21 ago. 2025

El Día del Niño y el populismo nacionalista

El 16 de agosto, en Paraguay, se celebra el Día del Niño. Pero, ¿realmente celebramos la infancia o nos rendimos a una narrativa nacionalista que manipula un trágico suceso para consolidar un discurso político? Esta entrega explora cómo el populismo paraguayo transformó una tragedia en un símbolo de victimismo, distorsionando la historia y el propósito original de la conmemoración.

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Lo prolongación del combate, las bocas de fuegos colocadas para esperar el ataque Aliado, y las casi 500 bajas provocadas por los paraguayos, dan a entender que este no fue un simple combate donde los aliados simplemente arrasaron con paraguayos.

Foto: Archivo - Imagen ilustrativa.

Esta fecha fue institucionalizada el 19 de julio de 1948, por el presidente Juan Manuel Frutos, según Decreto Nº 27.484, ante el pedido de la oficina de Informaciones de la Presidencia de la República, en el que solicita se fije el 16 de Agosto como Día del Niño, ante la necesidad de “fomentar por todos los medios la difusión e intensificación del sentimiento nacionalista” y resaltando en otra parte del mismo decreto “la rememoración de ese hecho tendrá el carácter de un acto nacionalista, que retemplará el civismo de nuestros compatriotas”. Se sabe, sin embargo, que ese no era el propósito original del profesor Andrés Aguirre, quien buscaba construir una reflexión crítica sobre la tragedia infantil, acontecimiento ocurrido en Barrero Grande. Pero su propósito terminó por manipularse.

Inicialmente, el Día del Niño en Paraguay fue instituido oficialmente a inicios del siglo XX con un sentido cívico-educativo. El 15 de mayo de 1919, por iniciativa del profesor Julián Rojas Chilavert (entonces director de escuelas), el Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública estableció el 13 de mayo de cada año como “Día del Niño”. La motivación se eligió estratégicamente en cercanías de las fiestas de la Independencia, expresada en aquel entonces “para que la niñez tenga su expansión espiritual y vaya teniendo conciencia de sus deberes con la patria”.

También el decreto 27.484 cambiaba la denominación de sitio de batalla “y se denomine “Acosta Ñu” como el lugar de la batalla histórica, en sustitución de “Rubio Ñu” como impropiamente se denomina hasta ahora.

Si bien, no era “impropiamente”, ya que llevaba este nombre la zona en la que se libró la batalla, era porque pertenecía al porteño Miguel Rubio y Díaz (por esto que Juan Crisóstomo Centurión lo llamo Rubio Ñu o Díaz Cué, los brasileros lo llamaron Nhuguaçu), y este era yerno de lusitano Blas Acosta Freyre. El motivo por el cual el lugar cambio por el apellido del suegro no está claro.

Plano de la batalla de Acota Ñu elaborado por el historiador Andrés Aguirre.jpeg

Plano de la batalla de Acota Ñu elaborado por el historiador Andrés Aguirre.

Foto: Archivo.

Y como el gobierno de Juan Manuel Frutos era el primero colorado desde 1904, (excepto por la breve presidencia de Pedro Pablo Peña) que asumía la presidencia, no podía saltarse la oportunidad de resaltar la figura e historia de su principal fundador al agregar al decreto “bajo el comando del ínclito General Bernardino Caballero.-”. El objetivo era doble: por un lado, glorificar a Caballero y, por otro, “purificar” a imagen de Francisco Solano López, instaurando el nacilopismo como corriente ideológica nacionalista.

El relato oficial se sostiene sobre una imagen simplificada del combate: niños inocentes y desarmados sorprendidos por los aliados. Es bien sabido por todos que en Rubio Ñu/Acosta Ñu, la retaguardia/ primer Cuerpo del Ejército Paraguayo, unos 5.901 soldados y 95 oficiales, según el general paraguayo Francisco Isidoro Resquín, es alcanzada por las fuerzas de la Alianza, compuestas de 20.000 hombres. Nótese que entre los soldados paraguayos no son contados como niños, pues habían alcanzado la edad “viril” por un bando del vicepresidente Sánchez que en febrero de 1869, redujo de 14 años a 12 la edad de incorporación al Ejército.

