16 jun. 2024

Comunidades guaraníes: Los Caagua o habitantes de los montes

  • Marilin Rehnfeldt
  • Antropóloga

En el Paraguay, con el avance de la modernización agraria, los pueblos indígenas han perdido sucesivamente sus territorios, en contravención de las leyes nacionales e internacionales que protegen a las poblaciones étnicas. Muchas comunidades fueron despojadas de sus territorios ancestrales y ya no cuentan con suficiente tierra ni con un medioambiente generoso que les permita su modo de subsistencia tradicional.

En el distrito de Raúl Arsenio Oviedo, Caaguazú, viven numerosas comunidades indígenas guaraníes de la etnia Mbyá y Avá Guaraní que están siendo desalojadas de sus territorios tradicionales y amenazadas en su seguridad física y mental por representantes de una fiscalía local que más que responder a su mandato constitucional de aplicar la ley con objetividad y justicia, son más bien representantes de grandes terratenientes y políticos locales que buscan tomar posesión de las tierras indígenas argumentando que son nuevos habitantes en la zona y que sus títulos de propiedad de la tierra carecen de valor jurídico. En este artículo intentaremos demostrar que los guaraníes que habitan el distrito de Raúl Arsenio Oviedo han ocupado estas tierras desde tiempos coloniales y han tenido una continua ocupación del territorio a lo largo de siglos.

Piro y Hugua Poi

Los mbyá guaraní y los avá guaraní ocupan desde antes de la colonización española un extenso territorio de la Región Oriental que va desde las cordilleras de Amambay al norte y el río Paraná al sur. El actual distrito de Raúl Arsenio Oviedo fue parte del antiguo territorio mbyá guaraní que en las Cartas Annuas aparecen como los guaraníes Kaavy Gua (monteses) de la reducción de Acaray sobre el río Iguazú, lugar donde se encuentran actualmente varias comunidades avá y mbyá y coincide geográficamente con el actual distrito de Raúl Arsenio Oviedo.

El padre Nicolás Durán, en su Carta Annua sobre la “situación de las Reducciones en 1626 y 1627”, escrita en 1628 (Cortesao 1951: 203 y sig.), menciona por primera vez en las Annuas a la Reducción de Acaray, “aunque a algunos años se le dio principio, han sido tan tenues lo que hasta ahora ha tenido que se ha pasado en silencio en las otras Annuas” (Ibíd.: 303). La misión estaba ubicada a 20 kilómetros del río Iguazú, al norte, que coincide con la localización actual de Raúl A. Oviedo. No fue hasta 1624 cuando el padre Claudio Ruyer, con otro jesuita, fueron enviados a la misión, que los padres comenzaron a tener algún éxito en la reducción de los indígenas. “Plantamos una hermosa cruz porque la primera unos indios pertinaces enemigos de la fe y de los padres la hicieron pedazos y persuadieron a un grande hechicero que me hiciese matar”. El principal obstáculo para la reducción de los indígenas eran los chamanes, que se oponían tenazmente a la evangelización (ver Rehnfeldt, Marilin. 2000).

De acuerdo con los recuentos de los jesuitas, había numerosos indígenas viviendo a ambos lados del Alto Paraná y alrededor de los ríos Acaray, Monday e Iguazú, que nunca estuvieron bajo el dominio de los jesuitas. Los padres hicieron varias expediciones para reducirlos antes y después de 1630, pero todas estas expediciones fracasaron y fueron abandonadas después de 1661; no se hicieron intentos posteriores de evangelizar a estos indígenas. Puesto que no fueron conquistados por los españoles, permanecieron en los bosques y más tarde constituyeron los indígenas “de los bosques o Caagua” descritos por los viajeros del siglo dieciocho. Los bosques a lo largo del Alto Paraná y actual Caaguazú permanecieron aislados hasta la década de 1950 y sirvieron de refugio a los ancestros de los guaraníes Avá Chiripá y Mbyá.

LOS MONTESES

En la zona del actual Departamento de Caaguazú se encuentra el origen de los Caagua, los monteses y León Cadogan se contactó con ellos por primera vez en la década de 1950, estos indígenas fueron los que proveyeron al investigador paraguayo los textos descritos en el Ayvu Rapyta, Textos míticos de los Mbyá guaraníes.

La etnógrafa austriaca Wanda Hanke escribe en el diario La Prensa, Buenos Aires, 1939, sus encuentros con indígenas guaraníes en la Región Oriental del Paraguay. En dicho artículo menciona sus viajes de 1935 y 1938 por Villarrica y Paso Jovái hasta las costas del Paraná donde se encuentra con comunidades de guaraníes y los describe como “tímidos y muy pacíficos”. En los alrededores de Asunción se encuentra con “los últimos carios” y en las sierras de Mbaracayú hasta Carayaó y el pueblo de San Joaquín convive con comunidades Caagua, describe minuciosamente la vida cotidiana y relata su participación en ceremonias religiosas y su amistad con el cacique de la comunidad de Tacuapi en cuya casa se alojó por varios días.

En resumen, la zona del actual distrito de Raúl Arsenio Oviedo, y en realidad toda la Región Oriental, es área del territorio tradicional guaraní y existe documentación profusa desde las Cartas Annuas, los Archivos coloniales y documentos de viajeros que prueban la existencia de estos grupos guaraníes desde el siglo XVI hasta nuestros días (ver Rehnfeldt, 2006 y Rehnfeldt, 2000).

En la concepción indígena, hay una relación íntima entre la naturaleza y el ser humano de modo que el territorio físico y las prácticas y los modos de vida son indisolubles. La tierra, más que sustento, adquiere sentido y significación a partir de su relación con la naturaleza y con los procesos sociales y económicos. La relación entre pueblo indígena y territorio es indisoluble, el territorio y sus recursos naturales son la fuente de la vida de los pueblos indígenas. Tradicionalmente, como hemos visto, los indígenas contaban con un amplio territorio para garantizar el aprovechamiento de todos los recursos naturales con el propósito de asegurar la alimentación para todo el año. La libertad de recorrer amplios territorios era fundamental para acceder a las fuentes de alimentación.

La tenencia de abundante tierra con un medioambiente adecuado constituye una de las condiciones indispensables para el bienestar de una comunidad que sustenta, a su vez, la autonomía en el ámbito económico, social, religioso y político. La forma comunitaria de la apropiación de los recursos naturales no solo asegura la reproducción de un individuo o una familia sino también la continuidad de la sociedad. Las riquezas naturales siempre estuvieron a disposición de todos, y desde este punto de vista las personas tienen el derecho de uso, aunque no posean la propiedad de estos recursos.

Bibliografía.

Rehnfeldt Marilin. Relatoría: Caso Ñembiara – Casos Indígenas sobre Violación de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales, Codehupy (Coordinadora por los Derechos Humanos del Paraguay. Asunción, 2006.

Rehnfeldt Marilin. Etnohistoria de los Caagua (guaraní) del Este paraguayo, Suplemento Antropológico, Vol. XXXV, 1, 2000.

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