24 nov. 2025

El legado de Florentín Giménez, de la raíz popular al vértice sinfónico

En una conversación sostenida con Alfredo Colman, profesor asociado de Musicología/Etnomusicología en la Universidad de Baylor, especialista en música paraguaya e investigador de la vida y obra de Florentín Giménez (1925-2021), emergen múltiples dimensiones de uno de los compositores más influyentes del siglo XX en Paraguay.

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Florentín Giménez

María Gloria Báez
Escritora

A lo largo de este diálogo profundo y documentado, Colmán traza una cartografía del legado de Giménez que va mucho más allá del repertorio musical, incluyendo su pensamiento estético, su acción institucional, el compromiso pedagógico y su papel como puente entre la música popular y el sinfonismo académico.

Durante mucho tiempo, la música paraguaya se ha comprendido principalmente a través de sus expresiones más populares como ser la guarania, la polca y el rasguido doble. Sin embargo, figuras como la de Giménez cuestionan esa mirada parcial al proponer un camino que, sin renunciar a las raíces populares, las proyecta hacia estructuras sinfónicas y establece un diálogo con el repertorio académico universal, manteniendo siempre el acento nacional.

La vida y la obra de Giménez, según lo expresa Colmán, representan una “transformación musical, educacional y cultural” en la que lo popular y lo sinfónico no se excluyen, ya que se retroalimentan mutuamente. Analizadas en profundidad por nuestro interlocutor, revelan además un itinerario de transformación estética, institucional y simbólica que aún está en proceso de ser plenamente comprendido. Giménez, compositor y director de agrupaciones musicales, pedagogo y creador de espacios institucionales, fue una figura clave en una época atravesada por la censura, el exilio, la modernización cultural y la redefinición de identidades. En palabras del propio Colmán, su legado representa una “transformación musical, educacional y cultural”, en la que lo popular y lo sinfónico se entrelazan en un proceso de mutua retroalimentación.

La evolución estilística de Giménez, no puede entenderse sin considerar su experiencia formativa en Buenos Aires, ciudad a la que se trasladó luego de haber desarrollado una intensa actividad musical en Asunción. Si bien su juventud estuvo marcada por la interpretación de música popular en orquestas típicas y su paso por instituciones como la Banda de la Policía, el Ateneo Paraguayo y el estudio de piano con la maestra Josefina Peña de Faella (conocida como Doña Pepita, 1894-1986), fue en Buenos Aires donde su lenguaje musical se expandió de manera definitiva. En ese periodo se formó en teoría, armonía y composición en el Conservatorio López Buchardo y, de manera privada, con el maestro italiano Cayetano Marcolli, quien lo guió particularmente en fuga, composición, orquestación y dirección musical. Fue también en esa ciudad, donde desarrolló una doble faceta, por un lado, siguió componiendo polcas, guaranias y tangos; por otro, comenzó a gestar obras de cámara, canciones de arte y piezas orquestales, como su “Concertante en Re menor “Metamorfosis”, obras con las que anticipaban su tránsito hacia el sinfonismo.

Esta evolución, que podría considerarse estratégica o programada, parece haber sido –en palabras de Colmán– una “combinación natural y consciente”; una decisión estética coherente con su deseo de que “todo lo escrito por él”, contuviera una inspiración paraguaya, ya sea melódica, rítmica o temática, dentro de formas heredadas del repertorio clásico europeo (concierto, suite, ópera, sinfonía, etc.). Giménez se inscribe en una genealogía de compositores latinoamericanos que utilizaron el lenguaje sinfónico para “codificar una identidad nacional”. Su música conversa con las obras de Ginastera, Chávez, Villa-Lobos o Copland, pero también mantiene vínculos con figuras más cercanas como José Asunción Flores, con quien compartía la preocupación por llevar los sonidos del Paraguay a espacios de legitimación cultural.

El nacionalismo musical de Giménez no es una apropiación superficial de elementos autóctonos; es un “proceso de fusión”, donde la forma sinfónica y el contenido paraguayo dialogan en términos de igualdad. El nacionalismo musical de Giménez trasciende la mera apropiación de elementos autóctonos y se manifiesta como un “proceso de fusión” en el que la forma sinfónica y el contenido paraguayo dialogan en términos de igualdad. En obras como la “Misa Folclórica Paraguaya”, esa intención se revela en la incorporación de ritmos nacionales en las secciones del Ordinario, la inclusión de himnos a la Virgen de Caacupé y la adaptación de los salmos a una estética propia. A diferencia de la “Misa Criolla” de Ariel Ramírez -su amigo y colega-, la obra de Giménez incluye solistas, coro, conjunto folclórico y orquesta de cámara, lo que indica una voluntad de integración total de registros y tradiciones. Más allá de su repertorio sinfónico, Giménez fue también autor de más de “850 canciones populares“, de las cuales alrededor de un 10% siguen vigentes en radios y plataformas digitales. La coexistencia de estas dos vertientes -popular y académica- es, según Colmán, una muestra de su “doble identidad musical”, dirigida a públicos diferentes pero igualmente significativos.