Pero esto de que López incorporo a niños de 12 años a su ejército no lo es todo. También está el hecho de que siendo alcanzando esta retaguardia al mando de Caballero, división, “de las tres armas”, que se encargaba de llevar las carretas de provisiones y a los civiles que les acompañaban, al informar Caballero que era alcanzado por los Aliados, López le mando decir “que hiciera toda la resistencia posible”, esto quiere decir que Caballero tuvo el tiempo suficiente de enviar noticias y recibir órdenes antes del ataque de los aliados y que además, no solo hizo “toda la resistencia posible”, y su derrota inevitable, logró un atraso por siete horas, que fue la duración de la batalla, tiempo suficiente de que en caso López pudiera ir en su ayuda con tropas frescas o los 1.200 hombres que se encontraban en Ka’agüy Jurú al mando del coronel Hermosa, y poder de ser posible una retirada en orden, pero no, López usó ese tiempo sólo para tomar distancia de los aliados y se puede decir que sacrificó a su retaguardia.

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El Día del Niño fue institucionalizado el 19 de julio de 1948, por el presidente Juan Manuel Frutos, según decreto Nº 27.484.

Foto: Archivo.

Otro suceso tomado, por cierto, es que los aliados quemaron el campo para matar a los heridos paraguayos que yacían en él, sin embargo, este fuego fue encendido por los paraguayos para ocultar sus movimientos desde el comienzo de la batalla, lo que contradice la idea de la crueldad absoluta del enemigo.

Sigue Resquín, las bajas paraguayas en este combate fueron de 1.765 soldados y 29 oficiales fallecidos. Además, 1.816 efectivos y 35 oficiales fueron tomados prisioneros, mientras que 2.320 soldados y 30 oficiales consiguieron evadir a los Aliados y regresar al campamento del mariscal López.

Lo prolongación del combate por siete horas, las 23 bocas de fuegos que fueron colocadas para esperar el ataque aliado, y las casi 500 bajas provocadas por los paraguayos, nos dan a entender de que este no fue un simple combate donde los aliados simplemente arrasaron con paraguayos, sino fue, en palabras del propio Conde D’Eu “sería día de gran batalla.” Esto minimiza el componente de victimismo y resalta la resistencia de los paraguayos y no una simple “masacre de niños” indefensos. Ya que los 1.794 muertos entre los paraguayos, incluyen tanto a esos niños soldados como a adultos.

Es extraño como el nacionalismo paraguayo, en lugar de centrarse en el orgullo nacional por logros y virtudes, ha tendido a construir su identidad en torno al “victimismo nacional”. Entiendo bien eso de querer crear un sentimiento único para generar cohesión entre los paraguayos, puede perpetuar una mentalidad de pasividad y resentimiento, en lugar de fomentar una visión de futuro basada en la autoestima y la superación.

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Luis Felipe Maria Fernando Gaston de Orleans, el conde D’Eu, protagonista de esta batalla, pintura de la Batalla de Acosta Ñu del pintor brasilero Pedro Américo, año 1871.

Foto: Archivo.

Mi propósito no es negar que durante la Batalla de Rubio/Acosta Ñu ocurrieron actos de crueldad cometidos por las fuerzas de la Triple Alianza, ni mucho menos justificarlos o defender a sus responsables. Muy por el contrario, existen evidencias históricas claras de excesos cometidos contra combatientes paraguayos durante y después del combate. Sin embargo, también es cierto que un número considerable de soldados paraguayos fueron tomados prisioneros y posteriormente tratados en hospitales por los propios aliados, lo cual matiza la imagen de una masacre indiscriminada.

La narrativa del “holocausto infantil” debe ser revisada a la luz de estas fuentes, no para minimizar el sufrimiento, sino para comprender el evento en su totalidad, sin caer en simplificaciones ni manipulaciones emocionales.

Hoy, 156 años después de Acosta Ñu, el mejor homenaje que podemos rendir a los niños caídos no es repetir discursos vacíos y defender la idea de que la infancia nunca debe ser sacrificada en nombre de la patria. La patria es su gente, no un mito nacionalista que justifique la muerte.

Investigador.
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