato.
Históricamente, los “dalang” eran artistas indispensables que llevaban su espectáculo de pueblo en pueblo para amenizar las fiestas y ceremonias.
Pero los “conciertos de música en directo empezaron a desplazar al teatro de las marionetas”, se lamenta Eka, titiritero de la localidad de Pangandarán, en el sur de la isla de Java.
“Antes hacía más de doscientas funciones al año, ahora no llegan a cincuenta”, precisa.
La desoladora situación por la que pasa el teatro de las sombras ha hecho que aparezca un nuevo movimiento orgulloso de esta herencia javanesa dispuesto a rescatar a las marionetas “wayang” de las vitrinas de los museos y devolverlas al escenario.
Días atrás tuvo lugar en Yakarta el Festival de Wayang de Indonesia, cuyo objetivo fue impulsar la recuperación de esta tradición para fomentarla entre el público más joven y, a su vez, desde el pasado junio se emite una serie televisiva de marionetas llamada “El Mundo Wayang”.
“Exhibir en televisión las historietas de los ‘wayang’ es clave para que perviva”, considera Eka.
Mientras que para Alexia Cahyaningtyas, caricaturista del diario indonesio “The Jakarta Globe”, las “fábulas indonesias pueden parecer anticuadas, no obstante, contienen lecciones filosóficas increíbles y proporcionan a los niños conocimiento en el ámbito cultural, geográfico e histórico” que no se deberían abandonar.