La vida de Florentín Giménez también estuvo marcada por la política. En 1953 fue encarcelado y posteriormente exiliado a Clorinda, Argentina, como consecuencia de sus posturas ideológicas. Para Colmán, este episodio, lejos de quebrar su voluntad artística, lo “motivó a profundizar en la expresión de un nacionalismo musical”, concebido como un estilo y, al mismo tiempo, como una forma de resistencia cultural. Temas como el mestizaje, el guaraní y la historia paraguaya emergen con fuerza en su música posterior. Durante su prolongada estadía en Buenos Aires, lejos de quedar marginado, Giménez fortaleció su carrera: colaboró con Ben Molar y el sello Fermata, compuso canciones que ganaron visibilidad y consolidó sus conocimientos compositivos. Su retorno al Paraguay fue tardío, pero determinante. A partir de entonces, asumió un rol protagónico en la vida musical del país.

Fue fundador e impulsor de instituciones clave como ser, la Orquesta Sinfónica Nacional, el Conservatorio Nacional de Música, el Conservatorio de la Universidad Católica y la Orquesta de Cámara Municipal. Además, fue promotor de la Ley N º 348/94, mediante la cual se creó el Premio Nacional de Música. Según Colmán, esta iniciativa contribuyó de manera positiva a la valorización de la producción musical paraguaya, aunque su aplicación aún carece de la visibilidad y continuidad necesarias.

Una parte importante del trabajo del Prof. Colmán, ha sido la de internacionalizar la obra de Giménez, en circuitos académicos anglosajones y latinoamericanos. La presentación de sus canciones de arte en universidades como Palm Beach Atlantic University, Baylor University, y en la Universidad Nacional Autónoma de México - UNAM, (durante la conferencia de la Sociedad Internacional de Musicología), marca un primer paso hacia el reconocimiento global del compositor. Si bien la recepción ha sido positiva -con interés y apoyo en congresos en EEUU, México, Argentina e Inglaterra-, Colmán advierte que “aún falta mucho por investigar”, ya que existen obras inéditas y también vínculos entre ellas que requieren estudios más profundos.

El canal de YouTube administrado por los herederos del compositor, donde se difunde la música clásica de Giménez, y las publicaciones de Colmán en revistas especializadas, son parte de un esfuerzo sostenido por “posicionar la música paraguaya”, en espacios donde aún es desconocida. Considerando los elementos expuestos, la reflexión conduce a una pregunta inevitable, ¿existe un “sinfonismo paraguayo”? Aunque pueda parecer una idea ambiciosa, no está exenta de fundamento. Según Colmán, la obra de Giménez representa una “estética propia“, nacida de la fusión entre el nacionalismo europeo y americano, los géneros paraguayos y los valores culturales del país. Obras como la ópera Juana de Lara, basada en un episodio épico de la historia nacional, no consolidan aún un lenguaje lírico cerrado, pero sí “abren un camino hacia una ópera con acento paraguayo“, algo inédito hasta ese momento. La “Sinfonía Concertante para Piano y Orquesta en Re Menor Metamorfosis es, según Colmán, la obra que mejor representa la visión del mundo de Giménez. En ella se materializan tres transformaciones: la del propio compositor, de intérprete popular a sinfonista; la de la historia y música paraguaya, contada en cuatro movimientos; y la de la obra misma, que pasó de ser un concertante a un concierto y luego a sinfonía. Más allá del compositor, del director o del pedagogo, quienes fueron sus alumnos lo recuerdan como una persona “franca y directa con sus colegas”, a veces controversial, pero siempre “genuina y amable” con sus estudiantes. Para Colmán, su enseñanza más profunda fue, la capacidad de “analizar y reflexionar sobre la música paraguaya desde sus formas y ritmos”, con una perspectiva que no separaba lo académico de lo popular, sino que los integraba en un continuo.

Hoy, su música continúa dialogando con el Paraguay actual, recordando al pueblo su identidad sonora. A cien años de su natalicio, la obra de Florentín Giménez sigue afirmando “la singularidad de lo nacional” en tiempos de globalización, como expresión de identidad. Más que una figura del repertorio paraguayo, es un símbolo de síntesis entre raíces y universalidad, tradición y vanguardia, historia y estética. Como señala Alfredo Colmán, su legado requiere aún más estudio, difusión y nuevas voces que lo proyecten a otros escenarios. Su vida fue una metamorfosis constante -de la orquesta típica al podio sinfónico- y una apuesta ética y estética por “hacer sonar al Paraguay en todos los idiomas de la música.”

NOTA:

Expresamos nuestro más sincero agradecimiento al Prof. Alfredo Colmán, destacado musicólogo paraguayo y profesor Asociado de Musicología/Etnomusicología en Baylor University, por su generosa disposición a compartir sus conocimientos, investigaciones y reflexiones en torno a la vida y obra de Florentín Giménez.

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