08 may. 2024

El abrazo de López

A días de recibir a su nuevo inquilino, el Palacio de Gobierno abre sus puertas y nos cuenta sus historias, la oficial y las que no se conocen, casi todas envueltas en leyendas, en algunas certezas y en muchas especulaciones. Secretos de un icónico edificio.

PALACIO

Por: Carlos Darío Torres.
Fotos: Javier Valdez.
Producción: An Morínigo.

Proyectado para servir de residencia y despacho presidencial al mariscal Francisco Solano López, el palacio que lleva su nombre –también conocido como Palacio de los López, Palacio de Gobierno y Palacio Presidencial– está lleno de simbolismos y misterios que lo convierten en una construcción monumental única.

Quizás el rasgo que pasa más desapercibido es el hecho de que fue pensado como un edificio que pueda abrazar a Asunción. El arquitecto José María Calvo, consultor especializado en patrimonio monumental, destaca que –según lo analizado para confeccionar el protocolo de intervención de 2013–, el edificio abre sus brazos para envolver a la capital.

“La discusión era cuál sería la fachada principal. Por la morfología y la tipología propia del edificio en U, se concluyó que el espacio principal exterior es el que da a la ciudad y que fue pensado como para que sea un abrazo a Asunción. Claro, por la escala y la forma en que se llegaba aquí, también se le dio importancia a la fachada del río”, añade Calvo.

Este aspecto estuvo en entredicho durante mucho tiempo. “Para saber cuál es la verdadera fachada, lo más fácil es analizar hacia dónde mira la escalera principal; lo hace hacia el centro de Asunción”, explica.

Otro punto a favor de la afirmación que sostiene que la fachada principal es la que mira al centro de Asunción es que el Palacio contiene muchos elementos de la arquitectura académica y uno de ellos es que encima del frontón principal había un conjunto escultórico que –en el análisis simbólico de las diferentes relaciones– determina que ese es el punto central del edificio.

Una joya frente al río

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Las preguntas sobre el palacio son muchas, pero las posibles respuestas son aun más. Las dudas acerca de si la construcción había sido finiquitada no fueron develadas hasta 2013, cuando comenzó la última refacción, bajo la dirección del arquitecto Carlos Cataldi.

“Fue una restauración precedida por estudios que se deben hacer en este tipo de trabajos y nos permitió disipar muchas dudas que había sobre la historia del Palacio”, resalta Calvo.

Los trabajos realizados permitieron ver que el edificio estaba finamente ornamentado y decorado, lo que da a entender que ya estaba terminado al inicio de la Guerra Grande, aunque se sabe que nunca fue ocupado como residencia oficial por Solano López, finalidad para la que fue proyectado.

La historia aceptada es que Lázaro Rojas, padrino del Mariscal, le regaló a su ahijado de bautismo el predio en el que se construiría el Palacio. Una versión apunta a que la edificación comenzó en 1857, y otra, en 1862, todavía en vida de Don Carlos.

Sobre los planos tampoco hay certeza. Algunos estudiosos le otorgan la autoría al húngaro Francisco Wisner, pero lo cierto es que no existe prueba documental que avale esta versión. Lo que no se discute es que el británico Alonzo Taylor se encargó de la estructura, y el italiano Alejandro Ravizza, de la parte ornamental.

Hacia 1867 la edificación ya estaba casi concluida pero no pudo ser ocupada por López, quien se encontraba al frente de las tropas comandando la defensa frente a los aliados. Después, la escuadra brasileña bombardeó y ocupó la capital y los proyectiles dañaron uno de los pináculos.

No fueron los únicos perjuicios perpetrados por los brasileños, quienes se encargaron de saquear el lugar, llevándose los mármoles, las aberturas, las ornamentaciones y todo lo que pudieron rapiñar, menos los muebles, porque de eso se encargaron los argentinos, quienes los retuvieron en Buenos Aires cuando pasaron por ese puerto a su venida de Europa.

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En 2013, la entonces presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner fue quien devolvió a nuestro país lo que quedaba del mobiliario original. Las arañas, los muebles y parte de los elementos que en la actualidad adornan el edificio no son los que originalmente iban a completar la residencia, pero sí son de época.

El historiador Hérib Caballero cuenta que el Palacio fue usado por los brasileños, primero como cuartel y después como caballeriza. “Quedó abandonado y la prensa de los primeros años de la década del 70 del siglo XIX decía que ahí la gente se reunía para tomar, para jugar”, apunta.

Cuando el Colegio Nacional de la Capital fue creado en 1877, el lugar fue destinado a sede de la institución, pero debido a los gastos que demandaba su refacción, ese proyecto no se pudo concretar.

El Palacio quedó sin uso durante mucho tiempo, hasta que durante el Gobierno de Patricio Escobar (1886-1890), este ordenó las reformas, que fueron bastante lentas. En 1892 fue inaugurado como nuevo Palacio con la primera exposición de productos nacionales. Fue la primera Expo Feria del país.

