En el mes de julio “viajé al futuro y he visto que funciona”. Este es mi plagio de una frase relacionada con Alexis de Tocqueville, quien viajó a América, específicamente a los Estados Unidos, en el siglo diecinueve, y volvió a Europa para escribir su libro La democracia en América. Aquí nos advierte sobre los peligros de la tiranía de las mayorías en modo aplanadora y los de las listas votadas de punta a punta; sobre la importancia de la libertad, de la igualdad y el papel relevante del gobierno honesto y eficiente. Hice el viaje inverso. Al volver de Europa, bastante curioso, me anoté siete sentencias que me parecieron relevantes. En estos primeros días de agosto, con doble dosis de carrulim, me dispuse a analizarlas. Veamos los siete enunciados del Paraguay que no funciona.
1. El crecimiento del producto interno bruto no tiene efecto derrame.
2. El tope fiscal no permite la inversión en obras públicas e impide el crecimiento y el desarrollo.
3. El tope del déficit fiscal es una ley de oro, por tanto, es inviolable.
4. El que aprende con Baldor, Shakespeare y Cervantes y tiene salud, gana más dinero.
5. Los bajos impuestos no alcanzan para atraer inversiones.
6. El Paraguay es ejemplo académico y político de lo que no funciona.
7. La heladera sigue vacía.
Como todo lo que parezca inteligente debe tener siete elementos, me guardé una sentencia adicional, que me queda de yapa: “El dinero argentino se lava en Paraguay en forma de ladrillos”. Comencemos.
Según un estudio de Rodrigo Ibarrola, publicado en la revista 86 de Cadep de julio del 2025, el crecimiento del producto no se transmite en mayores ingresos reales para que la gente, que está viviendo mal, consuma más y viva mejor. Entre el 2015 y el 2024, dice este estudio, el PIB creció 27 por ciento y los salarios reales de los trabajadores, excepto los patrones, cayeron en -4,5 por ciento. Al contrario, en valores constantes del 2015 todos los trabajadores, exceptuando a los funcionarios públicos, ganan menos hoy que hace diez años. La inflación acumulada del 2015 al 2025 fue del 50%, mientras que el salario promedio aumentó menos del 40%. En el mismo periodo, los alimentos subieron 83%, lo que es un golpe brutal al estómago del pueblo, confirmando la tesis de la heladera vacía.
Por qué el crecimiento no se derrama. En primer lugar, dice Ibarrola, siguiendo la teoría clásica, porque existen ingresos del capital e ingresos del trabajo. Complementando, en países donde el 20% más rico concentra el 51% de los ingresos, y el 20% más pobre se queda con apenas el 4,9% de los ingresos, esta enorme desigualdad hace que cuando crece la torta, la mayor parte de lo que crece vaya hacia ese pedazo de torta mayor que se concentra en los más pudientes, ergo, no se derrama hacia abajo, donde están los que más necesitan.
En segundo lugar, la teoría neoclásica dice que el ingreso marginal, empresarial o personal, depende de la productividad marginal. Las mayores ganancias en productividad no se dan precisamente en el trabajador que no tiene salud, educación ni transporte público para llegar a tiempo a su lugar de trabajo. Se da en el capital que automatiza la soja usando cosechadoras con GPS, en el sistema financiero que desemplea e invierte pesado en nuevos aplicativos para celulares fortaleciendo la banca digital. Los bancos ya ganaron 500 millones de dólares en el 2024 y ahora a mitad de año llevan acumuladas ganancias por 359 millones de dólares, van hacia los 700 millones para el final del año. ¿Qué tal? En tercer lugar, complementando lo anterior, el crecimiento del PIB ocurre en mayor grado en aquellos sectores de escasa elasticidad empleo-producto. Es decir, en la agricultura de capital intensivo, telecomunicaciones vía celular e internet, servicios financieros digitales, etcétera, donde el mayor crecimiento de las ventas no genera mayores niveles de empleo.