Juan Gualberto González (1890-1894) debía haber sido el primero en ocupar la que sería residencia y despacho del presidente de la República, pero fue depuesto antes de la conclusión de los trabajos de reacondicionamiento. El uso del edificio como sede gubernativa se concretó recién en 1894, y le tocó al general Juan Bautista Egusquiza ser el primer inquilino.

A partir de entonces, a la construcción le agregaron elementos y sufrió intervenciones que la modificaron tanto en el exterior como en el interior, a pedido del presidente de turno.

Cuando fue inaugurado como edificio oficial, el Palacio no contaba con rejas. Éstas fueron instaladas a comienzos del siglo XX. “Hay una foto del presidente (Juan Antonio) Escurra, quien asume en 1902, y todavía no aparecen las rejas. Las de Mburuvicha Róga –de la familia Aceval– son otras. Después, el edificio pasó a la familia Pozzi y de ahí a manos del Estado”, destaca Caballero.

El despacho del presidente de la República se hallaba ubicado en la planta alta del edificio hasta 1949, año en que el presidente Felipe Molas López lo hizo trasladar al piso inferior, en el ala este. ¿La razón? Molas López tenía un problema en la pierna y no podía subir las escaleras.

Para gustos, los colores

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Lo conocimos blanco o gris, pero hace cinco años los trabajos de los restauradores dejaron al descubierto sus verdaderos colores. “Anteriormente era gris, pues en la época de Stroessner todos los edificios se pintaban de ese color porque era más fácil mantenerlos; pero así se perdían los valores de la construcción, el simbolismo que tiene”, afirma Calvo.

El exterior del edificio era un revoque a la piedra, al que se le daba color gracias a la utilización de las arenas que tenemos en Paraguay. Los colores originales son los que hoy día luce, un tono que se acerca al rosado y un matiz amarillo. La intervención comenzada en 2013 permitió descubrir la identidad cromática de la construcción, que ya había sido develada inicialmente en 2011, cuando se trabajó en el torreón.

“Obviamente, la recuperación de estos tonos cromáticos permiten entender el edificio en su figura fondo, porque cuando era todo blanco, los detalles ornamentales de la fachada quedaban totalmente ocultos y olvidados”, señala el arquitecto.

A falta de documentos que lo certifiquen, Calvo sostiene que los tonos del Palacio fueron decididos por los colores de la tierra. “Cuando se hizo el edificio, no existía el cemento en Paraguay, todos eran revoques de arena y cal. Y las diferentes arenas con sus granulometrías permitían tonificar los revoques. La Asunción de 1800 e inicios del 1900 tiene muchos de estos colores”.

Era lo que se tenía. La arena de arroyo y el disgregado de la piedra de Emboscada poseen un tono rosáceo, colores propios de nuestra tierra, y eran los utilizados para las terminaciones de los edificios, que consistían en un revoque que parece piedra y están tonificados con los áridos propios que componen su mezcla.

En cuanto a las persianas, cuando se hicieron las diferentes estratificaciones apareció el verde inglés como primera capa de pintura. La decisión, en aquel momento, fue mantener ese color porque le da magnificencia a lo que es figura y fondo del edificio.

Intervenciones quirúrgicas

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Los trabajos de refacción realizados para el Bicentenario de la Independencia, y los que los sucedieron, permitieron develar varios secretos del Palacio.

Cuando Martín Burt fungía de jefe de Gabinete Civil de Federico Franco (2012-2013), en su oficina se encontró un balín de cañón incrustado en una pared, proveniente presumiblemente de los bombardeos de los buques de guerra aliados.

Gracias al decapado de la pintura, además de descubrir los colores originales, quedaron a la vista una serie de grafitis, testigos del abandono en el que estuvo inmerso el lugar, pero que a la vez brindan un testimonio histórico invaluable.

“Están datados en 1885 y se encontraron en la restauración de 2013. Esos grafitis están sobre las pinturas murales del edificio, lo que ratifica que la construcción ya estaba finamente terminada en la época de la Guerra”, asegura Calvo.

Menos romántico resulta saber qué parte de la estructura estaba a punto de colapsar, lo que quedó en evidencia cuando se realizaron las tareas de refacción, cinco años atrás. En efecto, parte del maderamen se encontraba peligrosamente carcomido por los xilófagos, nuestros conocidos kupi’i, insectos que proliferan en climas calurosos como el de Paraguay.

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El salón Independencia, que se encuentra en la segunda planta –y que es utilizado para reuniones con visitantes extranjeros ilustres y firma de acuerdos– era el que corría mayor riesgo de derrumbe, debido a la acción del kupi’i y la debilitación de las paredes a raíz de la instalación de ductos de acondicionadores de aire.

Cuando comenzaron los trabajos de rigidización estructural del salón Independencia, también se liberó el cielorraso del metal desplegado y aparecieron las columnas del recinto que se encuentra debajo, que estaba dividido en pequeñas oficinas, y que hoy se denomina Salón de los Mariscales.