Luego, si el capital humano, sin salud ni educación no puede capturar los beneficios de una mayor producción, por las tres razones enumeradas más arriba, la heladera de la mayoría de la gente no pudiente del Paraguay seguirá vacía. La única opción de cambiar esto es con un choque de gestión, que aparece en mi artículo de la semana anterior, incrementando el presupuesto de salud y educación, del 3 al 6%, respectivamente, por ejemplo, de modo a que la mano de obra de los niveles socioeconómicos menos favorecidos, se convierta en mano más capacitada con competencias diferenciadas, para que pueda acceder a mayores niveles de ingresos en una estructura económica que comienza a premiar más a quienes pueden ingresar, por ejemplo, a la economía del conocimiento y a la agricultura de precisión. O para que, si no llegan a este nivel de desarrollo humano, con inversiones en infraestructura sanitaria, educativa y logística de mayor calidad, se pueda mejorar la productividad de la mano de obra obrera en sus respectivos puestos de trabajo. Transporte público y rutas de calidad es mejora sustancial de la productividad para el crecimiento del producto y de los ingresos. Etcétera. Para todo esto se necesita espacio fiscal para invertir: menos o igual nivel de gastos, calidad del gasto, y mayores ingresos del Estado, o un déficit fiscal menos rígido. Pero…
El tope fiscal impide la inversión para un mayor crecimiento y desarrollo. En efecto, la ministra del MOPC se quejó en una conferencia ante el Club de Ejecutivos diciendo que la ley de responsabilidad fiscal, que fija en -1,5 por ciento sobre el PIB el tope del déficit fiscal, está ralentizando las inversiones en obras públicas de infraestructura física, donde el pasivo es de más de 30 mil millones de dólares para tener un nivel medianamente adecuado de infraestructura según estimaciones de Cavialpa. Advirtió que actualmente apenas se invierten mil millones de dólares por año lo que nos pone un horizonte de 30 años para mitigar la brecha. Simplemente, brutal. “Son reglas fiscales las que están limitando nuestro propio crecimiento”, dijo la ministra y añadió que esto debe revisarse si se quiere llegar a la meta presidencial, renovada, de duplicar el PIB en 10 años. Hoy se invierte 2% del PIB y debe irse al 5%, subrayó. Luego, sugirió que, sin infraestructura en redes de energía, rutas, saneamiento básico, el país seguirá teniendo cuellos de botella que no facilitan atraer las grandes inversiones.
De inmediato recibió una respuesta del ministro de Economía quien advirtió que el tope fiscal es una regla de oro que es inviolable, y que hay que mostrar gestión y no buscar excusas. En estos momentos, la baja presión tributaria, derivada de las mínimas tasas impositivas (bajo el argumento de que eso estimula y atrae inversiones, empleo, ingresos, etc.), el triple diez, y la limitada capacidad de control del Estado, y la corrupción, que se traduce en evasión, conspiran contra un nivel de ingresos que pueda sustentar un presupuesto público suficiente para las crecientes necesidades de inversiones físicas y sociales del Paraguay.
Esto quiere decir, no importa la brecha en infraestructura en salud, educación, alcantarillado sanitario, agua potable, redes de transmisión y distribución de energía, todo puede esperar. Lo importante es cumplir con la regla de oro, -1,5% del PIB. Las inversiones endógenas, que mejoran la productividad marginal de la gente, para que gane más, y que pueden crear grados de movilidad social y que alguien pase a ser capitalista luego de haber sido empleado, que reciba ingresos del capital en vez de ingresos del trabajo, etc… todo puede ser pospuesto.
Sin embargo, datos del INE explican que el derrame del crecimiento del producto, en forma de mayores ingresos, es dependiente de la productividad de la mano de obra, dependiente a su vez de la salud y del nivel de educación que reciba. Esto quiere decir, que depende de la calidad de las instituciones del Gobierno para encarar políticas distributivas que mejoren la cantidad y la calidad de los bienes públicos para la gente de pueblo.