“En el análisis simbólico que se hizo para la restauración del Palacio, se entendía que ahí tenía que haber un espacio de mayores proporciones porque, evidentemente, era la antesala -sala de Pasos Perdidos– de lo que iba a ser la oficina de quien residiría y cumpliría sus funciones en el Palacio”, explica el experto.

Las galerías de la planta baja, la que da hacia el centro de la ciudad y la que mira al río, actualmente tienen cristales donde antes había persianas, que son intervenciones posteriores, pues originalmente no formaban parte del edificio.

“Se sacaron las persianas de la galería porque es un espacio abierto a la ciudad, al igual que la galería posterior. Lo que sí se hizo –por razones de seguridad, porque por ahí pasa el presidente de la República– es poner un paño de vidrio”.

Se cree que el piso era de mármol o baldosas calcáreas y que habría sido levantado durante el saqueo de los brasileños. En cuanto al salón que ahora se conoce como Libertad, recibió ese nombre durante la presidencia del general Andrés Rodríguez (1989-1993) y no es parte del edificio original.

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En ese lugar, ubicado en el ala oeste de la segunda planta, deberían haber estado los dormitorios de los residentes. El personal de servicio se mantenía en el subsuelo y en la parte posterior estaban las caballerizas y una gran galería que daba al río, adonde llegaban los cargamentos de comida.

“El edificio nos cuenta una historia, una forma de entenderlo. Cada elemento nos cuenta algo”, recalca Calvo. El Palacio de Gobierno es mucho más que la sede oficial del Poder Ejecutivo. Es el símbolo de un país que quería crecer y fue mutilado, en cuerpo y alma, en una confrontación inicua y desigual; y que después renació de sus cenizas y todavía lucha por alcanzar su sino de grandeza, proyectando un abrazo al futuro.

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LOS INQUILINOS

Desde que Juan Bautista Egusquiza asumiera la presidencia el 25 de noviembre de 1894 hasta la fecha, 39 presidentes ocuparon el Palacio de López. Mario Abdo Benítez (h) será el inquilino número 40 de la sede gubernativa. Emiliano González Navero ocupó el cargo tres veces, y Manuel Gondra, Eusebio Ayala y Eligio Ayala lo hicieron dos veces cada uno. La lista no incluye a Marcos Caballero Codas, Mario Usher y Alfredo Aponte, integrantes del Triunvirato que interrumpió por tres días el mandato de Liberato Rojas, en enero de 1912.

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De buena madera

“La estructura del Palacio es muy significativa porque no solo tiene perfiles de hierro. Es en gran parte de madera, de urunde’y, casi tan duro como el acero. Las columnas de la escalera son horcones, troncos de urunde’y revocados, lo que llamó poderosamente la atención porque obviamente se utilizaron los elementos constructivos que había en Paraguay, con los nuevos criterios traídos por el ingeniero Taylor y el arquitecto Ravizza”. (José María Calvo).

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Testigos que no mienten

En los diferentes recintos se aprecian actualmente retazos de las paredes y cielorrasos originales. “Siempre es muy importante dejar algo de lo que se encontró como testigo, para que se vea cómo estaba construido, porque eso nos habla de nuestra historia”, cuenta José María Calvo.

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Historias de fantasmas

Roger Acuña es el jefe de mantenimiento del Palacio y contador de casos. “Durante la presidencia de Juan Carlos Wasmosy trabajábamos, a veces, hasta la 1.00 en recepción. Así que nos quedábamos nomás a dormir en la oficina. Escuchábamos que la puerta se abría, mirábamos y no había nadie. Las puertas de las piezas donde está el acondicionador de aire central hacían ruido de golpes, quedaban abiertas, te levantabas y no encontrabas nada. Escuchábamos pasos, pero no había nadie”, relata.

Otro caso ocurrió en el salón Libertad. “Hace alrededor de un año, el personal de seguridad detectó con las cámaras, a medianoche, que las puertas estaban abiertas de par en par. Llamaron al personal de guardia para informar. Subió el oficial y encontró que estaban cerradas. No se vio a nadie abrir las puertas. Se abrieron solas”.

“Otra vez estábamos tomando tereré en la oficina de mantenimiento, a las 9.00. Hay ahí un cuadro de un caballo, que se cayó. Pensamos que se había soltado algo, pero el soporte, un clavo de cinco pulgadas y el cabo estaban intactos”.

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OFICINAS Y SALONES

El Palacio de López tiene tres niveles: subsuelo, planta baja y planta alta. En ellos están distribuidas 15 oficinas de distintas áreas: jurídica, administrativa, comunicación, ceremonial y gabinete militar, entre otras. El edificio cuenta, además, con cinco salones que generalmente se utilizan para los actos oficiales: el Salón de los Mariscales, Salón Independencia, Salón de los Espejos, Salón de las Américas y el Salón Libertad.