Los números de la EPH del 4to trimestre del 2024 muestran como evidencias empíricas que el ingreso promedio de un trabajador privado pasa de 2,7 a 3,7 millones de guaraníes al formalizarse con salario mínimo e IPS, lo que depende de su nivel educativo y salud física y mental para las exigencias de las empresas, para que tenga buena productividad. Claro, el Estado debe controlar para cohibir la informalidad laboral. Luego, si tiene un diploma universitario ese trabajador salta de ganar 3,7 a 6,1 millones de guaraníes como empleado. Si es persistente y, ya con diploma, llega a 5 años de experiencia en el cargo asciende a 7,3 millones de guaraníes de ingresos mensuales en promedio. Si es un cuentapropista, al formalizarse y tener RUC, factura y acceso al crédito, salta de 1,6 a 4,3 millones de guaraníes. Si este cuentapropista accede a un diploma universitario salta de 4,3 a 8,8 millones de guaraníes. Y si además no fracasa y tiene 5 o más años de experiencia como empresario, el ingreso promedio según el INE es de 9,2 millones de guaraníes. Por tanto, invertir en la educación y la salud de la gente tiene una rentabilidad extraordinaria, si el Gobierno se pone las pilas. Habrá efecto derrame cuando crece el PIB. Eso quiere decir, si el Estado enseña el castellano, el álgebra y a hablar inglés, en un nivel competitivo, el crecimiento del producto se acelerará y la gente podrá recibir los beneficios en forma de mayores ingresos, la plata se va a derramar hacia abajo.
Finalmente, el economista coreano Ha-Joon Chang y el debate presidencial chileno desnudaron la falta de inversiones en Paraguay, porque la premisa de los bajos impuestos falla . El primero suele repetir en entrevistas a Clarín de Bs As y en sus videos de YouTube que si: “Alcanzara con bajar impuestos para atraer inversiones ¿Por qué todo el mundo no está invirtiendo en el Paraguay? El impuesto sobre beneficios es de solo 10%. Pero muy pocos invierten en Paraguay porque aún con impuestos bajos no obtienen mucho a cambio de sus impuestos. Las empresas hacen uso de un montón de bienes públicos como rutas, aeropuertos, trabajadores educados en escuelas públicas, sistemas de salud universal para sus obreros, policía, sistema judicial que funcione e institutos de investigación y desarrollo públicos. Si un país ofrece cobrar menos impuestos, pero los servicios públicos que ofrece a cambio son pobres, las empresas no van a invertir allí. Las corporaciones siempre consideran que están pagando con sus impuestos”. En idénticos términos se expresó en un debate presidencial la candidata chilena Jeannette Jara: “Si fuera por quién tiene la tasa de impuestos más baja la que atrajera la inversión mundial, Paraguay sería un país multimillonario”. Su adversario José Antonio Kast le respondió: “Yo te invitaría a ir al Paraguay y que te des cuenta de cómo está surgiendo…. que convoca a brasileños, argentinos, uruguayos y chilenos. Te sorprenderá”. Lo confirma Camila Dolobjian, periodista de investigación del diario La Nación de Argentina. En una nota que hizo el 1 de agosto de 2025, luego de visitar Asunción, ella titula: “Rascacielos, crisis de vivienda y sospechas de lavado: el dinero argentino alimenta un boom de edificios de lujo en Paraguay”. En este material Camila se sorprende con las carpas de los empobrecidos y sin tierra que ocupan las veredas del centro de Asunción, y con las torres construidas con dinero sospechoso de lavado, cuyos departamentos tienen las luces apagadas en horarios nocturnos. La inversión supuestamente delictiva, con complicidad local, que está creando una burbuja de la que no podemos estar orgullosos. Todo esto se complementa con los que cruzan las fronteras y vienen de compras a los supermercados y shoppings y hacen crecer las ventas y las recaudaciones en el Paraguay, para consumo en Argentina y Brasil. Conclusión: La heladera paraguaya sigue vacía. ¡Saludos cordiales!